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RUGBY | MUNDIAL

La trituradora sudafricana no da opción a Japón

Los Springboks controlaron de principio a fin el rugby dinámico de los anfitriones y terminaron con su cuento de hadas. Gales, rival en semifinales.

La trituradora sudafricana no da opción a Japón
MATTHEW CHILDSREUTERS

El cuento de hadas de japonés en su Mundial tocó a su fin este domingo en Tokio. Allí se encontró con un villano recurrente, Sudáfrica, puro oficio para plantarse en semifinales de la cita (3-26), en las que se verá con Gales.

Los Springboks liquidaron a Japón con sus armas de siempre. La libreta de Rassie Erasmus estuvo clara desde el principio. Ensuciar los puntos de encuentro y poner una presión asfixiante en las subidas defensivas. Así, el rugby expansivo y supersónico de Japón no llegó a aparecer. No pudo. Matsushima y Fukuoka, puñales en las alas y Lafaele, mariscal de campo durante todo el torneo, no tuvieron balón.

A partir de ahí el timón del encuentro estuvo en manos sudafricanas. Se adelantaron pronto los Bokkes con Mapimpi culminando una jugada de pillo de De Klerk a la salida de una melé. Seguramente el hombre del partido, el 9 de Sale Sharks fue una brújula para sus delanteros y un incordio para Japón, valiente en el placaje y una sombra constante para Nagare, su par nipón. Respondió Japón con un golpe de castigo pasado por Tamura pero al descanso el partido ya era lo que quería Sudáfrica, que si se fue a vestuarios con un exiguo 3-5 fue por problemas en el juego abierto a la mano.

No los tenía en su delantera, una trituradora humana que manejó el partido a su antojo en la segunda mitad. El engranaje era perfecto: bombardeo de patadas para jugar en campo nipón y allí el pack Bokke sacaba golpes en melés abiertas y cerradas que pasaba entre palos Pollard. Un goteo que dejó el tanteo en 3-14 a quince minutos del final, cuando Marx abandonó un maul que había avanzado desde medio campo hasta la 22 japonesa y cedió a De Klerk para que liquidara el partido.

Mapimpi, ya en el 70', firmó su doblete, epílogo de unos Cherry Blossoms que, como decía estos días el presidente de World Rugby, Bill Beaumont, "han conquistado mentes y corazones por todo el mundo". Ahora tienen el deber de llegar igual o más fuertes en Francia 2023. Son un soplo de aire fresco que el rugby no se puede permitir perder.