SALTOS DE ESQUÍ | CUATRO TRAMPOLINES
Granerud presenta candidatura
El noruego se lleva la primera prueba del Cuatro Trampolines, en Oberstdorf, con una exhibición de principio a fin. Los polacos Zyla y Kubacki cierran el podio.
Volar. Esa sensación. Una de las más perseguidas a lo largo de la historia de la humanidad. Pocos llegan a vivirla. Casi nadie la experimenta como Halvor Egner Granerud, ganador de la primera prueba de los Cuatro Trampolines, en Oberstdorf. Ningún noruego se imponía en el pequeño municipio alemán desde Anders Jacobsen, en 2012. Fin a una década oscura con una actuación brillante. Por la excelencia de sus saltos, muy cercanos al récord del trampolín, y por el ambiente, con un público ansioso de vuelos, de vivir esa adrenalina que los esquiadores transmiten cada vez que desafían al vacío. Con 312,4 puntos, nadie lo hizo como Granerud, que ya acumula 15 victoria en Copa del Mundo, dos esta temporada. Tras él, cerrando el paso al ídolo local Karl Geiger, doblete polaco: Piotr Zyla (299) y Dawid Kubacki (294,9). Los tres partirán desde lo más alto en Garmisch-Partenkirchen, el 1 de enero, con Innsbruck (día 4) y Bischofshofen (6) aguardando. Uno no termina de sentirse en Navidad hasta que llegan los Cuatro Trampolines. Ya están aquí.
Tras dos ediciones, debido a la pandemia, las gradas de Oberstdorf volvían a llenarse. Una tradición deportiva como pocas, prácticamente una liturgia con 71 años de historia. Las entradas, agotadas desde hace semanas, cobraban vida. Tomaban la forma de 26.000 ánimas entusiasmadas, alborozadas e ilusionadas. Por el majestuoso espectáculo ofrecido sobre esa rampa de 140 metros de altura y 274,5 de longitud que permite soñar, pero también por el rendimiento de los representantes nacionales. Geiger, el más reclamado por los locales, respondía desde el inicio. Andreas Wellinger, finalmente sexto, le acompañaba. El podio se escurría, pero el sentimiento patrio no se reprimía. Gran actuación, a pocos peldaños de la excelencia polaca y la matrícula noruega.
En la jornada de clasificación, ayer, ya ante 16.000 personas, se movieron las primeras piezas. Cada uno, a su modo. En algunos casos, de forma reveladora; en otros, por voluntad o no, con cierto aire juguetón. Como escondiendo algo. Granerud, primero, se mostraba fuerte, lanzaba su aviso personal. No necesitaba andarse con rodeos. Ryoyu Kobayashi, vigente campeón, clasificado como 23º (hoy, 15º), ratificaba lo mostrado a lo largo de la temporada: está lejos de su nivel celestial, el de un prodigio con dos Águilas Doradas. Stefan Kraft, tercero en la clasificación de la Copa del Mundo y uno de los grandes favoritos, accedía a la fase final de forma discreta.
Lo último, un farol. Hoy, el austriaco encendía la traca. Finalmente quinto, era el encargado de cribar a los elegidos. Kubacki, líder de la tabla general, accedía al podio con un gran empujón de salida. Potencia, colocación e inteligencia. Perfecto en lo técnico, tremendo en lo bruto. Zyla, a continuación, se subía al segundo escalón con menos control en el aire, pero totalmente liberado, en el salto y en el aterrizaje, soltando toda la adrenalina en forma de gritos y abrazos con su compatriota. Granerud, finalmente, se coronaba con fluidez y tranquilidad. Con mucha superioridad. En su primer salto (142, 5 metros), acariciaba el récord del trampolín (143,5); en el segundo, volvía a rozar esos inaccesibles 140 metros (139). Candidatura de altura.