Jéssica Andrade: de trabajar en un supermercado a campeona de la UFC
La brasileña empezó a practicar deportes de contacto para defenderse de la delincuencia de su país natal. Fue campeona del peso paja en 2019.
Jéssica Andrade es de esas deportistas que ha luchado lo inimaginable para llegar a lo más alto. Nació en Brasil, donde trabajó desde niña en un estanque de pesca, repartiendo medicamentos y en un supermercado, hasta que dio el gran salto a las MMA y fichó por la UFC. En la compañía, fue campeona del peso paja y es la única peleadora en haber competido en tres divisiones de peso distintas (paja, mosca y gallo). En el UFC 300, se medirá con Marina Rodríguez, sexta en el ranking del paja.
Andrade, nacida en Umuarama, Paraná, vivió una infancia muy dura. Cuando era una niña, su pasión era el fútbol y soñaba con ser futbolista profesional. Lo hacía muy bien, por lo que le llegó una oferta para jugar en la cantera del Sao Paulo, pero su madre no le permitió ir porque tenía miedo de que la raptasen. Empezó a trabajar a los 14 años, primero en un estanque de pesca, luego repartiendo medicamentos para una farmacia y en un supermercado.
En la escuela empezó a practicar judo y jiu jitsu, y descubrió su verdadera pasión: las artes marciales. Creció en un ambiente duro y con mucha delincuencia, por lo que aprender a defenderse fue una obligación. Llegó incluso a defender a su hermano mayor en las calles, cuando algún drogadicto intentaba atracarle. Pese a no tener mucha experiencia, Andrade hacía buen papel en la lucha y plantaba cara a peleadoras con más nivel que ella. En una de sus primeras peleas en un torneo de jiu jitsu amateur, cuando se vio atrapada por una palanca de brazo, se quitó de encima a su rival con un movimiento ilegal y la descalificaron. Demostró que no le tenía miedo a nada y se ganó el apodo de ‘Bate Estaca’, un término utilizado en Brasil para los golpes al cuerpo.
En esa época, fue difícil encontrar un gimnasio de MMA que aceptase a mujeres, pero consiguió inscribirse en uno. Tampoco conseguía encontrar rivales, ni hombres ni mujeres, para entrenar. “No sabía qué era eso. Le pregunté a mi entrenador y me dijo que era una combinación de todas las artes marciales, que podía dar puñetazos, patadas, hacer derribos, golpear al rival en el suelo”, reveló la brasileña a The Players Tribune. Con 20 años, compaginaba los entrenos con repartir comida a domicilio en un supermercado y sus compañeros le decían que “estaba loca”.
En julio de 2013, debutó en la UFC y cayó por KO en el primer asalto ante Liz Carmouche. “No podía imaginarme cómo una pelea me destrozaría por completo. Encajé muchos golpes, pero el daño físico no fue nada comparado con lo que la derrota hizo en mi cabeza. Mi único pensamiento era que había llegado a la UFC, pero había fracasado”, confesó la brasileña. Después de la derrota, Jéssica fue al psicólogo para aprender a sobrellevar toda la situación.
Continuó peleando, acumulando victorias, hasta que llegó su oportunidad de pelear por el título del peso paja. Y no decepcionó. Derrotó a Rose Namajunas por KO en el segundo round en mayo de 2019 y se proclamó campeona de la división. Con este triunfo, se convirtió en una referente del deporte en su país. “Una luchadora gay y campeona puede marcar diferencias en la vida de personas que tienen miedo a salir del armario, de lo que puedan pensar sus padres, de lo que pueda pasarles ahí fuera”, aseguró Andrade, que se casó con Fernanda, su novia de toda la vida. Unos años después, se divorciaron. En su primera defensa por el título, lo perdió ante Weili Zhang, la actual monarca.
Después de una racha de tres derrotas consecutivas, noqueó a Mackenzie Dern para volver a la senda de la victoria, y el próximo sábado estará en la cartelera más importante de la compañía, el UFC 300. Se medirá con Marina Rodríguez en los primeros preliminares del evento. Una noche que contará con 12 campeones en la fight card.
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