“Hoy en portada del Diario AS”, escribe Iris Tió (Barcelona, 02-11-2002) en la publicación fijada, la primera que cualquiera ve al acceder a su perfil de la red social Instagram. Junto a miles de me gusta, brilla la nadadora artística rodeada de sus seis medallas, vestida con el bañador que lució en el ya legendario solo libre femenino e incluso luce al más puro estilo Mark Spitz, brazos en jarra, con los metales colgando de su cuello. Fue la protagonista indiscutible de aquel portadón, Iris Tió, Puro Arte, con el que este periódico puso la guinda a los Mundiales de Singapur, en la edición del pasado domingo 3 de agosto.

No era para menos. La barcelonesa acababa de hacer historia, y desde varias perspectivas distintas. Con 22 años, consiguió algo que ni la pionera Gemma Mengual ni sus coetáneas Ona Carbonell y Andrea Fuentes habían logrado en la primera edad de oro de la natación sincronizada española: proclamarse campeona del mundo en un solo libre femenino. Tampoco se habían alcanzado jamás oros en el dúo libre, ni en el femenino, como ella junto a Lilou Lluis (lo máximo había sido un bronce de Carbonell y Marga Crespí en Barcelona 2013), ni en el mixto, considerado el mejor de siempre, al lado de Dennis González, con quien sumó cinco dieces. Y, por supuesto, ninguna otra deportista, ni española ni de cualquier otro rincón del planeta, había subido al podio en todas las disciplinas dentro de unos mismos Mundiales: solo, dúo y equipo.

La mejor nadadora artística del mundo en Singapur 2025, como la reconoció World Aquatics por méritos propios por sus seis medallas, repartidas en tres oros y tres bronces, que no fueron más porque no participó en más rutinas (nueve consiguió en total la Selección española de artística), se convirtió a finales de septiembre en la mejor deportista de Europa de cualquier disciplina acuática (por encima de nadadoras, saltadoras, waterpolistas…), distinción que European Aquatics le otorgó durante una gala en Tiflis, la capital de Georgia.

Son palabras mayores lo de esta hija de músicos, Laia y Enric, con la sensibilidad innata de escoger el inmenso Hymne a l’Amour para deslumbrar al planeta (y para marcarse apneas interminables), pero también de conmover con el rock de Led Zepellin, de deleitar grupalmente con los Backstreet Boys o mediante cualquier otro estilo musical, y que se pasea ante todos los focos con la humildad propia de quien cree que simplemente ha hecho lo que debía.

Y eso que en su palmarés internacional figuran ya casi una cincuentena de preseas, desde el bronce mundial en Gwangju 2019, cuando tan solo tenía 16 añitos, en la modalidad de highlight: 22 ha ganado en la Copa del Mundo, 13 europeas, 11 mundiales y el bronce en los Juegos Olímpicos de París 2024.

Con todo, Iris sigue sorprendida y “muy agradecida por el boom mediático, porque así la sincro puede llegar a más gente, y podemos dar a conocer nuestra manera de hacer las cosas, nuestros valores”, tal como confía a AS la misma tarde en que acababa de recibir el galardón Dona i Esport, concedido por el Ayuntamiento de Barcelona. “El interés está durando mucho, me da la sensación de que no paro de recibir premios y de dar entrevistas, lo que me hace muy feliz”, se congratula.

“También es verdad que tengo ganas de un poco de calma y tranquilidad, de volver a mi rutina, de poder descansar, porque será necesario para mi rendimiento deportivo”, asume, casi con pudor, como si no fuera lo más natural del mundo. Y remacha: “Es verdad que, desde la vuelta a los entrenamientos, cuesta más compaginarlo todo, porque al final supone un esfuerzo ponerse ante un público y hablar, pero estoy contentísima de hacerlo”.

Mantiene esa “felicidad indestructible” que le procuró el hallazgo de este deporte por casualidad, viendo la televisión cuando tenía cinco años, y que describía el 28 de julio, a su llegada al aeropuerto de El Prat con las seis medallas colgadas del cuello.

Quién se lo iba a decir tan solo seis semanas antes, cuando sintió un burnout, un agotamiento mental y físico a las puertas de los Mundiales del que paradójicamente surgió su histórica cosecha, gracias a que Andrea Fuentes le permitió descansar siete días y a que en ese tiempo, recuperando la energía, barruntó la manera de aumentar la dificultad de sus ejercicios sin subir sus ya interminables apneas y manteniendo su inigualable expresión artística.

La seleccionadora, no en vano, ha sido clave en su explosión definitiva, al hacerla sentirse segura de sí misma, al animarla a expresarse sin miedo. “Me ha ayudado mucho en ganar confianza que me dijera lo buena que era y lo buena que podía llegar a ser. Eso hasta Andrea no me lo habían dicho nunca, estaba focalizada en lo que tenía que mejorar y ya está”, manifestaba en este periódico la barcelonesa, que también recibe en el CAR de Sant Cugat el consejo de Mengual, que coincidió con Carbonell en la etapa final de ésta y a la que en el Kallípolis, el club donde se formó, entrenó Anna Tarrés. Casi nada.

Si el pasado fue bonito y el presente es glorioso, lo más relevante es el futuro que le espera a Iris, quien aún tiene por delante retos como el de Ona, quien se colgó siete medallas mundiales en Barcelona 2013, y que logró 23 a lo largo de su carrera. Pero, sobre todo, y en vistas a los Europeos de París 2026, los Mundiales de Budapest 2027 y especialmente los Juegos de Los Ángeles 2028, el objetivo de la mejor nadadora artística del planeta y del equipo español pasa por “cambiar la sincro”, hacer historia. Más aún de la que ya ha logrado, por increíble que parezca.

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