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JUEGOS PARALÍMPICOS PARÍS 2024

Marta Arce y Álvaro Valera, dos incombustibles abanderados

La judoca y el jugador de tenis de mesa encabezarán el desfile del equipo español. Para ella serán sus quintos Juegos. Para él, los séptimos y últimos. Juntos suman nueve medallas y una ilusión infinita.

París
Marta Arce y Álvaro Valera, dos incombustibles abanderados

Cuando la pantalla de su móvil se iluminó y salió el nombre de Miguel Carballeda, ni Marta Arce (Valladolid, 1977) ni Álvaro Valera (Sevilla, 1982) se imaginaban que ese momento iba a ser otra de las medallas de su carrera. La llamada del presidente del Comité Paralímpico Español pilló a la judoca en la cocina de su casa. “Lo primero que pensé es: ‘¿Qué he hecho?”, bromea con AS la pucelana, que se sorprendió cuando le comunicaron que iba a ser la abanderada del equipo español en París 2024: “Mi número tenía que estar en el bombo, pero no me lo esperaba. Me apetece mucho. Es un extra de energía y confianza pase lo que pase en la competición”.

El estupor de entonces y la emoción de ahora son compartidos. Al jugador de tenis de mesa la noticia le llegó en el gimnasio. “¡Casi se me cae la pesa encima!”, exclama Álvaro, para quien esto supone “un sueño hecho realidad”. “Ya sólo desfilar con los compañeros es algo único. Es muy grande llevar la bandera”, confirma a este periódico. Ambos cuentan las horas, los minutos e incluso los segundos, para ese momento, caminando a través de los Campos Elíseos hasta la Plaza de la Concordia. “No sé cómo será. Si ambos llevaremos nuestra bandera, si se nos engancharán... pero espero un desfile un poco más vistoso que el de los olímpicos por el Sena. Yo veía un montón de rojo en un barco”, bromea Marta, con una deficiencia visual grave, por un albinismo óculo-cutáneo, que sólo le permite ver un 10%.

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Decir que el judo cambió su vida no es una hipérbole. “Llegué de casualidad. Apuntaron a mi hermano, pero a las nenas no y me dio pelusa. Durante la carrera, mis compañeros me explicaron cómo era y luego me enganché. No tuve casi acceso al deporte en la infancia ni en la adolescencia porque, en aquella época, la inclusión no se contemplaba. Si no podías hacer algo, te decían que te quitaras para no estorbar. Mi concepto de mí misma, como deportista, era pobre o nefasto. Me juzgaba con severidad. Y este ciclo, que ha sido duro, con más competiciones que nunca, a veces pensaba: ¿Por qué sigues?, tú no vales... pero con la ayuda de los compañeros y la psicóloga amueblas todo”, confiesa Marta, que ha ganado dos platas (Atenas 2004 y Pekín 2008), un bronce (Londres 2012) y un diploma (Tokio 2020) en Juegos.

Ahora vivirá los quintos con 47 años y tras colgarse un bronce en el Campeonato de Europa de Rotterdam y otro en el Grand Prix de Heidelberg. Con ambición, pero sin presión. “Siempre los afronto como si fueran los últimos, pero ya no digo nada porque lo de retirarme no es lo mío. Me siento capaz”, afirma antes de parafrasear a su admirada Teresa Perales. “No me voy porque no me da la gana”, subraya la judoca, que se siente feliz en un tatami y nerviosa ante una cita así: “Ya que he hecho todos los sacrificios, quiero una medalla”.

“Siempre afronto unos Juegos como los últimos, pero no sé si lo serán. Me siento capaz”

MARTA ARCE

A cada ‘no puedes’ que escuchaba, respondía con más y más conquistas. Marta es fisioterapeuta y coach, estudia Educación Social por la UNED, sabe cuatro idiomas (español, inglés, italiano y japonés) y es madre de Kenji, Issei y Yumi. Nada se le pone por delante. “Parece que si lo haces es porque es fácil. Yo tengo ese síndrome de la impostora. Me costó admitirlo, pero me di cuenta este año cuando empecé a escalar. El deporte te lo corrige”, asegura la vallisoletana, protagonista de su propio documental La actitud del éxito. Es el camino hacia París. “Tengo la suerte de estar muy cegata y no verles. Ellos están grabando y de repente miro a la cámara porque descubro que está ahí. Va a quedar muy natural. Igual estoy teniendo una conversación profunda con mi entrenadora Marina y hay un micro encima de la cabeza que no he visto”, se carcajea.

