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LITERATURA DEPORTIVA | ALFREDO RELAÑO

“Una medalla o un desfile en unos Juegos justifican una vida”

El libro definitivo de los Juegos ya está en la calle, en las librerías, cuando faltan 128 días para París 2024. Es el último de Alfredo Relaño, ‘366 historias (y más) de los Juegos Olímpicos que deberías conocer’ (Espasa), una obra imprescindible que a todos los contiene y cuenta, bajo su brillante escritura.

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Alfredo Relaño, con su nuevo libro, '366 historias (y más) de los Juegos Olímpicos que deberías conocer', durante su entrevista con Diario AS.
CHEMA DIAZDiarioAS

“Me sabía la música, pero no tanto la letra de los Juegos”, dice Alfredo Relaño (Madrid, 1951; 73 años) cuando se sienta al fondo de una mesa en la cafetería Santander, situada en Alonso Martínez, Madrid, para esta entrevista. En sus manos, un libro, su última obra: ‘366 (y más) historias de los Juegos que deberías conocer’. En él están todos. Los Juegos de Verano, de Invierno, sus héroes, sus marcas, sus nombres, lo que nunca se debería olvidar. De Olimpia a los de Invierno en Pekín 2022. Son 894 páginas. Es una Biblia. “Una palabra que a mí no me gusta”, apunta Alfredo, aunque en este caso es la adecuada, la que mejor adjetiva. “No van los paralímpicos; eso queda para otro que los pueda hacer, porque yo ya no llegaba”. Supone la mejor lectura de cara a París 2024, cuando quedan 128 días para el comienzo de los Juegos de la XXXIII Olimpiada.

Alfredo Relaño posa para AS en la plaza de Santa Bárbara, en Madrid.
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Alfredo Relaño posa para AS en la plaza de Santa Bárbara, en Madrid. CHEMA DIAZDiarioAS

Esta es la historia olímpica completa.

La editorial quería hacer coincidir el título con el del libro del fútbol, una por día del año incluido el bisiesto, pero aquí salían más y no quería que ninguna importante se quedara fuera, de ahí el: ‘y más’. Buscaba repasar lo que eran los Juegos, algo menos conocido o tratado en España, y menos conocido y tratado por mí. Nunca me tocó ir a unos.

Esa era una pregunta que quería hacerle. ¿No, nunca?

No, nunca. ¿Y por qué? No se dio. No me enviaban en los medios en los que estaba, siempre había más capacitados en determinados deportes. Yo vengo de la trilogía clásica: fútbol, ciclismo y boxeo y he estado más en fútbol que en nada. Luego, siendo director de AS, podría haber ido cuando quisiera pero siempre me pareció mejor alguien más competente y con más contactos en esos deportes. Pero he visto todos por la tele desde 1968, México, cuando entra la primera en mi casa. Tenía 17 años.

Los de México precisamente fueron los primeros en emitirse en directo en la tele en España.

Eso es. Antes llegaban aplazadamente.

¿A través del NODO?

En el 60, televisión no tenía casi nadie. Sería como el que ahora tiene un barco en Mallorca. Y en el 70 ya todo el mundo. Yo la tuve en el 68, dos años antes. Recuerdo ver reportajes en el NODO de los de Roma, en los del 60. Era un crío pero lo tengo grabado vivísimo, a Abebe Bikila entrando descalzo por la Vía Apia, como vencedor, algo de un simbolismo… Que yo lo oí decir, claro, ¡yo qué sabía! Pero tenía que ver con Mussolini arengando a las tropas italianas para ir a conquistar Abisinia, que era Etiopía. Era como una venganza. Un tío descalzo. Aún no era muy frecuente ver a deportistas negros tener éxito. Vivían aún muy perseguidos en Estados Unidos y podían destacar en alguna cosa, pero en poco. Con este libro me he dado cuenta de que sabía poco de los Juegos. He aprovechado para repasar y aprender, sobre todo de los más remotos.

