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Mark Darbon se estrena en el Open: “Queremos ser mejores, no más grandes”

El ejecutivo que sucedió a Martin Slumbers al frente de la R&A afronta su primer British al mando con interrogantes sobre la rotación, la bola, Trump...

Mark Darbon se estrena en el Open: “Queremos ser mejores, no más grandes”
Paul Childs
Jorge Noguera
Nació en Madrid en 1995. Doble grado en Periodismo y Audiovisuales por la Rey Juan Carlos. Un privilegiado, hace lo que siempre quiso hacer. Entró en AS en 2017 y se quedó. Salvo un paréntesis en Actualidad, siempre en Más Deporte. Allí ha escrito sobre todo de rugby, golf y tenis. Ha cubierto el British Open, la Copa Davis o el Mutua Madrid Open.
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Entre otras muchas cosas, los grandes del golf son interesantes porque son una buena oportunidad para escuchar a quienes dirigen este deporte analizar el estado del mismo. En el British Open es el turno de Mark Darbon, el hombre que tras la edición del año pasado sucedió a Martin Slumbers al frente de la Royal & Ancient, la institución que gobierna el major más antiguo y todo lo relacionado con el golf fuera de los Estados Unidos y México.

Si Slumbers hizo de su mandato un intento por modernizar una organización nacida en 1754, en paralelo al Old Course de St. Andrews, pero que desde 2004 opera desligada (aunque mantiene allí sus oficinas) del campo que fue cuna del golf, el de Darbon podría resumirse en una frase pronunciada este miércoles durante su rueda de prensa en Royal Portrush, la sede que desde este jueves hasta el domingo acoge la 153ª edición del torneo: “No queremos ser más grandes, queremos ser mejores”.

El inglés, un graduado de Oxford de 46 años ahora con hándicap 3,1, tuvo un rol importante en la organización de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y después fue CEO de los Northampton Saints, equipo de la Premiership de Rugby. Como cabeza de la R&A ha recibido varias carpetas ‘calientes’, principalmente en lo referente a la rotación del British, pues otro tema espinoso, el de la nueva bola que se pondrá en juego en 2028 para hacer frente al aumento de las distancias en el nivel profesional, ya lo dejó muy encarrilado Slumbers antes de su salida. Y no es un asunto en el que Darbon, a tenor de sus palabras, “estamos muy centrados en su implementación”, vaya a protagonizar un cambio de rumbo.

Otra cosa son las sedes que están ahora mismo ‘vetadas’ de una u otra forma. Darbon fue preguntado en ese ámbito tanto por Turnberry como por Muirfield. La primera, una de las más reverenciadas en la historia de la cita, no ejerce desde 2009, cuando Stewart Cink se convirtió en villano para muchos evitando que Tom Watson alzara a los 59 años su sexta Jarra de Clarete, debido a sus lazos con la familia Trump, su propietaria; la segunda, el lugar donde se escribieron las primeras reglas del golf, acumula ya 12 años sin acoger el evento, peaje por su reticencia a incorporar mujeres entre sus socios, una condición que Slumbers estableció como sine qua non para tener consideración.

“Amamos Muirfield, y tenemos conversaciones regulares con ellos. Pero hay algunas cosas que tenemos que hacer evolucionar allí. El campo de prácticas tal y como es ahora es un desafío para un Open moderno, y hay otros trabajos que tenemos que llevar a cabo para adaptar la infraestructura a nuestras necesidades, por ejemplo un cableado acorde a la magnitud de la producción que llevamos a cabo ahora. Tenemos un diálogo sano y nos encantaría volver en el futuro”, aseguró con elegancia sobre el segundo caso, dejando un mensaje entre líneas para el que quiera verlo, sin tocar directamente el tema de las restricciones de género.

También se refirió a “desafíos logísticos” al abordar la ausencia de Turnberry, aunque su predecesor dejó bien claro que si el Open no volvía por ahora a esas latitudes era principalmente por el hecho de que la titularidad de la propiedad del resort pudiera desviar mucho el foco de la parte deportiva del torneo. “Hemos sido extremadamente claros en nuestra posición respecto a Turnberry. Nos encanta el campo, pero si miramos la escala del montaje que necesitamos, hay trabajo que hacer en el acondicionamiento de carreteras, vías férreas y alojamiento. No lo hemos eliminado explícitamente de nuestra rotación, pero hay cosas que resolver”, explicó. Y aseguró que se siguen dando conversaciones en torno a ello con la familia Trump: “Me reuní hace un par de meses con Eric Trumo (hijo de Donald) y fue una discusión muy enriquecedora. Sabemos de dónde venimos y los desafíos que tenemos”.

Bolsa de premios ‘congelada’

Eventualmente el Open volverá a Muirfield y a Turnberry, por el simple hecho de que son sedes demasiado buenas para prescindir de ellas sine die, maxime cuando las posibilidades de la R&A, incluso aunque se implemente una nueva bola, seguirán adelgazando con el paso de los años conforme la tecnología y la cada vez mejor preparación física de los jugadores siga dejando cortos los campos. Seguramente entren de nuevo en la rotación durante el mandato de Darbon, que hasta entonces celebra los “108 millones de golfistas” que actualmente están bajo jurisdicción de la R&A, y el gran estado de salud que goza su torneo bandera, que este año recibirá a 280.000 espectadores (récord para una edición no celebrada en St. Andrews) y ha tenido que rechazar casi a otro millón más que solicitó entradas. La gente quiere verlo y los jugadores se mueren por jugarlo, algo que permite que este año la bolsa de premios, en un movimiento a contracorriente, se mantenga en 17 millones de libras (unos 19,5 de euros). Ni una más que el año pasado, y aun así un 60% más de lo que se repartió en Portrush la última vez que acogió el Open, en 2019.

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