A por el 'Dunarazo' con el aventurero Delgado
España, tras el oro en categoría femenina, busca el doblete. La masculina se enfrenta este domingo a la anfitriona, Hungría. Habrá 12.000 fans en la grada.
La Selección masculina de waterpolo ha sido campeona olímpica (1996) y Mundial (1998 y 2001), pero nunca de Europa. Una de esas contradicciones que intentarán remediar los chicos de David Martín esta tarde en el Duna Arena (19:00, TDP) ante Hungría y sus 12.000 espectadores, en un ambientazo en la cuna del waterpolo, Budapest.
Solo hay dos jugadores que se estrenan en una final internacional. El primero es el barbilampiño Bernat Sanahuja, de 19 años, joven valor que le marcó dos goles a Serbia en cuartos. El segundo, Adrià Delgado, quien a sus 29 años ha encontrado su sitio. “De los 16 a los 22 años jugué en el Barceloneta, pero decidír irme a Brasil. España estaba hecha y no tuve hueco”, dijo el jugador que milita en el CN Barcelona.
La historia de Delgado, como la de su familia, está repleta de aventuras. Su abuela paterna nació en la Barceloneta y su abuelo, “un antisistema”, en Écija. Ambos decidieron emigrar durante el franquismo a Río de Janeiro, y allí es donde vivió sus primeros ocho años el padre de Delgado, de mombe Manuel, quien introdujo a la familia en el waterpolo. Fue portero de la Selección en Moscú-80 y una lesión en un ojo le retiró antes de tiempo.
“Tengo la doble nacionalidad y en 2012, cuando llegué a Brasil, intenté ser seleccionable. El país se volcó con el deporte para sus Juegos. Me fichó el Fluminense y cumplí mi sueño de vivir unos Juegos. Nos fue bien, ganamos a Serbia pero Croacia nos apeó en cuartos. La victoria del otro día en semifinales fue una revancha para mí”, explica el jugador.
Después de esos cuatro años intensos en Brasil, Delgado se fue jugar a Hungría. Estuvo un año en el histórico Vasas SC, doble campeón de Europa en los 80. “A veces debes salir de casa para que te valoren. Jugar en la cuna del waterpolo era cumplir un sueño. El ambiente es fantástico, como el que nos espera este domingo”, dijo. Tras esa experiencia, se marchó otro año a Bucarest, Rumania, para jugar en el Steaua. En 2018 lo acogió el CN Barcelona. “Les tengo que agradecer que apostaran por mí”.
Recién llegado a la Selección, el barcelonés, que coincidió de jugador con David Martín (“ya se le veía como la mano derecha del entrenador”), destaca el aspecto físico de un equipo que tiene jugar siempre al límite. “No tenemos la calidad de otras selecciones, por lo que a nivel físico hay que llevar el partido a la extenuación. Que tiren con estrés, que estén cansados... La defensa es la clave”, valoró. Estos últimos éxitos han cambiado la historia. “Es lo que pasaba antes con Hungría, nadie quería verlos ni en pintura. Ahora pasa con nosotros. Eso tiene trabajo y mérito”.