"Todos los Juegos tienen un personaje, Bolt, Bikila, Tommie Smith..., menos los de 1992, que la ciudad, Barcelona, es más importante que el más importante de los participantes”

Alfredo Relaño

A través de los Juegos se ve la evolución del mundo.

Es la historia del siglo. Todas sus convulsiones se ven reflejadas. Los Juegos se hacen entre todas las naciones y hay momentos que están peleadas, amigas... Va a ser muy instructivo para el que lo lea ordenadamente, como conviene. La sociedad ha evolucionado muchísimo, en general para bien y saltando zanjas muy hondas. Guerras mundiales, una guerra fría...

Al inicio la mujer no cuenta.

Su papel en la sociedad era el de cuidar de la casa y los hijos. Trabajar fuera solo en los casos de extrema necesidad, cuando las mujeres servían. Que hicieran deporte se consideraba una impudicia.

¿Por qué?

Porque hay que hacerlo con poca ropa. Ya cuando llegó el fútbol aquí parecía muy ridículo lo de ver a hombres en calzoncillos, imagínate para las mujeres. Pierre de Coubertin, el creador, además, era un aristócrata que no concebía para la mujer otra cosa que no fuera la sonrisa que alegraba al ganador. La mujer va ocupando muy poco a poco su sitio. En aquellos de México, de España van como 70 chicos y dos mujeres. Una es Mari Paz Corominas y la otra, Pilar Von Carsten, que, creo, iba sin mínima. Y aun así, pusieron a dos más de la alta sociedad para que las acompañaran… Satisface ver que la evolución ha sido buena. En la introducción de todos los Juegos pongo el porcentaje de mujeres y hombres en cada uno de ellos y en los últimos aún ganábamos los hombres, pero en photo finish.

Ha sido una lucha larga y dura.

Sí. Y luego está también la racista, que todavía no se ha superado del todo. En Estados Unidos fueron tremendas las condiciones en las que iban los atletas afroamericanos a los Juegos, sesgados de los otros. Hay un hito importante ahí, que es México cuando gran parte de los atletas, no todos, deciden organizar un sistema de protesta en el que el icono es Tommie Smith levantando el puño después de ganar en 200 metros.

Un movimiento que después siguieron muchos...

No todos. A mí ese es un acto que me parece sublime, porque esos tíos se jugaban la cara de verdad. Ese mismo año, pocos meses antes, mataron a Luther King y, dos años antes, a Malcolm X. Ahora es fenomenal que Vinicius denuncie y nos viene muy bien, pero en ese momento se la estaban jugando de verdad unos tíos, aparte de que estaban malogrando su porvenir. No quiso Jim Hines que fue el que bajó de diez segundos, tampoco Foreman, que paseó con una banderita americana. Ahí ves todo ese desarrollo igual que la pugna entre capitalismo y comunismo.

“Unos Juegos marcan el máximo de la nobleza de un ser humano”

Alfredo Relaño

La Guerra Fría...

Era como el clásico de los Juegos. Americanos contra rusos. Primero, a pesar de dividirse las Alemanias, hubo unos primeros Juegos en los que no participaron los del Este y luego lo hicieron unidas en algunos hasta que, más tarde la RDA, como llamábamos a la Alemania Oriental o la Alemania Comunista, iba por separado. Entonces comparábamos. Estados Unidos contra la URSS. Y la RFA y la RDA. Tras la unificación, sus héroes, casi todos mujeres, lo pasaron muy mal porque su país se subsumió en el otro y dejaron de ser heroínas en su parte para quedar en la otra de tramposas. Que es verdad pero ellas no sabían lo que hacían.

¿Qué ocurría?

