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Rams 3 - Patriots 13

Los Patriots ganan la Super Bowl con la obra maestra de Belichick

New England ganó su sexta Super Bowl, con Edelman elegido MVP, después de dominar y torturar durante todo el partido a unos Rams inoperantes.

Madrid
Feb 3, 2019; Atlanta, GA, USA; New England Patriots quarterback Tom Brady (12) reacts after Super Bowl LIII against the Los Angeles Rams at Mercedes-Benz Stadium. Mandatory Credit: Robert Deutsch-USA TODAY Sports
Feb 3, 2019; Atlanta, GA, USA; New England Patriots quarterback Tom Brady (12) reacts after Super Bowl LIII against the Los Angeles Rams at Mercedes-Benz Stadium. Mandatory Credit: Robert Deutsch-USA TODAY SportsRobert DeutschUSA TODAY Sports

Los Patriots son de otra Galaxia. De otro tiempo. De un mundo épico en el que hay animales mitológicos e infinitas dimensiones. Y así ganaron su Sexta Super Bowl. Jugando a su manera. De esa forma distinta que solo saben hacerlo ellos. Aburridos, meticulosos. Diseccionando almas mientras al resto del universo el corazón le salta incontrolado por el cuerpo. En un estadio de Atlanta convertido en sala de tortura desmembraron a unos Rams que nunca fueron ellos mismos porque no les dejaron serlo. Ni un segundo. Ni un instante. Un guiñapo en manos de la dinastía. Un partido en el que el espectáculo fue que no había espectáculo. Solo masacre. Solo New England. Solo los Patriots de Bill Belichick. El equipo más grande que nunca ha pisado un emparrillado.

Pero en los primeros minutos de partido nada de lo anterior estaba en la mente de los que contemplábamos la final. En la primera serie de New England la carrera funciona, los Rams reculan, los Pats avanzan impasibles hacia la zona roja rival… y Tom Brady es interceptado en su primer intento de pase. Tres y fuera de los Rams. Nuevo drive de New England, dos tiempos muertos gastados por un Brady desconcertado con la defensa de Wade Phillips, otra vez llegan a trancas y barrancas hasta la zona roja… y Gostkowski falla el field goal en lo que empieza a ser un hábito del kicker año tras año en la Super Bowl. Los Patriots dominaban pero no anotaban y les daban vida a unos Rams impresionados por la responsabilidad del partido y con un terrible miedo escénico.

Y así siguió la Super Bowl hasta mediado el segundo cuarto. Con el ataque de los Rams colapsado sin Gurley, el ataque de los Patriots muriendo en la orilla y Brady viendo pasar a los defensas rivales cada vez más cerca, con fumble sin consecuencias incluido. Por fin, Gostkowski anotó un field goal de 42 yardas (0-3), pero la batalla táctica y psicológica no decayó. Los Patriots seguían empeñados en controlar el reloj y mantener a la defensa rival sobre el campo para que su propia defensa no tuviera que bajar la intensidad de sus embestidas, que estaban colapsando el ataque de McVay. Los Rams acabaron la primera mitad con 77 yardas totales, 52 de pase y 25 de carrera, dos primeros downs, sí, dos, seis punts, 10,08 minutos de posesión por 19,52 de sus rivales... Visto así parecería una paliza, pero dominar sin anotar puntos no suma y los de Belichick incluso se agobiaron por su incompetencia de cara al marcador y se jugaron en los últimos segundos un cuarto down en vez de un field goal, desesperados por abrir diferencias. Al final, ni cuarto down ni historias. 0-3 en el medio tiempo, la segunda marca de puntos más baja de la historia en el descanso, y un partido nuevo en la segunda mitad.

Tras el descanso no cambia nada

Después de, quizá, el peor show del descanso de los últimos tiempos, el partido se reanudó sin novedad. Cada vez era más evidente que los Patriots solo tienen un receptor de verdad: Julian Edelman, que fue elegido MVP después de un partido portentoso. Llegó al descanso con más yardas (93) que todo el ataque de los Rams (acabó el partido con 141). Pero cuando solo tienes un objetivo fiable es muy difícil sorprender. Brady le buscaba sin parar, sabiendo que lanzar la pelota a cualquier otro de sus receptores era como jugar a la ruleta rusa. Hogan no atrapó uno solo de los seis pases que le lanzaron y James White estaba siendo completamente anulado por la defensa de los Rams. Además, los intentos de los Patriots por dominar la batalla territorial les salían rana con los maravillosos punts de Johnny Hekker.

Por fin, después de dos cuartos, 12 minutos y 45 segundos, los Rams consiguieron una serie de 42 yardas, 10 jugadas y tres primeros downs que terminó con un field goal de 53 yardas de Zuerlein (3-3). El partido empezaba de nuevo y tendría que decidirse en poco más de un cuarto.

En el momento de la verdad llegó la puntilla

Seguía sin pasar nada. Los Patriots no avanzaban y los Rams se atascaban. Pero en el momento de la verdad, cuando los partidos se calientan, el público no puede sentarse por los nervios y las uñas se acaban, emergió el de siempre, Tom Brady, para conectar con los de siempre, Edelman y Gronkowski, y para que Sony Michel diera la puntilla con una carrera de dos yardas que le llevó hasta lo más profundo de la end zone. 3-10 en el marcador y los Rams ya no podían permitirse dudas. Era el todo o nada a falta de siete minutos y después de nueve punts. Pero murieron en la orilla. Llegaron hasta la yarda 27 de New England y ahí Goff lanzó un pase largo flotadito, previsible y anunciado, que fue interceptado por Gilmore. El quarterback de los Rams pasó por el partido como un alma en pena. Completó 19 de 38 lanzamientos para 229 yardas y esa intercepción y siempre dio la sensación de que el traje le quedaba grande y el escenario le superaba.

Quedaban poco más de cuatro minutos y New England tiró de experiencia y sangre fría para atravesarse el campo a base de carreras y llegar hasta la yarda 24 rival con un minuto y 16 segundos en el marcador. Ahí Gostkowski se hizo perdonar el fallo del field goal anterior con una patada de 41 yardas que le dio a los Patriots una ventaja inalcanzable para los Rams (3-13). El equipo de Los Ángeles había llegado a la Super Bowl después de una temporada magnífica, pero aún no tiene ni tablas ni experiencia para sobrevivir a una batalla contra Bill Belichick, que ganó su sexta Super Bowl como más le gusta: torturando a sus rivales. Haciéndoles creer que tocaban la gloria con la punta de los dedos cuando en realidad estaban a una galaxia de distancia. Jugando una final como si estuvieran en un partido de septiembre. Anotando cuando de verdad importa y no dejando anotar nunca.

Quizá no haya sido la Super Bowl más bonita. Pero sí ha sido la obra maestra de Bill Belichick. Probablemente el partido del que siempre se sentirá más orgulloso. La cima de una forma de jugar al football tan práctica, tan sencilla, que parece imposible.