El milagro de los saltos
Con sólo 88 licencias estatales, ha llevado España a nueve saltadores a los Mundiales, donde suma un séptimo, un octavo y la primera medalla de su historia. La meta es Los Ángeles 2028.
En apenas año y medio, el tiempo que ha transcurrido entre Budapest 2022 y Doha 2024, ha triplicado la Real Federación Española (RFEN) el número de saltadores a concurso en unos Mundiales, de tres a nueve. Y ha pasado de celebrar una final como un acontecimiento insuperable a colgarse la primera medalla en la historia de España en saltos. La única especialidad que le faltaba a los deportes acuáticos. No es fruto del azar, existe un plan trazado, aunque no deja de ser un auténtico milagro.
Sólo 88 saltadoras y saltadores, según datos oficiales de la temporada 2022-23, tienen licencia estatal en España. Una cifra pasmosamente baja, que únicamente se superó con los 98 federados entre 2017 y 2019. Y sin embargo, más de una décima parte de todos ellos están compitiendo al máximo nivel en Doha, hasta el punto de que Nicolás García Boissier y Adrián Abadía quedaron terceros del Mundo, el pasado domingo, en la modalidad de tres metros sincronizados, por delante de potencias como Gran Bretaña, que contaba con el campeón olímpico de la especialidad, Jack Laugher. “No entraba en los planes. Veníamos por y para conseguir la plaza olímpica, la medalla ha sido un extra”, admitía García Boissier.
Antes incluso que ellos, el pasado julio en Fukuoka, Ana Carvajal había obtenido ya, siendo la más joven del equipo a sus 16 años, la primera plaza olímpica para la delegación española, con su octavo puesto en plataforma de diez metros.
El salto de España comenzó en enero de 2022, con el aterrizaje como director técnico del reputado entrenador italiano Domenico Rinaldi, a quien un año más tarde se sumó Arturo Miranda, entrenador de alto rendimiento nacido en La Habana que había sido medallista mundial en representación de Canadá, en Melbourne 2007.
“Creo que es la primera vez que España está representada en esta competición en todas las pruebas olímpicas”, se congratulaba Rinaldi ante la convocatoria para Doha, con un sinfín de jóvenes, como Max Liñán y Jorge Rodríguez, nacidos en 2005, Abadía y Valeria Antolino, de 2002, y la experiencia de Rocío Velázquez y de García Boissier, olímpico en Tokio pero que hasta el pasado mayo no se había mudado a Madrid, igual que su dúo Abadía (de hecho, viven juntos) para dedicarse en exclusiva y en altísimo rendimiento a este proyecto, que se centra en la preparación física y también mental.
No en vano, reforzar la base, buscar nuevos talentos, invertir en juventud y en profesionalización es la hoja de ruta de este nuevo cuerpo técnico, que cuenta en su tercera pata con el italiano Donald Miranda, que fuera campeón europeo en Estambul 1999. Él comandó, por ejempló, la concentración que el Área de Saltos de la RFEN programó el pasado noviembre en el CAR de Sant Cugat para saltadores nacido entre 2011 y 2014. Futuro.
“En los Juegos de Atenas 2004, estaban China, Rusia, Estados Unidos… Todos, y al final ganó Grecia. El deporte es esto”, comentaba Rinaldi tras el bronce del domingo, y con la vista puesta ya en París, donde no se descarta ninguna sorpresa, tras estos Mundiales ya históricos y unos Juegos Europeos, el pasado verano en Cracovia, donde se obtuvieron medallas en el ‘Team Event’ y la plataforma sincronizada femenina. Pero el objetivo real no son estos próximos Juegos, sino los siguientes. Los Ángeles 2028 es la meta para el milagro de los saltos en España.