Las atiborraban a hormonas masculinas. A algunas les creó confusiones de sexo. Les cambió el organismo, el cuerpo, y se sintieron muy mal porque, así como los grandes campeones olímpicos en cualquier lugar de la tierra son legendarios, allí son representantes de un sistema tramposo. Hay otro caso de mujer impresionante que es el de Cathy Freeman, de aborigen australiana, que gana en los Juegos en su país, Sídney, y era muy reivindicativa de su raza porque su abuela había pertenecido a la Stole Generations, que eran niños aborígenes a los que sacaban de sus familias para criarlos con blancos y esta gente había pasado de unos nueve millones cuando James Cook descubrió Australia, a menos de 30.000, una minoría insignificante. Y ella corrió por su causa. Fue la portadora final del fuego olímpico y luego ganó la prueba y corrió con las dos banderas, la aborigen y la de Australia. Pero ha habido gente que ha pugnado mucho, que ha aprovechado su condición natural unido a un trabajo, febril, bárbaro, por desarrollarla, y lo ha puesto al servicio de una causa, una causa necesaria además.

¿El momento de los Juegos que más le ha impresionado?

No querría ser injusto con mi memoria pero, primero, aquel que iba descalzo, con todo el significado que escuché en los mayores. Luego me llamó mucho la atención el salto de Bob Beamon, una cosa totalmente fuera de sí y que aún nadie se ha explicado. De hecho, él salta y, entonces, ya había calibrador electrónico pero no abarcaba hasta donde llegó. Esa es la primera vez que yo veo tele en mi casa. Y no sabía qué pasaba. Veía confusión, unos jueces hablando con otros. Hasta que viene alguien con una cinta métrica la mar de larga y da 8.90 metros, una barbaridad. Desde los 8.14 de Jesse Owens hasta los 8.35 de Ralph Boston, igualados por Ter Ovanesian, habían pasado 31 años y en ese momento Beamon lo llevó 55 centímetros más allá. Nunca más volvió a saltar ni aproximado. Fue un suceso extraordinario.

Sus grandes recuerdos siempre se ligan al atletismo…

Creo que los Juegos son, sobre todo, natación y atletismo, y también gimnasia, su ‘aristocracia’. Hubo un momento en el que el atletismo salvó unos.

¿Cuáles?

En Moscú 1980, cuando Sebastian Coe y Steve Owett, se enfrentaron en 1.500 y 800. Aquellos fueron unos Juegos que se celebraron bajo boicot de Estados Unidos y el mundo occidental porque Rusia había ocupado Afganistán, donde había una guerra en la que Estados Unidos y otros países armaban lo que luego han sido los talibanes, por cierto, una revolución de carácter religioso, para expulsar del país al gobierno comunista que había. Hemos hecho muy mal las cosas allí. Hay mucha historia y mucha geopolítica en torno a los Juegos. Entonces Rusia, que protegía al gobierno comunista invadió aquello y entró a saco y, a cuenta de eso, hubo un boicot occidental. Pero no todo el mundo estuvo de acuerdo. Inglaterra, por ejemplo, donde Coe y Owett eran dos súper atletas de medio fondo con una enorme competencia.

“El acto de Tommie Smith contra el racismo en los Juegos de México 1968, levantando el puño tras ganar en 200 metros, me parece sublime. Esos tíos se jugaban la cara de verdad. Poco antes habían matado a Martin Luther King y a Malcolm X”

Alfredo Relaño

¿Por?

Coe era un niño de buena familia, casi un atleta de diseño, y Owett, el hijo de un tendero. El primero cuidaba mucho la atención. El segundo era más bien borde. Casi nunca se enfrentaban. Margaret Thatcher, que era súperproamericana y súper boicot, pero en ese momento influida por estos que eran como el Madrid y el Barça, dio libertad para que fuera el que quisiera ir, sin la bandera inglesa, con la olímpica. Aquellos Juegos se salvaron con esas dos carreras.

¿Quién ganó?

Cada uno aquella de la que no era especialista. Ese doble duelo hizo que hasta la televisión americana se saltara la orden de boicot y lo emitiera en directo en Estados Unidos. Cuando, fíjate, el presidente americano había advertido que, a cualquiera que pretendiera participar, le retiraba el pasaporte.

Con Bolt ya era director de Diario AS.

