El brasileño Ferreira decidió la Champions para el Vardar
La defensa del Veszprem se volcó con dureza para controlar al gigante Kristopans, pero García Parrondo tenía un plan B: jugar con los pivotes.
Lo que grandes entrenadores de reconocido prestigio lo pelean durante una vida y sin éxito, Roberto García Parrondo (madrileño, 39 años) lo hace en su primer año de entrenador profesional. Éxito descomunal para un preparador que llegó a un club en derribo, del que habían huido sus mejores jugadores de los últimos años, como Sterbik, como Cindric, como Álex Dujsebaev, como Cañellas...porque el club avisaba que no podía pagar, y de hecho esta temporada el plantel percibe el sueldo base que marca el país, menos de 600 euros al mes para sobrevivir, Bueno, pues en esas condiciones ha trabajado Parrondo el año de su debut, y ha hecho campeón de Copa y de Liga a su equipo, y campeón de Europa en el último partido de la temporada. 27-24 (16-11) ante el Veszprem húngaro que jugaba su cuarta final, y que vuelve a perder en la que se esperaba que fuese la oportunidad definitiva para honrar a dos estrellas que se despedían del balonmano en Colonia: Laszlo Nagy e Ilic; no, no han tenido la despedida que esperaban. Y el Vardar, segunda final, segunda victoria: la primera hace sólo dos años.
Fue un choque intenso, duro, a cara de perro. El Veszprem había visto el partido del Vardar ante el Barcelona, y decidió que no, que el gigante Kristopans no le había a amargar la tarde. El letón siempre tuvo sobre él el contacto de la defensa húngara, jugadores de más de dos metros y más de 120 kilos. No le concedieron ni un metro para que pudiese lanzar desde su altura imposible de bloquear, y le rebajaron la aportación ofensiva (el letón se marcó un partidazo en el centro de 6-0 macedonio). Lo interesante del Vardar es que tenía otro plan para este partido: jugar con el pivote. Sí, porque la final de la Champions europea la decidió el acierto de un brasileño, Ferreira, seis goles sin fallo, pero forzando penaltis, exclusiones, y rompiendo la defensa magiar.
El Vardar además tenía dos cerebros en la pista, Skube y Karacic, de hecho fue elegido el mejor jugador del partido, quizá por su esfuerzo a lo largo de todo el partido, por ser una especie de saco de boxeador, y por ver los pases a Ferreira mejor que nadie.
En la primera mitad el Vardar ya tomó ventaja (16-11) minuto a minuto, pero nadie aseguraba el triunfo porque a David Davis le quedaba una bala en el banquillo, Arpad Sterbib, que salió en la segunda parte, cojo, pero metiendo tanta presión a los rivales que en minuto 40 había partido: 17-16. El Veszprem tenía un grave problema en ataque, y sólo vivía de los penaltis que marcaba el francés Mahe (6), y de Nenadic (4) que no llegó al nivel de las semifinales.
Por eso el Vardar se pudo recuperar de la intimidación que generaba Sterbik, y además también sacó beneficio al pavor que generaba Kristopans, lo que obligaba al Veszprem a seguir con la intensidad defensiva que traía exclusiones. A cinco minutos del límite, 24-23, final incierto, pero estaba más entero el equipo macedonio, con un gol y una recuperación de Kristopans en ese desenlace para marcar las distancias definitivas.