Su hermana —también albina— es otro ejemplo de superación. Es ingeniera de telecomunicaciones. “La vida son más que medallas”, se repite, consciente de que las más valiosas son su familia. “Mis hijos las miran tres segundos y las dejan para contarme su día en el cole. A ellos lo que les importa es que esté en casa”, reflexiona la judoca, que se perdió la cita de Río 2016 por su maternidad.

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También estaba en el cole Álvaro cuando se enamoró del tenis de mesa. Apenas tenía cinco años, los mismos con los que tuvo que aprender el significado del Síndrome de Charcot-Marie-Tooth. Esa enfermedad degenerativa que le iba debilitando y atrofiando los músculos de brazos y piernas. “Aquel crío sólo quería ser uno más y hacer deporte con el resto de chavales de su edad. El tenis de mesa era el que mejor se adaptaba a mí y la inclusión en mayúsculas. Cuando era pequeño y ganaba a algún niño sin discapacidad volvía con una sonrisa de oreja a oreja. Ahí nació ese sueño por alcanzar cotas mayores”, recuerda el palista sobre el origen de una aventura que le llevará a sus séptimos y últimos Juegos, donde ha ido ganando un oro, tres platas y dos bronces.

Su mayor éxito, su oro, data de Sídney 2000 —todavía no había cumplido ni los 18 años— y ahora quiere cerrar el círculo con otro. “Sería algo único”, se emociona alguien que no ha perdido “el cosquilleo en el estómago” y se ve reflejado en Rafa Nadal. “Está dando también sus últimos coletazos. Te invade la nostalgia. Es difícil cerrar porque la competición es adictiva, pero es un acto de madurez”, expone. Su adiós coincidirá con el de su compañero Jordi Morales.

“Ganar a niños sin discapacidad fue el origen de soñar a lo grande”

ÁLVARO VARELA

El sevillano ha descartado una prórroga y plantarse en Los Ángeles 2028. “Ha llegado mi momento, tras 25 años en la alta competición. No sólo por edad, sino también por físico. El cuerpo va alcanzando su límite”, analiza Álvaro, que hizo Turismo y es empresario. “Tuve la gran suerte de tener a mi padre, que me apoyó con el deporte y me impulsó a que, en paralelo, me formara. Estudié, emprendí a pequeña escala y fui creciendo. Ahora tengo ese camino y me centraré en la parte empresarial”, narra.

La vida de Álvaro no se entendería sin el otro Álvaro, su padre, quien le compró una mesa y se pasó horas y horas jugando con él en el sótano de casa. Él era su inspiración. Su motor. Cuando falleció, el palista tuvo que parar un tiempo. “Sufrí esa pérdida con sólo 21 años. Fue mi maestro y mi apoyo. Aquello fue un impacto fuerte y necesité un proceso largo para procesarlo, hacer el luto y remontar. Ese paréntesis me sirvió para hacer un trabajo personal y salir fortalecido”, explica sereno, antes de rematar: “Siempre le tengo presente”. La vida le quitó y también le dio. Tres títulos mundiales y cuatro europeos, más de once años consecutivos como número 1 del ranking internacional (de enero de 2011 a junio de 2022) y la Federación Internacional de Tenis de Mesa le eligió el mejor jugador en 2015. Ahora tiene ante sí su último tren: “Algo bueno va a venir”. Ellos, Marta y Álvaro, con sus banderas, marcarán el camino en París.

Los otros abanderados paralímpicos

JUEGOSABANDERADOS
París 2024Marta Arce y Álvaro Varela
Tokio 2020Michelle Alonso y Ricardo Ten
Río 2016José Manuel Ruiz
Londres 2012Teresa Perales
Pekín 2008David Casinos
Atenas 2004Sara Carracelas
Sídney 2000Javi Conde
Atlanta 1996José Manuel Rodríguez
Barcelona 1992Javier Salmerón

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