Estando yo en AS, Bolt ha sido el gran fenómeno, desde luego. Todas las medallas son. Pero las de 100 metros lisos… 100 metros lisos, los 1.500 y el maratón son, por este orden, las pruebas principales.

¿No imaginaba que vería bajar a un atleta correr tan rápido como Bolt?

Es una barrera que siempre se piensa que la humanidad no va a llegar y llega. Yo me acuerdo que mi padre me decía, cuando yo de pequeño veía las películas de Tarzán: “Pues este fue campeón olímpico y fue muy famoso porque fue el primero que bajó del minuto en los 100 metros libre”. Era Johnny Weissmuller. Siempre esas barreras. La verdad es que Bolt era una delicia de atleta.

“Samaranch es una figura que atraviesa la historia de nuestro deporte desde la posguerra. Hizo de una causa su vida. Mejorar el deporte. Sacarlo a la calle, algo difícil en este país, bastante conservador. Si a mi padre le hubiera dado por salir a correr al Retiro habrían pensado que estaba loco. Él fue introduciendo esa ventana”

Alfredo Relaño

¿Los mejores Juegos de la historia?

Para mí, los de México. ¿Por ser los primeros que yo vi? No. Porque quedaron marcas para toda la historia. Pasó algo terrible también: la matanza de la Plaza de las Tres Culturas. Había protestas estudiantiles y, en aquella plaza, con 10.000 personas, la policía empezó a disparar. Hubo dos atletas españoles, Sola, saltador de pértiga, y Garriga, de altura, que estaban haciendo turismo y con el tiroteo, se escondieron bajo un coche, acojonados, como estaríamos tú y yo. Como estaban los Juegos cerca, la prensa ocultó en lo posible aquello. Se minimizó. Luego fueron unos Juegos magníficos. Por lo de Tommy Smith y el salto de Dick Fosbury.

Que cambió para siempre la manera del salto de altura en el atletismo.

Fue de espaldas, muy llamativo. A mí me pareció una cosa ridícula. Pero justo en ese curso, yo había tenido un profesor de física de nombre Isidoro Cano de la Torre, que era mexicano, se parecía a Cantinflas y era muy sabio y que, a veces, para hablar de la fuerza, presión y reacción, nos ponía ejemplos de deportes, como una foto de una raqueta de tenis en la que, en el momento del impacto, dista mucho de estar recta: está super hundida, casi como un tirachinas. Pues él nos había dicho que el primero que saltara de espaldas cambiaría las cosas, porque el centro de gravedad está en la cabeza, bastante más cerca de la espalda que del ombligo, por así decirlo, y tú tienes que aplicar la fuerza necesaria para levantar el centro de gravedad que es la madre del cordero. A mí me parecía una cosa teórica absurda y ese verano Fosbury lo hizo así y yo dije: “Qué tío más ridículo”. Y fue pasando pruebas y pruebas y ganó el oro. Y ya en los Juegos siguientes la mayoría de los finalistas iban así y ya no se salta de otra manera.

El atentado en Múnich fue en 1972, en los Juegos siguientes a México.

Dentro del recinto de la Villa Olímpica, que es un espacio sagrado. Fue muy doloroso y se resolvió muy mal. Desde entonces los Juegos perdieron la inocencia. Se tuvieron que proteger del terrorismo, empezaron a ser más incómodos. Ahí, además, se quejó mucho Mark Spitz, que ya había competido, ya tenía sus siete medallas y, como era judío, lo sacaron en un coche, tirado en el asiento de atrás y cubierto por mantas. Del aeropuerto a Londres y de Londres a Estados Unidos porque podía ser un objetivo. Al llegar a Londres habló de la seguridad. De que no podías recibir visitas, de que les registraban todo, les requisaban las revistas porno, el Playboy…, y luego, de repente, se les cuelan unos terroristas y ametrallan a la gente. Fue una matanza, una calamidad.

Dice, en su introducción, que este es un libro con todos los grandes héroes del olimpismo, pero también sus villanos. ¿Ha habido muchos?

