El desafío del Encinas: “Si no fuésemos amigos sería imposible”
Tras el histórico ascenso a División de Honor, el club madrileño competirá con equipos profesionales en una liga llena de jugadores pertenecientes a la élite. El objetivo, el más difícil: la permanencia.


Han pasado más de cuatro meses desde que el Encinas de Boadilla reescribió la historia en las instalaciones del Mundial 86. Aquel 7 de junio ocurrió una de esas hazañas que para el ojo de la opinión pública pasa desapercibida, pero que no por eso es menor. Se trató, de hecho, de una de las gestas más grandes del deporte español: el club madrileño, que no tiene piscina propia y cuyos jugadores pagan por competir, ascendió a División de Honor, la categoría dorada del waterpolo nacional. Fue un momento hermoso en una tarde de deporte y espectáculo que puso en relieve dos cosas: que hay talento en Madrid para dar y tomar y que el contexto de un deporte desgraciadamente minoritario es particularmente injusto. Al fin y al cabo, hablamos de una liga profesional a la que llega un equipo que no lo es. Sin ninguna duda, una proeza que quedará en la retina de los protagonistas de la historia, que encaran ahora el mayor de todos los desafíos: la permanencia.
“Estamos en una liga profesional sin ser nosotros profesionales, y la presión y la exigencia que requiere este año el objetivo nos la vamos a poner nosotros. Tanto el cuerpo técnico como los jugadores estamos dispuestos a tener ese compromiso”, asegura Rafa Fernández, que continúa como entrenador del equipo tras conseguir dos ascensos consecutivos en dos temporadas: de Segunda División a Primera. Y de ahí, directos a la élite. “Va a ser muy difícil. Sabemos donde estamos y muchos del equipo han jugado ahí. Creo que no sabemos el nivel que vamos a tener hasta que nos veamos en el agua”, añade Dani Segura, uno de los capitanes que además es un clásico dentro de un equipo al que ha estado ligado tanto en categorías, como posteriormente en absoluto.
El Encinas llega sabiendo lo que hay. Y para ello, han tenido un largo verano de deliberaciones y trabajo colectivo para poder profesionalizar el equipo, algo que se ha conseguido sólo en parte. Conseguir patrocinadores para un club de waterpolo no es fácil, y los que han llegado (Redpiso, Macron y Dominos) han permitido que la cuota anual que los jugadores pagan se haga más pequeña, pero sin desaparecer por completo. Algo insólito dentro del profesionalismo y que les pondrá en una contradicción que es, en última instancia, un problema estructural en este deporte: mientras ellos pagan por jugar, por muy simbólico que sea ese dinero, sus rivales cobrarán por hacerlo. Vivir para ver.
Para Rafa, hay cinco equipos totalmente intocables: Barceloneta (cómo no), Sabadell, Barcelona, Tarrasa y Mataró. Y el objetivo del equipo será competir con todos los demás, siendo conscientes de lo que hay: la instalación prestada del M-86 está en obras y no reabre totalmente hasta diciembre, por lo que el Encinas ha ajustado el calendario y en la primera vuelta sólo disputará tres partidos como local, mientras que el resto serán viajes contra rivales muy duros y en ambientes hostiles. “No hemos tenido refuerzos y hay jugadores que se han ido, aunque mantenemos el bloque. Y tenemos que dar un plus para estar acorde al nivel de División de Honor”, dice Dani, que es consciente de que habrá partidos y partidos: “Sabemos que tenemos partidos que tenemos que ir más en serio, mientras que otros nos servirán simplemente para trabajar”.
Ahora, toca ir a por el objetivo: “En la primera reunión de la temporada les dije a los jugadores que nos esperaba un año duro y distinto respecto a los dos años anteriores. También les transmití que es un año en el que tenemos que trabajar mucho, tanto física como tácticamente”, asegura Rafa, que añade que habrá dos días de doble sesión (lunes y miércoles) si “se dan las condiciones”. “El año pasado lo ganábamos todo y este año tenemos que mantener esa mentalidad ganadora incluso teniendo resultados muy desfavorables”, añade Dani. Que conoce, como el resto de sus compañeros, la presión que tienen. Al fin y al cabo, son sólo el cuarto club madrileño de la historia en estar en División de Honor en el actual formato (tras Canoe, Ondarreta y Concepción) y el único representante actual tras el descenso del mencionado Canoe, también el curso pasado.
Y todo con un cambio importante en el reglamento: las piscinas de 30 metros desaparecen y se jugará en 25. “Ni nos beneficia ni nos perjudica, es distinto. El año pasado nos beneficiaba jugar en 30 (en Primera los equipos podían decidir la distancia) por el físico y el ritmo que queríamos darle, pero al estar en la liga en la que estamos en cuanto al nivel físico el resto de equipos están por encima de nosotros. Los equipos hacen doble sesión casi todos los días. Es un waterpolo diferente, en el que hay mucho más uno contra uno, mucha más verticalidad, de altura y de circulación de balón, de bloqueos en los lanzamientos. Al final son esquemas en el agua donde a nosotros con nuestro físico y nuestras virtudes se den situaciones favorables para nosotros”. “La distancia de portería a portería es menor, pero como ya hemos visto el waterpolo es distinto, es más dinámico, es más de uno contra uno. Nadas menos, pero tienes más ataques y más defensas, más contacto físico, de pelearte con el rival”, concluye Dani.
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A todo eso se enfrentará el Encinas en el más difícil todavía, después de dos años de gloria y sabiendo que el modelo actual de competición es más beneficioso porque hay un play out final que da una nueva oportunidad tras la fase regular. Todo eso tendrá delante un club que sigue soñando y que es una plantilla de amigos, de hermanos, de sangre o de corazón. “Si no fuésemos amigos y si no hubiésemos formado el grupo que hemos formado no estaríamos donde estamos. Y hay ciertos tramos de la liga en los que habrá muchos partidos muy complicados el tener a tus amigos al lado cuando las cosas van mal va a ser importante”, dice Dani. Tras dos ascensos seguidos, el segundo de ello toda una epopeya que tan inopinada como merecida, llega la élite. Y ese grupo de chavales que llevan toda la vida juntos se unirán para el último gran desafío. La permanencia. Y se han ganado el derecho a convertir el sueño en realidad. Esta temporada, Encinas-Sabadell.
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