Del ‘neurofeedback’ a la cámara de calor: así logra McIntosh ser la mejor del mundo

Tras batir hasta tres récords del mundo en tan solo cinco días, el pasado junio, la consecución de cuatro oros (200 mariposa, 200 y 400 estilos, y 400 libre) y un bronce (800 libre) en los Mundiales de Singapur 2025, en julio, convirtieron a Summer McIntosh en la mejor nadadora femenina del planeta. Así se lo distinguió World Aquatics, que ya la había considerado la mejor de 2024, año olímpico. La canadiense inicia ahora, con 19 años recién cumplidos, una nueva etapa a las órdenes de Bob Bowman, el legendario entrenador de Michael Phelps, y con Léon Marchand como compañero. Pero hasta Singapur la guio un viejo conocido de la natación española: el francés Fred Vergnoux.

Fue la propia McIntosh, después de tres años en Sarasota (Florida), quien pidió el pasado diciembre durante el Mundial de piscina corta ponerse a las órdenes del que fuera entrenador jefe de la RFEN, así como preparador y mentor de Mireia Belmonte, la mejor española de todos los tiempos. Inicialmente, todo se iba a limitar a una concentración en altura, durante tres semanas de enero en Font Romeu, en el límite pirenaico entre España y Francia, pero quedó tan encantada (“han sido los mejores entrenamientos de mi vida”, reconoció en público) que se unieron hasta los Mundiales. Unos meses que Vergnoux desgranó hace unos días en Barcelona, con ocasión del congreso para entrenadores organizado por la Federació Catalana de Natació (FCN), en una ponencia magistral a la que AS tuvo el privilegio de asistir.

Un póster con la palabra ‘Sueño’

“Lo primero que me preguntó Summer no fue ni cuánto iba a entrenar ni cómo iba a ser, sino cuál iba a ser el tamaño de su cama”, revela el técnico, quien no en vano tiene pegado un póster en una pared del club donde llevó a otros 21 nadadores hacia los Mundiales, el Cercle des Nageurs d’Antibes, con la palabra ‘Sueño’ en mayúsculas, como parte esencial de la preparación, por encima incluso de la natación y la nutrición. La canadiense, en este caso, se llevó su propio colchón para optimizar el descanso, algo que sublimó -tras pedir permiso- desayunando al margen del grupo, en la habitación, para arañarle 15 minutos diarios al despertador.

Ella misma suele gestionarlo todo, viajes incluidos, sin un mánager, únicamente junto a sus padres y, para asuntos más técnicos, un abogado. Una disciplina que traslada a la piscina, donde “llega siempre antes que nadie, porque le gusta prepararse mucho para lo que va a hacer”. Aunque metódica, su actitud es “muy natural, humilde, muy positiva e impaciente”. “El dolor es un concepto”, les repetía a sus compañeros antes de cualquier entrenamiento, en una tolerancia que es una de las claves de su éxito.

“En cualquier entrenamiento, Summer está en una zona energética más alta que el resto de nadadores”, destaca Vergnoux, “lo que explica lo buena que es esta chica: a la que salta al agua ya está nadando, siempre un nivel de desarrollo por delante”. Y con el mismo número de brazadas independientemente de su velocidad. O con una respiración sumamente rápida antes de volver a sumergir la cabeza en el agua. Virtudes que el entrenador tilda de “impactantes”.

Pero acaso el verdadero prodigio de McIntosh está en el llamado quinto estilo, que tan bien se trabaja en los Estados Unidos, donde ahora vuelve a entrenarse, por lo que el futuro es suyo: el subacuático. Ahí es donde la china de 12 años Yu Zidi, otro gran nombre propio de los últimos Mundiales, pretende “imitarla”, según confesó, para “ser tan buena deportista como ella”.

Más distancia bajo el agua en menos tiempo

Hay datos extraordinarios que avalan la impresionante mejoría de la norteamericana. Por ejemplo, el del 200 metros mariposa. En los Mundiales de Fukuoka 2023, donde ya se colgó el oro, nadó 32,48 metros bajo el agua, en los que invirtió 28.6 segundos. Este pasado verano, en Singapur, se llevó el título tras sumergirse durante 41,53 metros en tan solo 27.51 segundos. Prodigiosa. Y aún lo perfeccionará más, porque tiene entre ceja y ceja arrebatarle el récord del mundo a Liu Zige.

Un casco que monitorea el cerebro

Para llegar a ese punto, durante los meses a cargo de Vergnoux -y de los españoles Raúl Arellano e Iñigo Mujika como miembros de su staff- se sometió McIntosh a dos innovaciones. Por un lado, el ‘neurofeedback’. Dos veces por semana, se enfundaba un casco que monitoreaba su actividad neuronal a tiempo real, con calentamiento y repetición de secuencias: a través del entrenamiento cognitivo, acababa optimizando sus movimientos, sus habilidades. A diferencia de métodos mentales conocidos, este ofrece indicadores, datos precisos: la deportista sabe qué ocurre exactamente en su cerebro. Empezó a trabajarlo en Font Romeu, en enero, y lo mantuvo hasta un día antes de viajar a Asia, en julio, para la concentración previa a los Mundiales.

Como Pogacar

La otra novedad, “factor determinante para sus resultados en Singapur”, en palabras del propio técnico, es un tipo de preparación más propia de los ciclistas, como el propio Tadej Pogacar: la cámara de calor. No en vano, rodaba la nadadora en bicicleta dentro de una habituación, con una temperatura constante de 41 grados centígrados, en dos sesiones semanales de una hora cada una que compartía, entre otros, con Marc-Antoine Olivier, doble bronce en aguas abiertas en los Mundiales. No en vano, los cuatro medallistas del grupo de Vergnoux fueron quienes más se habían entrenado hasta el final en esta cámara.

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Y lo mejor de todo, desde el punto de vista de McIntosh, es que consiguió todos estos éxitos con 18 años, por lo que llegará a Los Ángeles 2028 teniendo solo 21, y que pese a reinar ya en la natación mundial “tiene márgenes de mejora en todos los ámbitos”, tal como asegura el preparador francés. Y seguramente recogerá el guante Bowman, su nuevo entrenador.

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