Algunos ha habido, siempre. Manfred Ewald, el padre del sistema de dopaje de la RDA que hizo barbaridades, especialmente con las mujeres, como te comenté. O Avery Brundage, racista, supremacista y pronazi. Tomó feas decisiones al frente del Comité Olímpico Internacional (COI): maniobró para que le quitaran el oro de decatlón a Jim Thorpe, sioux, el primer portento del atletismo. Cuando hizo aquello eran compañeros de equipo en Estocolmo 1912, que fue donde ganó la medalla. Y Tonya Harding, una patinadora que tenía muchos celos de otra y mando a su novio medio novio, a un primo medio primo, a que lesionaran con un bastón-porra a su gran rival, Nancy Kerrington. Y hay una cosa curiosa. Uno que hizo trampas sin querer.

¿Quién? ¿Qué ocurrió?

Fue un americano que, en la maratón de los primeros Juegos de Los Ángeles (1932), sale y cuando no puede más se sube a un coche para llegar antes, coger la ropa e irse. Pero a dos kilómetros del final, baja y los corre como una cosa simbólica… Se confunden todos. Y parece que es el ganador, y da una vuelta, y se siente feliz con la broma, pero se le va de las manos. Baja la hija de Roosevelt, el presidente, le felicita y él, completamente atorado, se agobia, se va a por la ropa y se va. Pero la gente cree que ya ha visto al ganador. Y entonces cuando llega el primero se cree que es el segundo y el segundo, el tercero... Hasta que todo se aclara y le buscan poco menos que para lincharle. Le suspenden de por vida aunque luego él se explica. Que realmente no había querido, pero la había montado gorda.

Libro de Alfredo Relaño, '366 historias (o más) de los Juegos Olímpicos que deberías conocer'.
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Libro de Alfredo Relaño, '366 historias (o más) de los Juegos Olímpicos que deberías conocer'.CHEMA DIAZDiarioAS

¿Cuándo crea España los primeros héroes del deporte?

Barcelona cambia todo. Esto es una obra de Samaranch, quien atraviesa la historia de nuestro deporte desde la postguerra. Quiso darle importancia, mejorarlo. Estuvo en muchos cargos. De delegado nacional de deportes que se unió al del COE. Inventó el eslogan de “Contamos contigo”, para sacarlo a la calle, difícil en este país, bastante conservador. Si a mi padre le hubiera dado por salir a correr al Retiro, habrían pensado que estaba loco. No había esa ventana. Y él la fue introduciendo. El país era pobre, sin instalaciones. Para nadar necesitas piscinas, para correr pistas, relojes… Él hizo una causa de su vida. Hasta consiguió que le hicieran embajador en Moscú para bizcochar el voto de la Europa del Este, porque sabía que el del habla hispana lo tenía, pero si sumaba éste ya tendría dos contra el anglosajón, siempre contra lo hispano.

Fue el único en lograr unos juegos para España…

Exacto. Sale presidente del COI y los logra para Barcelona. La sola perspectiva de los Juegos activa que se invierta. Hubo un plan serio y tuvimos unos Juegos muy exitosos y quedamos muy bien.

22 medallas.

Alguna de mucho fuste como en los 1.500 de Cacho, una barbaridad. Y así como la gente de mi quinta habíamos visto como el español siempre quedaba último, con los Gasol y Nadal otra creció viendo que lo natural era ganar.

¿Qué fueron aquellos Juegos de 1992 para España?

La presentación de un nuevo país. Democrático, rejuvenecido, con otra cara. No el oscuro y cutre que había sido. Se organizó muy bien. En una ciudad luminosa, preciosa, que se volcó. Todos los Juegos tienen un personaje. Bolt, Bikila, Tommie Smith... Todos menos estos, que fue Barcelona: en ningún caso, salvo aquí, se ha dado tanto que la ciudad sea más importante que el más importante de los participantes.

Hablemos de otro tránsito en el deporte, y la humanidad. El que lleva al profesionalismo y la comercialización.

