Habría muchísimas razones para premiar a Carolina Marín (Huelva, 32 años) por su palmarés deportivo. Por su oro olímpico en Río 2016 apareciendo desde un país sin tradición en el bádminton para asaltar un reino vetado a cualquier jugadora que no fuese asiática. Por sus tres campeonatos mundiales (2014, 2015 y 2018) dejando al mundo con la boca abierta. Por los ocho Europeos, continente en el que no ha encontrado rival. Porque ya es Princesa de Asturias del Deporte... Pero en esta ocasión AS, que ya la reconoció por todo ello, entregará a la andaluza la estatuilla de Mariscal por sus valores. Un premio, ‘Deporte en positivo’ que destaca su resiliencia, una palabra que lleva tatuada en su cuerpo.

Carolina ha sufrido tres lesiones gravísimas de rodilla. La última, cuando iba lanzada al oro en los Juegos de París 2024 y que congeló el corazón a todos. Lucha por recuperarse, también, de esta última para retirarse sobre una cancha. “Para mí, la resiliencia significa mucho. Me ha marcado tanto... cualquier obstáculo que se me ha presentado, lo he adaptado y lo he podido superar. Es ir más allá de la superación. Adaptarse y sobreponerse”, cuenta.

Unas lecciones que Carolina desgrana ahora en charlas a empresas, clubes, congresos... y que todo el mundo quiere escuchar. No en vano, según un estudio de ADESP (Asociación del Deporte Español), la andaluza es la deportista española más admirada, por delante incluso de futbolistas como Alexia Putellas y Aitana Bonmatí, Balones de Oro en fútbol. Y es que ella, además de ganar, agita los sentimientos.

Lágrimas en París 2024

Las medallas gritadas al viento (como antaño las gritaba Arantxa Sánchez Vicario) la metieron en todos los hogares, sobre todo a raíz del oro en Río 2016. Pero las desgracias también. En los Juegos de París se rompió el ligamento cruzado y los meniscos de su rodilla derecha en semifinales, en lo que era su tercera lesión grave de rodilla (ligamento cruzado de la derecha en 2019 y ligamento y meniscos de la izquierda a dos meses de los Juegos de Tokio, en los que no pudo estar). Su llanto aplacó la euforia. Estaba ganando a la china He Bingjiao por 21-14 y 10-8 cuando un mal apoyo tras un remate daba con ella en el suelo. No había consuelo. “No puede ser, me he roto, me he roto”, se escuchó decirle a Fernando Rivas, su entrenador, en el Arena Porte de La Chapelle. El abrazo con su rival fue también uno de los momentos de los Juegos y el gesto de la china, subiendo al podio con un pin de España como apoyo a la mejor jugadora de la historia.

Carolina, que en otra muestra más de resistencia no quiso dejar el parqué en silla de ruedas y se empeñó en hacerlo andando, sigue en la lucha. Entrenando. Con la meta difícil pero no imposible de volver a jugar en los Europeos que acogerá Huelva, en el pabellón que lleva su nombre, del 6 al 12 de abril próximos. “Priorizo la salud al deporte, porque la vida sigue. A día de hoy, la rodilla me sigue respetando. Ahora, más que nunca, tengo que escuchar a mi cuerpo. El competir es secundario a día de hoy. Es algo que me ha costado mucho aceptar, pero mi rodilla está muy delicada y la meta es, simplemente, llegar a esos Europeos”, explicaba en el Congreso AS Deporte en Positivo, en junio pasado.

Allí, en el Círculo de Bellas Artes, dio otras lecciones de valores. “La vida me ha puesto pruebas muy difíciles. No sé si la vida ha sido justa o injusta conmigo. Me veía en Tokio ganando mi segunda medalla de oro olímpica, sin ninguna duda, pero... Después de esas dos roturas, intentas sobreponerte. Parece que cuando Carolina supera dos lesiones, también tiene que superar una tercera. Como si fuera una superheroína. Pero Carolina es humana y siente y padece. En París, estaba muy preparada y mi cuerpo me estaba respetando, pese a que había tenido un contratiempo en la última rodilla que me operé. Estaba preparada, pero a 11 puntos de la final... Ahí vi el final de mi carrera por completo”, relató, mostrando el lado más humano de una jugadora que parece inhumana en la cancha.

Legado

Más allá de lo deportivo, la Princesa de Asturias del Deporte también mira ya al futuro. No quiere que su eclosión en el bádminton se quede ahí. “Intentaré que no se deje de hablar de bádminton en mi país. No habrá otra Carolina, porque las personas no son comparables como no lo es Alcaraz a Nadal, pero ojalá haya otro español o española que consiga lo que yo conseguí. Me encantaría, además, crear una academia en España”, enumera.

El lema, el leitmotiv, que ha guiado toda su carrera es ‘Puedo porque pienso que puedo’, que cuelga de la su sala de entrenamientos en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid. “Para mí, no es sólo una frase. Ha sido algo muy útil en momentos difíciles en los que ha habido mucha presión mediática o externa. Me ayuda a enfocarme en lo que está en mis manos”, explica. De momento, y en espera de verla de nuevo (ojalá) sobre el parqué, lo que tendrá entre ellas el 1 de diciembre será otro premio más. Especial: ‘Premio AS deporte en positivo’.

¡Tus opiniones importan! Comenta en los artículos y suscríbete gratis a nuestra newsletter y a las alertas informativas en la App o el canal de WhatsApp. ¿Buscas licenciar contenido? Haz clic aquí