"Ahora, ganar depende más de nosotros que de los rivales"
Álvaro Granados (Terrassa, 1998) es unos de los jóvenes valores de la Selección masculina de wateprolo, un lanzador empedernido y torpe en otros deportes.
Cerraron ante Nueva Zelanda la fase de grupos y acabaron segundos. ¿Qué balance hace?
La fase de grupos fue peculiar porque solo jugamos un partido de nivel. Y ese día ante Hungría no estuvimos en nuestro mejor juego, pero somos optimistas. Tenemos un partido de octavos que sabemos que no será fácil pero el rival es asequible. La derrota ante Hungría no supone gran cosa. Nuestra preparación fue corta pero intensa. Hemos llegado bien.
¿Cómo matan el tiempo libre en la villa?
La villa es impresionante. No estuve en unos Juegos y mis compañeros dicen que es parecido. La experiencia es buena y la organización, increíble. En el tiempo libre vemos películas o series.
¿Le han sorprendido algunos resultados o era lo esperado?
Croacia es el coco y el resto de partidos son los esperados. Los croatas son increíbles y el rival a batir. A ver si nos los cruzamos en la final.
¿Cree entonces en alcanzar el listón del Europeo, donde se colgaron la plata?
Hemos venido para quedarnos. No fue casualidad lo del Europeo. Estamos trabajando bien y queremos seguir entre los cuatro primeros. Ese campeonato nos dio confianza, nos hizo ver que podemos competir contra quien sea. Sabemos que los cuartos de final son determinantes. Esa es la realidad, como en cualquier deporte. Podemos competir, ganar o perder. Pero la diferencia es que antes decíamos ‘quizás ganamos’, y ahora lo vemos en nuestras manos. Depende más de nosotros que de los rivales.
¿Cómo les ayuda estar más de la mitad de la Selección en el Atlètic-Barceloneta?
Nos une estar juntos. Estamos todo el año en el mismo equipo y el aprendizaje es constante, ya tenemos el ritmo de alta competición porque es nuestro pan de cada día. Es un privilegio jugar a este nivel.
El pasado verano, todas las selecciones nacionales, de juveniles a la absoluta, ganaron medallas internacionales. ¿Cuál es el secreto?
No hay secreto, como nada en la vida. Desde dentro vemos que las cosas se hacen bien y hay un gran cuerpo técnico. Hace unos años no habían tantos triunfos pero ya veíamos que podían llegar. Y ahora se ven los resultados.
Usted es de Terrassa, ¿no le dio por el hockey hierba?
Tengo amigos que juegan a hockey, pero me especialicé tan pronto con el waterpolo que no probé más. Soy pésimo en otros deportes. No sé coger un balón. Me sacan del waterpolo y si le doy a la pelota ya tiene mérito.
¿Cómo empezó?
Nadaba de niño en el colegio y mi madre me apuntó a natación, pero luego con siete u ocho años ya me pasé al waterpolo. Mi familia no sabía nada de waterpolo ni de los deportes de agua. Yo inicié ese camino. Nos gustó este mundo y mi hermano se unió también. Mis padres son el pilar fundamental, como el de cualquier deportista. Ellos son los que más me apoyan y todos mis triunfos tienen algo suyo.
¿Y de dónde le viene esa competitividad?
Recuerdo que de niño era muy competitivo, no soportaba perder y lo daba todo. Me han castigado muchas veces por rabietas, por querer ganar y no poder.
¿Y eso trasladado al agua le ayuda a coger responsabilidad en el lanzamiento?
Forma parte de mi carácter y de mi forma de jugar. Nunca me pesó el balón, de hecho me han tenido que frenar, y lo agradezco. No es una virtud ni un defecto, simplemente con la experiencia me iré regulando.
¿A qué jugador admiraba de pequeño?
Al waterpolista que más he admirado ha sido a Felipe Perrone. Hace unos dos años que empecé a jugar con él y fue un sueño. Intento escuchar todo lo que me dice. Es un jugador diferente y el espejo donde nos miramos. Nos ayudan mucho a todos.
¿Y cómo lleva los estudios de Derecho?
Soy un desastre... O digamos que la organización no es mi fuerte, pero soy consciente de que tengo que estudiar y puedo estar horas seguidas haciéndolo. Le dedico mucho tiempo. En exámenes tengo que poner pico y pala y justo acabé antes de venir a Gwangju. Estuve un mes muy metido en ello.