El deporte en principio se estableció como una actividad educativa cuasi religiosa. Cobrar por ello era una malignidad, un vicio. Y era como un elemento de protección de las clases altas, con dinero y tiempo. El que trabaja en una fábrica no puede entrenar a diario, cobrar por ello, lo que provoca que, en los primeros Juegos, no haya deportistas que duren o repitan. El pudor por el dinero se perdió, igual que se perdió el miedo a la comercialización y empieza a entrar un poco, por las marcas en los de los de Invierno. El material es más importante, que el otro también, pero al fin y al cabo son unas zapatillas. Aquí son los esquíes, los agarres, la ropa... Y se fue extendiendo. El que de verdad supera esa barrera es Samaranch y el momento decisivo fue Barcelona. Ya se habían visto ejemplos antes pero los más profesionales de todos los tiempos eran los de la NBA y aquí estuvieron. Ahí tengo el cálculo: uno de ellos ganaba en un año todo lo que España invirtió en todos sus deportistas en cuatro.

“La medalla de oro de Fermín Cacho fue inolvidable, porque las de los 100 metros, los 1.500 y el maratón son, por este orden, las pruebas principales de atletismo en unos Juegos”

Alfredo Relaño

¿Cómo ha sido el proceso de escritura, de orden?

Cronológica.

¿Lo más difícil?

De primeras, cuando dije que sí me asusté. Estaba inspirado por el del fútbol, tenía un año, un plazo bueno... Pero luego pensé: “De esto sé menos que de fútbol”. Es escribir una historia al día y yo tengo que estudiar cosas, que en fútbol también, pero los Juegos son veinte mundiales cada año juntos de una cosa. Pero como había dicho que sí me puse con mucha fiebre. Es más fácil hacer esto ahora con Google, escribir, comprobar... Ha sido una tarea grata. Pero lo terminé antes... ¡Por lo que me encargaron otro (ríe)!

Vienen los Juegos de París 2024. ¿Qué puede aportar este libro?

Un conocimiento bueno del fenómeno que son, que, por lo que sea, marca el máximo de nobleza del ser humano. Es una ambición, el sueño de cualquiera. A mí me ha sorprendió hablar con futbolistas como Ronaldo y Casillas que el primero me dijo que a él le dolía la medalla olímpica y el segundo, una decisión difícil que tomó en un momento en el que se jugaba la titularidad en el Madrid. Fue la de no ir a unos Juegos, los de Sídney, y que eso lo lamentó toda la vida. Y estamos hablando de futbolistas que han tenido la mayor gloria que se pueda en el fútbol. Una medalla o un desfile en unos Juegos justifican una vida.

También han sucedido muchas cosas curiosas. ¿Alguna le ha llamado la atención?

Una cosa muy divertida, de las que más, fue con Dwan Fraser, nadadora australiana que en Tokio 1964, ganó unas cuantas medallas. Luego, en la juerga de por la noche, porque son chavales, alguien dijo: “A que no hay coj... de cruzar a nado un estanque del palacio del emperador de Japón, que allí es como Dios y medio, y robar la bandera”. Pues hubo. Les cazaron y les metieron en el calabozo. Y hay otra gamberrada muy divertida.

Cuente.

De cuanto se estrenó la bandera olímpica, la blanca con los aros. Una noche, en los de Amberes 1920, también con un “a que no hay” entre dos, Harry Prieste, saltador de trampolín que era muy ágil, la robó. Luego no se lo dijo a nadie, ni a sus propios padres. Tras Los Ángeles 1984, en un homenaje a todos los medallistas de la historia de Estados Unidos, que él, muy mayor ya, estaba en la mesa presidencial, alguien dice: “El gran misterio de los Juegos es qué pasó con la bandera de Amberes…”. Y Harry, que entonces tenía 101, 102 años, dijo: “La tengo yo”. Decidió que debía devolverla al COI y se la entregó a Samaranch en un acto oficial. Está metida en un cristal en el museo oficial de Lausana.

