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El fútbol, el football y la búsqueda del clímax perfecto

El gran secreto de fútbol, del balompié, es su clímax. El gol. Un momento que lleva de cero a cien en un instante y provoca una explosión de adrenalina brutal. La estructura argumental de un partido de fútbol, su introducción, nudo y desenlace, parecen diseñados no en el siglo XIX por unos estudiantes que querían hacer deporte, sino por los mejores guionistas, analistas y especialistas en marketing del siglo XXI.

Cualquier película, cualquier programa de televisión, de radio, o incluso cualquier revista tienen que plantearse bajo la premisa de que el espectador no puede mantener un ciento por ciento de atención durante mucho tiempo. Por eso se buscan curvas de atención con valles y picos. El mundo que mejor conozco, el de diseño de prensa y revistas, se guía por esos conceptos. Si haces que una revista tenga un impacto visual muy fuerte en todas sus páginas la conviertes en muy difícil de leer. Eso tipo de diseño solo se suele hacer en revistas muy juveniles, con muy poco texto, para un público acostumbrado a ese martilleo visual. Lo normal es buscar que en una revista se alternen los picos visuales con páginas con menos impacto. La clave es que los momentos de choque visual estén en el punto justo para conseguir que el lector se reactive y lea las páginas siguientes, en los que el impacto disminuye pero aumenta la carga de contenidos. Eso es poner el diseño al servicio del mensaje. Y ese es uno de los motivos por los que se hace un planillo completo de las revistas antes de empezar a trabajar en ellas.

En el otro extremo al fútbol está el baloncesto. Un deporte en el que la diferencia entre los valles y los picos es mucho menos acentuada. Un deporte mucho más intenso, más emocionante, pero en el que no abundan los grandes clímax puntuales, que se sacrifican para conseguir muchos clímax más pequeños.

El gol como punto culminante

Para mí, uno de los secretos de la NFL es que un partido, en su estructura, conjuga lo mejor del fútbol, y su gol como clímax por excelencia, con la intensidad del baloncesto. El football es tan imprevisible como el fútbol. Tiene también unos pocos momentos especiales que producen ese subidón de adenalina que nos hace comportarnos de forma compulsiva e irracional durante unos instantes perfectos. Pero además, es un deporte con una intensidad casi tan alta como el baloncesto, en el que quedas hipnotizado durante todo el partido y no tienes ojos suficientes para seguir todo lo que está sucediendo. Ya os he contado alguna vez que en algunas ocasiones termino los partidos de la NFL con dolor de cabeza. La causa es el esfuerzo de atención que me exige el intentar ver cuantas más cosas posibles en lo que está sucediendo.

Creo que la NFL, sin embargo, está intentando cambiar la estructura argumental de sus partidos. La razón principal es que las nuevas generaciones han cambiado la manera de recibir información visual. Antes, los espectadores tenían paciencia. Sabían que cocerse en su propia salsa durante un espectáculo lleno de valles y minutos de baja intensidad provocaría a la larga que el momento del clímax fuera mucho más intenso. Sin embargo, la gente que se ha educado en el mundo digital tiene mucha menos paciencia con los valles y busca un clímax inmediato para dar carpetazo y pasar a otra cosa. Por supuesto que nunca vivirán los momentos de emoción con la misma intensidad que el que ha seguido toda la estructura argumental, pero esa pérdida tampoco les importa demasiado.

El volantazo de la NFL

Por eso, la NFL lleva mucho tiempo planteándose acortar la duración de los partidos (ya ha recortado el tiempo extra en cinco minutos), ha buscado reducir los tiempos en los que el balón está parado e intenta por todos los medios acelerar el ritmo del juego. También quiere parecerse aún más al baloncesto y subir la intensidad. El camino para conseguir eso ha pasado por favorecer el ataque aéreo y reducir el peso del juego defensivo. Para hacer una comparación que a algunos no os gustará, esos grandes partidos defensivos que muchos viejos aficionados consideran una delicatesen y añoran, son los que más se parecen en su estructura argumental al balompié. Partidos con muchísima tensión, que suele ir a más durante el juego, pero con muy pocos picos. Eso sí, sus clímax suelen ser tremendamente explosivos. El problema es que para muchos nuevos espectadores un espectáculo así obliga a estar frente a la televisión durante tres horas en las que parece que no pasa casi nada, y el mundo va en otra dirección. El producto televisivo de mayor éxito de la NFL en los últimos años es el programa RedZone. En él se suceden en píldoras de pocos segundos los mejores momentos de cada partido de forma frenética. Hasta tal punto que ni siquiera hay repeticiones. Yo no sé vosotros, pero después de cinco horas de RedZone necesito un rato de descompresión. No sé qué he visto, no me he enterado de nada y no sé lo que ha sucedido en ningún partido. Eso sí, he visto todas las jugadas más espectaculares de la jornada… y no me acuerdo de casi ninguna.

La conclusión es que la NFL busca que cada partido se convierta en un RedZone en el que no paren de suceder cosas tremendamente llamativas. El problema es que, a la larga, los partidos van poco a poco perdiendo su estructura argumental, cada vez tienen más pequeños clímax y menos descargas explosivas de adrenalina. La NFL va perdiendo el efecto mágico del gol en el viejo fútbol y pareciéndose más al baloncesto.

No sé si eso es bueno o malo, pero sigo pensando que el secreto que ha llevado al fútbol a ser el deporte rey en el planeta es el clímax casi orgásmico que provoca el gol. La NFL parece estar dispuesta a sacrificar eso a cambio de que el espectador tenga una vivencia de intensidad máxima durante el mayor tiempo posible. Estoy seguro de que hay muchísimos grandes especialistas en audiencias, marketing y demás disciplinas diseñando ese producto, pero dudo que funcione. El gol, el touchdown, cobran sentido cuando hay enjundia detrás. Por si solos son un vídeo de Youtube, un tweet, tres segundos sin sentido. Un producto de usar y tirar.