AS reúne a Michael Phelps y Teresa Perales: “¡Suerte en París!”
Michael Phelps coincidió con Teresa Perales, que aspira igualar sus 28 medallas olímpicas en 2024. “Pensé en el suicidio”, confiesa el Tiburón.
“¡Ahora tenemos que ir a París, sí o sí. Hay que empatar con él!”. Con el brillo de ilusión en los ojos y una sonrisa aún más grande de la que luce siempre, Teresa Perales lanza ese recordatorio a Irene, su fisio. Un minuto antes, y por iniciativa de AS, acaba de posar junto a Michael Phelps para una foto. La primera que se hacían juntos. “¡Suerte en París, nos vemos allí! Me parece increíble que puedas acudir a unos séptimos Juegos!”, le desea el Tiburón de Baltimore. En esa foto se reúnen 55 medallas olímpicas y paralímpicas. Él tiene 28 (23 de oro). Ella, 27 (siete doradas). El estadounidense es el deportista con más medallas absolutas en Juegos, por delante de las 18 de la gimnasta rusa Larisa Latynina. Ella es la española más laureada entre olímpicos y paralímpicos y lucha por estar el año que viene en París. Por ganar otra medalla ya con 48 años.
Dos vidas diferentes, pero a la vez dos almas gemelas. La aragonesa, toda una vida compitiendo y conviviendo para sacar lo mejor de una discapacidad. El de Baltimore, frente a sus demonios mentales. El camino, las medallas. Pero para los dos no el fin. “Yo pensé en suicidarme y eso da miedo. Hay luz tras el túnel y quiero animar a la gente a que luche”, explicó Phelps. “Hablar de salud mental me ha salvado la vida”, contó emocionado en el Congreso Wobi en Madrid, donde los dos dieron una charla a directivos de empresas.
El estadounidense inició su carrera de cinco Juegos en Sídney 2000, con sólo 15 años. Allí no ganó y eso encendió su fuego. Tras Atenas 2004, donde ganó seis oros y un bronce, llegó la depresión. “Toqué fondo sin hablar con nadie. En 2008 caí en la misma espiral. Y en 2014 tuve otra y ya no quería estar vivo. Decidí ir a un centro de rehabilitación para seguir viviendo. Allí pasé los 45 peores días de mi vida. Me sentí vulnerable por primera vez. Entré con un escudo y no me comunicaba. Tras tres días, bajé la guardia. Ahora puedo mirarme al espejo y ver a una persona, no a alguien con una gorra y unas gafas de sol. Ya no me asusta decir nada. Ojalá la gente pueda luchar como yo. Una de cuatro personas tiene un problema de salud mental, ¿y cómo es posible que no hablen? Naomi Osaka, Simone Biles... Han alzado la voz y han compartido su viaje. Y eso salva vidas”, siguió con su discurso el mejor deportista de la historia.
Perales fue golpeada por una neuropatía con 19 años. Cuatro antes, había perdido a su padre. Un ejemplo de convertir reveses en éxitos. Para, también, ayudar a la gente con su experiencia. “Soy un culo inquieto, a pesar de estar siempre sentada, y eso lo resume todo”, bromea. “Mi primer entrenador, Ramiro, una vez me quité el chaleco salvavidas que me compró mi madre cuando comencé a nadar con 20 años, me dijo: ‘Eres un diamante en bruto al que hay que pulir’. Esa frase me cambió la vida. Otros me veían como un proyecto frustrado. Esa frase te lleva hasta el infinito y más allá”.
“La discapacidad te afecta, pero no te determina. Y decidí que mi vida iba a merecer la pena”, explica. “El deporte me ha ayudado a cambiar la forma en que la gente me mira. Nadie me mira con pena”, sigue. Ahora, tiene afectado su brazo izquierdo y ha tenido que cambiar de categoría. “Nado sólo con un brazo, pero no me he rendido. Habría sido absurdo. No me rendí antes de Tokio, donde fui plata cuando 15 minutos antes se me había vuelto a salir el hombro. Hay que sentirse orgulloso de uno mismo. Es lo único que podemos controlar. Escribir nuestro propio guion”.
Teresa sólo había coincidido con Phelps el mes pasado en otro foro en Bogotá, Colombia. Pero el saludo fue fugaz y la única foto acabó frustrada, tirada por su marido y de soslayo. “A Michael le he dado las gracias porque ha sido mi motivación desde 2012, porque entonces alcanzamos el mismo número de medallas, 22. Tras esos Juegos en Londres, alguien escribió un titular: Tiburón de Baltimore, 22; Sirenita del Ebro, 22, al que estaré siempre agradecida porque entonces me conocían en mi pueblo y ya está”, relata divertida.
“Me han hecho un regalo increíble. Estoy aquí como telonera de Michael Phelps, eso no me lo hubiera creído en la vida”, resume la aragonesa. A su lado, el ídolo. El hombre que estuvo siete años entrenando todos los días sin descanso, sin fallar uno, para ser el mejor. Y que se asombra ante la resistencia de Perales. Dos héroes. Olímpicos y paralímpicos. Y de la vida.
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