“Al inicio, que las mujeres hicieran deporte se consideraba una impudicia. Había que hacerlo con poca ropa. Pierre de Coubertin, su creador, además, no concebía para la mujer otra cosa que no fuera la sonrisa que alegraba al ganador”

Alfredo Relaño

Los oros de Mark Spitz fueron una gesta en su día.

¡Algo que nos ponía de cuernos a los de mi edad! Porque todas las chicas tenían en el colegio mayor el póster de este guaperas con las siete medallas y tú decías: “Yo qué pinto aquí”. A mí me cogió de lleno. Yo tenía entonces 21 años.

¿La historia más triste?

Quizá la de Carvajal, un cartero cubano, ese sí que es espíritu olímpico. Corría mucho y era muy famoso. Supo de los Juegos y quiso ir. Hizo una colecta, sacó dinero para viajar en barco a Nueva Orleans y luego cruzar a Sant Louis donde unos tahúres le limpiaron el dinero. Llegó a los Juegos con una mano y otra detrás, de polizón en trenes, de mendigo puro. Pero llega a la salida. No tenía más que una ropa, el uniforme azul de cartero que, cuando le ven para correr, se cachondean. Uno le aconseja que se corte los pantalones para correr el maratón. Sale, va bien posicionado y pide comida. Alguien le da unas manzanas demasiado verdes y le sientan mal, pero llega quinto. Cuando vuelve a Cuba lo hace como héroe, pero enseguida queda orillado, muere en la pobreza y justo cuando lo hace la Policía le roba todas las medallas y lo que tiene. Eso me da pena. Que no haya un museo allí con todos sus trofeos.

El fútbol siempre ha sido contraolímpico. ¿Por qué?

Porque la FIFA no le ha dejado. Y tampoco interesaba. A nadie. Lo echaron por profesional. El futbol, de hecho, es el primer éxito del español en unos Juegos, la plata de Amberes, en el 20, cuando ya empezaba a haber profesionales. En el 32 no participó y en el 36 se readmitió siempre que fueran amateurs. En Barcelona o Seúl se admite a los Sub-23. Es una relación ambivalente y difícil la de los Juegos y el fútbol, que en el 30, por cierto, crea su Mundial...

De los éxitos de las mujeres, ¿cuál emociona más?

El de Fanny Blankers-Koen, la mamá voladora. Porque es la primera en ganar cuatro en unos mismos Juegos, porque es madre, y porque la cogen las guerras y estuvo ocho, diez años sin Juegos, porque si no se hubiese hartado a ganar medallas.

Hablemos de las medallas españolas en los Juegos. ¿La que más le ha impresionado?

La de Fermín. Y las de Mireia, que ha ganado en muchas distancias y estilos en natación. Su oro es una de las del top ten de los Juegos. A lo mejor me produjo más emoción porque a mí me han producido mucha los éxitos de las mujeres en el deporte porque sé que han sido más difícil. Cada cosa que ha hecho una mujer en el deporte en general. Para los hombres ha habido tiempos en los que lo ha sido pero nunca han tenido a la sociedad en contra. Fue muy difícil para Santana llegar, que era un pobre recogepelotas, pero eso en chicas ya era imposible. Quizá en ese momento me dio más alegría la de Mireia porque, además, la de Fermín vino en medio de una fiesta. El día no sé cuánto, once o doce de Barcelona, donde estábamos ganando desde el primero, con Moreno, un ciclista. Pero es que creo que la de Fermín es…

Lilí Álvarez fue la primera mujer española presente en unos Juegos, en los de París 1924, hace un siglo. ¿No le llama la atención lo poco que se la recuerda hoy en día?

Cuando yo era chico sonaba mucho. Pasa con Ricardo Zamora, ya no se habla de él y fue famoso en todo el mundo como Jordan. Lilí sonaba por sus méritos deportivos, porque era una pionera, Wimbledon, la primera que inventó una falda pantalón, que se montó un escándalo… No se la recuerda ya. Y es una pena.

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