UNA AVENTURA EN ÉPOCA COVID-19
Un Tour por Europa en los tiempos de la COVID
Nil Cabutí llegó el 28 de diciembre a Barcelona después de pasar por 43 países y recorrer 25.711 km en su bicicleta desde el 27 de febrero.
Llegó el 28 de diciembre a Barcelona después de recorrer en bicicleta 25.711 kilómetros por 43 países en 306 días en una Europa machacada por la COVID. No era ninguna inocentada, sino que se trataba de la gesta del ingeniero de caminos de 30 años Nil Cabutí, que ha vivido sin lugar a dudas los diez meses más apasionantes de su vida. "Si te propones algo y eres constante, puedes lograrlo. Me marqué un reto diario y me ha funcionado. En este viaje me he dado cuenta de que hay que ponerse objetivos", resume ahora, mientras aterriza poco a poco en su realidad.
Cabutí inició su ruta el 27 de febrero, pero todo había empezado mucho antes: "Llevaba meses preparando el viaje. Había pedido una excedencia en el trabajo, había mirado las rutas, había hecho un curso de mecánica... Quería llegar a Singapur, que es el punto más lejano sin contar Rusia que puedo recorrer en bicicleta". Este ingeniero que de adolescente competía en pruebas ciclistas midió milímetro a milímetro su equipaje: tienda de campaña, saco de dormir, herramientas, ropa, cargadores potátiles para el teléfono, una placa solar, un cuchillo para "cortar el pan" o un spray pimienta para combatir contra "los perros callejeros que te sorprenden en algunos países". Algunas herramientas no las utilizó pero le daban "seguridad".
Cuando salió de Barcelona rumbo a Francia miraba la pandemia desde la lejanía ("creía que quizás en China me harían volver"), pero en ya en Italia las cosas se pusieron más peliagudas: "Debía entrar en el país por Lombardia, pero el día anterior lo confinaron. Encontré un pasadizo por Génova, y al día siguiente confinaron Italia entera". Fue en ese momento cuando su aventura programada pasó a ser improvisada.
Del pan y el pavo a los entrecots y la pasta
"Perdía una hora cada mañana en buscar alojamiento en el lugar de destino. Siempre encontraba algun cobijo para no utilizar la tienda de campaña, que era mi último recurso. Fui a hoteles vacíos, que te daban la llave con guantes, pagabas y te ibas por la mañana. Mi idea era comer en restaurantes de menú al mediodía y comer de supermercado por las noches. La comida es la gasolina, pero tuve que tirar siempre de supermercado durante marzo y abril, los meses más duros", relata.
De esa manera, Cabutí aborreció el pan, el pavo o el salmón ahumado envasado, y disfrutó los días en los que el alojamiento disponía de cocina para freirse un entrecot o prepararse un plato de pasta. Habló con su familia y amigos a diario, escuchó la radio que le hacía compañía ("soy solitario y eso me ha ayudado a pasar los días, el 95% del tiempo estaba solo") y llegó a Croacia, donde le negaron el paso: "Ahí vi que era imposible llegar a Singapur, así que decidí irme al norte, donde la pandemia parecía más controlada".
Cabutí siguió aferrado a su bici por Europa y notó "un cambio" de Polonia a Alemania: "La vida era casi normal". Eran finales de abril cuando siguió ascendiendo hasta llegar semanas después a Suecia: "Todo estaba abierto. Me acogió gente en sus casas. Allí podías hacer de todo y las personas iban sin mascarilla". Siguió su ruta hasta el Cabo Norte donde "me sentí vulnerable, rodeado de montañas, nieve, solo... Fue espectacular". Incluso sorteó un percance: "Se me cayó el móvil mientras iba en bicicleta. Tuve la suerte de que no se rompió. No sé qué hubiera hecho, porque era mi gps, ni vínculo con los míos... Lo era todo".
De Transnistria a rememorar su niñez en Kosovo
Durante este periodo ha sorteado también la pandemia ("me hice dos PCR") y ha conocido modos de vida distintos, como en Bielorrusia: "No hablan inglés, no distingues los supermercados de los bancos y nadie quiere hablar contigo". Incluso, ha conocido una nueva región en Moldavia, Transnistria, que es independiente y en la que no hay tarjetas de crédito, ni bancos internacionales y en la que se topó con algunos problemas para cruzar la región.
Cabutí rememora un momento emocionante en Kosovo, cuando se hospedó con una familia autóctona que le explicó la historia del país y la guerra de principios de siglo: "Con 10 años, donaba alimentos para los niños de Kosovo. Y, 20 años después, una familia me explicaba cómo lo vivieron, me chocó bastante este contraste". Menos vital fue su paso por Holanda o Suiza, donde logró alojarse en casa de amigos o familiares, en "ciudades desiertas". La bicicleta le ha abierto muchas puertas: "En las fronteras no entendían que estaba haciendo".
Con la llegada del otoño, Cabutí fue regresando poco a poco a España. Llegó a Tarifa y estuvo en Portugal, para poder cumplir su segundo reto que era llegar con su bicicleta a los puntos más extremos de Europa (sur, norte, este y oeste), y la Navidad ya la pasó en una segunda residencia de la familia en Andorra, aunque las restricciones impidieron que lo hiciera acompañado. El 28 de diciembre aparcó su bici en Barcelona. Un testigo único que el COVID le abocará otros recuerdos, con sus 80 kilómetros de media al día, 306 etapas y un nuevo objetivo: "En tres años quiero ir a Singapur, tengo la espina clavada".