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BÁDMINTON | MUNDIALES

El dolor deja paso a la gloria: ¡Carolina, a la final mundial!

La española supera a la vigente campeona, Akane Yamaguchi, y accede a su cuarta final en unos Mundiales. Ganó todas las anteriores.

Actualizado a
El dolor deja paso a la gloria: ¡Carolina, a la final mundial!

Tras mucho dolor, ya sólo aguarda la gloria. Carolina Marín, la misma que se perdió los Juegos de Tokio debido a una rotura del ligamento cruzado y los meniscos de la pierna izquierda, disputará este domingo su cuarta final en unos Mundiales (sobre las 14:30, por el canal de YouTube de BWF TV), contra la número uno del mundo, la coreana An Se Young. Su hábitat. El lugar en el que nunca ha fallado (oros en 2014, 2015 y 2018). Y llegará con honores. En semifinales, este sábado, la campeona olímpica venció a la vigente bicampeona del mundo y número dos del ranking, la japonesa Akane Yamaguchi, por 23-21 y 21-13 en 53 minutos. El año pasado, fue la propia nipona quien eliminó a la onubense, sexta del mundo, en los Mundiales de Tokio. Antes, en 2021, en la Huelva natal de Carolina, Yamaguchi logró su primera corona mundial. La española estaba presente, pero sin poder jugar. La pesadilla terminó. El círculo se cierra de forma tan metafórica que asusta. Pero Carolina no teme, gana. Como siempre y hacia los Juegos de París, la oportunidad que tanto merece.

Antes, Copenhague. Y hasta los presentes Mundiales, un viaje a través de la oscuridad. La vuelta a la competición de Carolina se puede entender mediante sus enfrentamientos con Yamaguchi. En Tokio, tres meses después de la reaparición de la española, la japonesa se imponía con firmeza (doble 21-17). Carolina aún no estaba preparada. Sólo dos meses después de aquello, la campeona olímpica se tomaba la revancha en Francia. De forma contundente (21-14 y 21-18), aunque ante una Akane con problemas de salud. Su duelo más reciente, en enero, se decidió en el tercer set. Se lo llevó la japonesa, pero tras un envite de tú a tú y con ambas a pleno rendimiento. Siempre se puede perder contra las mejores. Lo trascendente es estar a su nivel. Y Carolina lo estaba. Ahora, ya es capaz de arrasar entre la élite.

En Dinamarca, donde la española aún no ha perdido ningún set (primera vez que llega a una final mundial así), se daba continuidad a lo visto a principios de año. Dos de las mejores frente a frente, sin asteriscos y con un cambio. En el primer parcial, se ofrecía otra oda al bádminton; en el segundo, una oda a Carolina. Con un toque sutil cerca de la red, la onubense estrenaba el marcador y cerraba el puño en silencio, mostrando confianza. Ya la tiene toda. “Esto es la perfección”, decían los comentaristas de la retransmisión internacional con el 3-3 de la española, una derecha muy angulada. Con el 4-5, tras coger Yamaguchi la primera ventaja de más de un punto, Carolina soltaba su primer grito. La nipona, tan fría como escurridiza, puede que con la mejor movilidad del circuito, se quería escapar y Marín, con paciencia, la retenía.

Séptima final desde la lesión

Si el primer set fuera un puerto de montaña, uno de los más duros, Yamaguchi lo subió con arrebatos, a través de ataques poderosos, pero desorganizados. Carolina, por su parte, pedaleaba con cabeza. Sin descolgarse, siempre con el maillot rival a la vista. Y guardando energías para el momento de la verdad. Del 6-10 al 10-10. Del 10-10 al 10-14. Al 12-14. Al 13-17. Las dentelladas de Akane dolían, pero Carolina siempre volvía. Tras un intercambio durísimo de 34 golpes, con la red a favor de la española y la japonesa por los suelos, llegaba el 17-18. Con un volante largo, el 18-18. Con cuatro remates seguidos al cuerpo, sin piedad, Carolina forzaba el parcial hasta el 19-19. Con otro, salvaba un punto de set en contra (20-20). Tras una mala derecha nipona, Marín se liberaba. Su primer gran rugido. A un set de la final mundial. “Determinación, vamos”, se decía antes de encarar el segundo.

Se hacía caso. Su entrenador, Fernando Rivas, asentía desde el banquillo cuando Carolina cogía aire, con 6-3 en el marcador. Esta vez, la española comandaba la escapada y Yamaguchi perseguía. Sin éxito. Con un remate en salto, paralelo, una herramienta poco vista en la Carolina anterior a la lesión, la onubense mandaba al suelo a la nipona, que se estiraba sin éxito (9-5). Ya no se levantó. La campeona olímpica disfrutó hacia su séptima final desde la lesión. Mirando a las gradas y a los suyos, que tanto le han ayudado. Lloró y se marchó firmando autógrafos. “No tengo palabras. Estoy muy emocionada. Veníamos a por esa medalla de oro y vamos a luchar”, decía. Está a las puertas de su cuarto título desde que se destrozara la rodilla. El primero fue en Madrid, 337 días después del dolor, en abril del año pasado. Con él, se proclamaba reina de Europa por sexta vez. Ahora, perseguirá su cuarta corona planetaria. El Viejo Continente siempre se le ha quedado pequeño. Y el mundo le echaba de menos.