El palmarés de María Pérez García (Orce, Granada, 29 de abril de 1996) es tan extenso que hay que hacerle sinopsis: cuatro oros mundiales, un título europeo, dos medallas olímpicas (oro y plata), Premio Nacional del Deporte, Medalla de Oro de la Real Orden del Mérito Deportivo, primera y única española en tener un récord mundial de atletismo (35 km marcha con 2h37:15), pionera en el sexo femenino en alcanzar el doble doblete planetario (20 y 35 km marcha) sumándose al exclusivo club del jamaicano Usain Bolt (100 y 200), el estadounidense Carl Lewis (100 y longitud) y el británico Mo Farah (5.000 y 10.000). “Soy simplemente María. Las personas son con su esencia natural y a mí nunca me ha comido el personaje. Lo he conseguido todo y estoy en paz conmigo misma”, afirma a AS la locomotora prodigiosa de 156 centímetros y 48 kilos.

En su debe futuro sólo tiene dos casillas por marcar: el oro olímpico individual (en París ganó el relevo junto a Álvaro Martín), el Premio Princesa de Asturias y ser madre. Las dos primeras no le obsesionan ni le preocupan. La tercera es su gran objetivo de vida tras los Juegos de Los Ángeles 2028. “Soy muy cabezota, como se me meta algo entre ceja y ceja no paro hasta conseguirlo”, suele decir la granadina. El Premio AS del Deporte no es una prioridad, pero ya es habitual en su lista de la compra anual: “Estoy orgullosa de conseguir reconocimientos como el Premio AS, pero quiero decir que para mí es de todo mi equipo de trabajo que está detrás. La marcha es una familia”.

Ese equipo y esa familia tiene a Daniel Jacinto Garzón en letras mayúsculas. El mentor y entrenador de María en la marcha desde que la española tiene 11 años. Con él en estos 18 años lo ha ganado todo. Con él ha sufrido y llorado de alegría y pena. Por los éxitos. Por las descalificaciones de aquel horrible 2022. Por las medallas logradas por todo el planeta. Por Catarroja (localidad donde vive parte de la familia de Garzón) tras ser golpeada por la DANA en 2024, como tantos otros municipios valencianos. “María Pérez no sería nada sin Jacinto Garzón. Es la cabeza pensante y el que hace que yo esté lista para pelear por las medallas el día D y la hora H”, decía a este medio en Tokio 2025, donde lograba su segundo doblete planetario, la primera mujer en la historia en alcanzar un doble doblete consecutivo.

“He aprendido más de las cosas malas que de las buenas. El camino es duro y las cosas sientan muy bien cuando vienen después de momentos difíciles. En mi carrera hubo momentos de querer tirar la toalla. Pasé momentos de soledad, he llorado mucho…“, recuerda el torbellino andaluz. Pero pese a todo lo vivido y sufrido, nunca dudó: “Antes de competir siempre pienso que no hay nadie mejor que yo. No tengo pensamientos negativos, es algo que diferencia al ganador del perdedor. Todo el mundo debe pasar por cosas malas, si no no seríamos conscientes de lo que cuestan las cosas en esta vida. Cuando te encuentras grandes piedras por el camino es cuando vas a aprender y mejorar, no como deportista sino también como persona”.

Crecimiento personal que le hace agradecer formar parte de una generación única en la historia del deporte español: “Me siento una privilegiada de vivir en una sociedad donde a nivel deportivo hay tantísimo nivel compartiendo los mismos años con Carolina Marín, Mireia Belmonte, Saúl Craviotto, Rafa Nadal...”. El manacorí, ganador de 22 Grand Slams, es todo un referente para María. “Rafa Nadal solo hay uno. Es un encanto como persona y digno de admirar. Y quizás nos parecemos en la mentalidad y en la manera de competir. No rendirse nunca y voltear situaciones cuando otros bajan los brazos. Son deportes diferentes, pero posiblemente sí que hay similitudes”, asegura antes de cerrar el tema con una frase bajo la que seguro firmaría el tenista: “Cada vez que me pongo la camiseta de España doy lo mejor”.

Orgullo de mito, realidad mundana. Porque María mezcla siempre esa doble vertiente, es una estrella planetaria del deporte y a la vez es una persona humilde y cercana. Real. Sin corona. Como cuando explica con mirada pícara y sonrisa infantil su único pecado en las competiciones: “El día que me echen de un país o no me dejen entrar, ya sabrás por lo que es. Ni me habré peleado ni metido con nadie... es porque llevaba más jamón de la cuenta y me lo han pillado. En los viajes lo llevo por todos lados. Debajo de la ropa, en los compartimentos de las maletas... Como va envasado al vacío y no huele... El jamón, el aceite y el tomate para mí es lo mejor que tenemos”. O como cuando reconoce que le cuesta verse como alguien no anónimo: “Sinceramente, no soy consciente de lo que he conseguido en mi trayectoria. Si noto que la gente me conoce más, soy un poco más consciente de que ya no puedo liarla o hacer las tonterías que hacía en los aeropuertos”.

Por último, María aprovecha para dar las gracias por estar presentes en los lugares en los que ella logra sus proezas. “Los medios de comunicación tenéis una labor importante que es transmitir lo que nosotros los deportistas hacemos para acercarnos más al espectador y eso hace que tengamos más repercusión”. Por delante, al menos quedan Birmingham, Pekín y Los Ángeles para seguir contando las hazañas del torbellino de Orce, la locomotora de la marcha. Un ejemplo de trabajo, talento y valores.

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