Hola depresión, adiós Juegos: “Entrenaba y me veían estupenda, pero me quería morir”
La exremera Victòria Cid habla con AS sobre su libro, ‘Simplemente, yo’. En él, narra su victoria sobre una depresión que le hizo abandonar la carrera olímpica.


En medio de un entrenamiento, el demonio se mostró. Un infierno. Y la salvación. “En 2020, peté. En mi cabeza, hacía tiempo que me decía a mí misma que era una mierda, que no servía para nada... También había tenido pensamientos suicidas. Creía que pensar así era normal. En ese momento, tenía el objetivo de ir a la repesca olímpica. En uno de los entrenamientos, que era una serie de máxima fuerza de 30 minutos, como un examen, ocurrió”, recuerda Victòria Cid (Amposta, 27 años), en ese momento remera con aspiraciones de llegar a los Juegos Olímpicos de Tokio. Terminaron en ese preciso instante, cuando todo volvió a empezar. “Sufrí un ataque de ansiedad. Tuve que parar y empecé a llorar. ‘Saldría corriendo y no sabría dónde ir’, grité”, sigue. Un déjà vu para su padre, que tenía esas palabras grabadas. “Se las había escuchado a mi madre, que también tuvo una depresión con mi edad. En ese momento, llamaron a los médicos y empezó todo. Ese fue el punto en el que reconocí que sufría depresión”, explica con templanza. Ya la ha superado. Y quiere evitar que otras personas pasen por lo mismo.
Su historia, desde febrero, está al alcance de todo el mundo gracias a Simplemente, yo. Mi victoria contra la depresión, un libro en el que repasa los años más duros de su vida. “No me gusta decir que soy un ejemplo, pero tenía la necesidad de escribir este libro porque creo que no se cuentan las cosas de forma cruda. Hay muchos libros de autoayuda, pero no de vivencias reales. Ojalá llegue a muchos deportistas y les pueda ayudar”, desea Victòria, que vuelve a los rincones más oscuros de su mente sin ningún tipo de miedo, con la coraza que ha adquirido en su proceso de sanación. Es una narración directa y clara, sin eufemismos, en la que hasta recuerda el día en el que más cerca estuvo del suicidio. “Era un domingo. Estaba estudiando y no entendía nada. Con las pastillas, me costaba mucho retener el contenido. El demonio no callaba. Sin saber cómo, terminé en el baño. Cogí la cuchilla de depilación y me quería cortar las venas. Sin embargo, tuve un instante de lucidez y la dejé caer. En realidad, nunca quise morir”, se puede leer en sus páginas. Un relato al filo de la muerte que puede salvar vidas.

Victòria empezó a tener ese tipo de pensamientos “muchos años” antes de estallar. Hasta entonces, luchó en silencio contra un monstruo invisible, al que no sabía ni identificar, y que le apartaba de aquellos que le podían proteger. “Mis padres me decían que ya no era la de siempre. No hablaba, no reía... Luego, cuando lo dejé con mi primera pareja, fue un poco trágico y no supe gestionarlo. Primero, quería que mi entorno me aceptara de aquella manera, pensaba que era simplemente la adolescencia”, se retrotrae. En su interior, sí mantenía conversaciones interminables. Las voces no descansaban. “Soy una mierda, no sirvo par nada, me quiero morir, no quiero vivir, no quiero despertar”, se decía constantemente. “Todos estos pensamientos son indicadores de que algo no va bien”, alerta ahora. Entonces, sólo quería dormir. “Soñaba con las cosas que me hacían feliz. Era un mundo paralelo y no quería volver. Mi mente no me dejaba, me invalidaba. Me sentía sola pese a estar acompañada. Yo no quería estar sola, pero no me gustaba estar con gente. Era una contradicción continua”, describe.
La vida en la élite deportiva
Actualmente, Victòria está realizando un doctorado en Bilbao. En el momento de la depresión, estudiaba Biotecnología en Girona y entrenaba en el Centro de Tecnificación de Banyoles. Se levantaba a las 5:30, entrenaba dos horas, desayunaba, se duchaba, iba con el coche a universidad, tenía tres o cuatro horas de clase, comía, volvía para entrenar dos o tres horas más, estudiaba y, sobre las 22:00, se iba a dormir. “Yo prohibiría el deporte de alto rendimiento. O debería existir, pero de otra forma. Me sabe mal decirlo, porque he tenido entrenadores maravillosos, han sido segundos padres para mí, pero lo que supone ser deportista profesional en un deporte minoritario, en el que también tienes que estar estudiando y sientes que no ganas dinero, es difícil de controlar”, valora la exremera, que sitúa el origen de sus problemas en esa exigencia del día a día, en su desencanto amoroso y en un factor genético que “importa mucho”.
El 024, la Línea de Atención a la Conducta Suicida
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 720.000 personas al año fallecen por suicidio. Es la tercera causa de defunción entre las personas de 15 a 29 años. En España, en 2023, se suicidaron una media de 11 personas al día. En 2022, el Ministerio de Sanidad puso en marcha el teléfono 024, la Línea de Atención a la Conducta Suicida, que sigue funcionando. En su primera semana de actividad, llegó a alcanzar un promedio de 800 llamadas al día.
En lo deportivo, siempre sintió la presión de tener que participar en unos Juegos. Y no de cualquier forma. “Yo quería llegar y ganar una medalla con mi hermana (Aina Cid, triple diploma olímpico), porque siempre me decían que el remo iba a ser otra cosa cuando alguien ganara una medalla (sólo tiene una y se logró en Los Ángeles 1984). Y yo quería que el remo fuera importante. Y lo sigo queriendo”, expone Victòria, que volvió fugazmente a su deporte tras superar la depresión. “Duré poco más de un mes porque me salieron dos hernias discales. La doctora me dijo que si quería andar con 40 años debía dejar el remo de alto nivel. Vi que era el momento, la vida me estaba mandado señales”, recuerda la catalana, que fue comentarista para Teledeporte en esos Juegos de Tokio a los que no pudo llegar. En París, estuvo presente para apoyar a su hermana. “Cuando la veo competir en Mundiales o juegos, siento un poco de envidia sana, pero pienso por todo lo que hay que pasar y se me quita. Realmente, ya no echo de menos el remo. Ni me acuerdo de él”, asegura.
Desde fuera, dice, “todo es muy bonito”, desde dentro, sin embargo, todo cambia. Victòria lo encarnó en primera persona. Y en su extremo más oscuro. “La depresión es una enfermedad en la que la gente te ve bien físicamente... Entrenaba y la gente pensaba que estaba estupenda, pero, realmente, por dentro, yo me quería morir”, recuerda sobre su época como deportista de élite. Ahora, como científica, pese a ser un entorno “de muchas similitudes” con el deportivo, ya tiene las herramientas para controlar sus pensamientos. Para amarrar a un monstruo que, sin embargo, siempre puede topar a la puerta. “Nunca estás a salvo de este tipo de enfermedades y de recaer. Ahora mismo, yo no tengo depresión, pero sigo medicándome. No es como algo físico o biológico, que te curas y termina, como al romperte una pierna. En la salud mental, siempre hay que ir con cuidado. Creo que todos, en general, no estamos lo suficientemente atentos a los entornos que elegimos, a nuestras emociones y a nuestros pensamientos”, advierte. Ella, en Simplemente yo, comparte los suyos con la intención de salvar vidas. Para que su victoria sea la de muchos.
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