Sara Hurtado: “La escuela SK nos ha hecho renacer del vacío”
La expatinadora española habla con AS sobre su nuevo proyecto, en el que vuelve a ir de la mano de Kirill Jalyavin. “Que la ficha caiga en el sí y no en el no”.
Sara Hurtado (Madrid, 29 años) y Kirill Jalyavin (Kirov, Rusia, 31) colgaron los patines el pasado mayo. Pero no los dejaron muy lejos. Ahora se los han calzado como técnicos. Ella formó parte, con Adri Díaz, de la primera pareja de danza española en participar en unos Juegos (Sochi 2014) y después, ya junto a Kirill, logró el billete para Pyeongchang 2018, compitieron en dos Mundiales, cinco Europeos y fueron plata en la Rostelecom Cup de 2018. Pero tuvieron que dejar Rusia, donde estaban establecidos desde hace años, por la invasión de Ucrania. Ahora, han lanzado la SK International Ice Dance School en La Nevera de Majadahonda, donde ella hizo sus primeros pinitos. Una escuela “dirigida a la élite de la danza. A desarrollar parejas que quieran competir a nivel internacional y recuperar la presencia de España en campeonatos internacionales”. Otro sueño de pioneros.
¿Cómo ha vivido estos meses después de anunciar su retirada? ¿Asustaba el futuro?
Pues en un sube y baja. Muchos cambios muy rápidos, con una carga emocional muy grande. No fue sólo el hecho de retirarnos, sino la manera, huyendo de un país (Rusia) que nos había tratado súper bien, dejando a un equipo de entrenadores que han sido nuestra familia... Tocaba empezar de cero. Un shock. Vinimos a Madrid, intentamos continuar, las alternativas no merecían la pena y decidimos retirarnos. Te asomas al abismo. Pero este proceso nos ha hecho renacer después del vacío de la retirada. Ves que todo lo que Kirill y yo hemos vivido juntos tiene un significado y que podemos hacer algo por el patinaje español. Vamos a ser valientes porque hay cantera, chicos y chicas con interés y es lo único que hace falta. Si no lo intentábamos no sabríamos lo que puede pasar.
¿Madrid se puede convertir en un foco de atracción internacional de talentos?
Ese es el objetivo también, que patinadores internacionales vean que desde Madrid se puede llegar a la élite y prepararse aquí para grandes campeonatos.
Usted tuvo que salir fuera (primero a Canadá y después Rusia) para formarse y triunfar. ¿Se trata de que con la escuela otros no tengan que pasar por lo mismo?
Cien por cien. Pero Kirill también tuvo que irse fuera porque su casa está a doce horas en tren de Moscú. Para hacer danza en serio también tuvo que renunciar a su familia. Por eso empatizamos desde el principio. Dar una oportunidad a los que ahora se están planteando dedicarse al patinaje ha sido otro factor decisivo. Que la ficha caiga en el sí y no en el no. No todo el mundo está dispuesto a hacer las maletas. Hay demasiado riesgo y dureza para gente muy joven. Y, además, no siempre te lo puedes permitir. Que no sea ‘O tu sueño o tu vida’. Que puedan ser los dos.
Fueron a unos Juegos Olímpicos (Pyeongchang 2018) patinando. ¿Se ven como entrenadores en otros?
¡Sí, claro! Somos ambiciosos. (Interviene Kirill, que ya va soltándose en castellano y se ha establecido en Madrid con su esposa y su hija: “Por supuesto, es otro sueño el de ir como técnicos. Y no con una sola pareja, sino a ser posible con más. No será fácil, pero vamos a ir dando pasos”).
¿Y en su escuela van de la mano de la Federación Española?
No. Son proyectos paralelos. Con la Federación colaboramos en un proyecto de élite para el que estamos convocados como seleccionadores para hacer tecnificación con algunas parejas seleccionadas.