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ZonaRoja

Por qué la temporada de Seattle Seahawks será larga y muy dura

Las bajas de grandes estrella no han sido bien cubiertas, Pete Carroll se está quedando sin ideas y el ataque no encuentra la fórmula desde la marcha de Marshawn Lynch.

MadridActualizado a
Sep 9, 2018; Denver, CO, USA; Seattle Seahawks quarterback Russell Wilson (3) looks to pass as offensive tackle Duane Brown (76) blocks against Denver Broncos outside linebacker Bradley Chubb (55) in the fourth quarter at Broncos Stadium at Mile High. Mandatory Credit: Isaiah J. Downing-USA TODAY Sports
Isaiah J. DowningUSA TODAY Sports

No aprendo. Siempre me acabo metiendo en jardines. Y en el caso de hoy por partida doble. Prometí escribir la previa de pretemporada de los cinco equipos que no hice a tiempo y el otro día también prometí que escribiría un artículo pidiendo disculpas si los Seahawks ganaban más de un partido esta temporada. Por un lado, las previas como tales ya no tienen ningún sentido, así que en estos días intentaré escribir artículos más de actualidad sobre los equipos en cuestión, que a la vez sirvan para que conozcáis mejor sus plantillas. Por otro lado, prefiero pedir disculpas ahora por decir que los Seahawks solo iban a ganar un partido. Una cosa es meterse en un juego de internet, liarse a apretar botones y sorprenderse con el resultado final, y otra cosa asumir que en la NFL es casi tan complicado acabar con un récord 1-15 que 15-1. Casi nadie es tan bueno ni tan malo. Ni siquiera estos Seahawks.

El problema de Seattle no es su calidad, sino su decadencia. Este proyecto está acabado y no ha sabido reinventarse cuando estaba en la cima. Más bien ha entrado en una dinámica horrorosa. A estas alturas no puedo poner a caldo a un staff que ha llegado a playoffs en seis de las ocho temporadas con Carroll como entrenador principal, ganando una Super Bowl y perdiendo otra en el último segundo. Pero también creo que desde que Marshawn Lynch abandonó el equipo todo ha ido cuesta abajo y la dinámica no apunta a reconstrucción optimista, sino a fin de etapa.

Cuando Pete Carroll llegó a los Seahawks en 2010 estaba convencido de que iba a fracasar. Todo lo contrario. Él siempre ha sido un especialista en secundarias y en Seattle construyó una de las mejores de todos los tiempos. La ‘Legion of Boom’ ha deslumbrado durante una etapa irrepetible. El problema de Carroll es que ya tiene 66 años, y no ha sabido renovar el bloque ni sus ideas. Durante los últimos tres años se ha aferrado a lo que tenía sin acabar de darse cuenta que el edificio empezaba a agrietarse. 10 victorias en 2015 y 2016 y 9 en 2017 quizá sean árboles que no dejaban ver el bosque, pero desde fuera Seattle siempre parecía un equipo que jugaba con el motor pasado de revoluciones y a punto de griparse. Creo que eso ha sucedido durante esta offseason. También creo que la reconstrucción requiere un staff técnico nuevo que no sea esclavo de sus decisiones anteriores.

Sin Lynch llegó la decadencia

El problema más grave ni siquiera es la defensa, que es gravísimo. Lo que me lleva tiempo matando es que Carroll no sabe muy bien qué hacer con Russelll Wilson. Durante cuatro temporadas las piezas del ataque de Seattle encajaban a la perfección. No importaba ni la línea ofensiva, ni la calidad de los receptores. La clave era la química inmediata que surgió entre Wilson y Lynch. El corredor no solo es una bestia corriendo, también es un bloqueador impresionante en el backfield. Su sola presencia cerraba las defensas y permitía a Wilson jugar como más le gusta, saliendo en roll out aprovechando su movilidad y su precisión de pase en carrera para sembrar el pánico en los rivales. Si se centraban en el quarterback, Lynch les aplanaba, si cerraban las puertas a la carrera, Wilson les bombardeaba.

Tras la marcha de Lynch tras perderse gran parte de la temporada 2015 todo el sistema de ataque se derrumbó. La clave es que Wilson perdió un magnífico bloqueador en el backfield que por su forma de jugar necesita. Además, aunque en un principio los backfield en comité no funcionaron mal en yardas conseguidas, las defensas se centraron en Wilson, que convertido en único referente tuvo que tirar de genialidad (que tiene a borbotones) para sobrevivir. Lo malo es que era eso: sobrevivir.

Jugar con Wilson no es fácil

Además, la forma de jugar de Wilson obliga a afinar muchísimo todo el ataque que le rodea para que la maquinaria no se atasque. Es un quarterback pequeño que tiene una tendencia natural a retrasarse mucho tras el snap para tener perspectiva del campo y espacio para aprovechar su movilidad. Eso complica horriblemente el trabajo de una línea ofensiva que, como en todos los equipos, está diseñada para proteger a un tipo que está en el pocket, no tres o cuatro yardas más atrás. Por eso siempre he pensado que cualquier línea ofensiva de la NFL actual fracasaría con él. Entre otras cosas porque a la falta de buenos bloqueos en el backfield se le suma un grupo de tight ends que tampoco destacaba por sus bloqueos. Quizá por fin hayan resuelto el problema con Will Dissly, elegido en 4ª ronda del draft. Veremos cómo evoluciona.

Con los problemas que Wilson ha tenido con su línea en los últimos tres años (insisto, tras la marcha de Lynch) el jugador ha intentado evolucionar para convertirse en un pocket passer. Intenta jugar más en la bolsa, pero ahí deja de ser una estrella para convertirse en un quarterback más. Wilson necesita espacio y movilidad para desarrollar su juego. Además, ese intento por ser más estático ha facilitado el trabajo a las defensas, que le embolsan sin tanto esfuerzo.

Por todo lo anterior, el ataque de Seattle ha perdido la fluidez. Los drives sobreviven a base de la genialidad de Wilson dentro de un sistema inexistente. Los aficionados de los Seahawks ven a Wilson como una de las grandes estrellas de la NFL, pero desde fuera la sensación es diferente. Pese a que en cada partido pueda lanzar una decena de pases imposibles, desde hace tiempo no parece un tipo capaz de mover las cadenas con fluidez y de hacer jugar mejor a sus compañeros. Wilson no juega con ellos, sino pese a ellos.

Además, en varias ocasiones han trascendido conflictos dentro del vestuario con el quarterback, e incluso entre Wilson y Carroll, aunque en los últimos meses parece que Wilson ha cambiado de actitud. Ahora se relaciona más con sus compañeros e intenta tener más peso en el grupo y ejercer una posición de liderazgo. Parece un cambio lógico y necesario si tenemos en cuenta el vacío de líderes que se ha producido en el vestuario. Sobre el tema contractual, a mediados de agosto se publicó que Seattle había ofrecido una segunda ronda por Brissett a los Colts, noticia que luego se desmintió e incluso se llegó a desmentir el desmentido. Lo único seguro es que Wilson acaba contrato en 2019 y parece que está pidiendo a los Seahawks un contrato muy similar al de Rodgers en los Packers, lo que complicaría aún más una reconstrucción urgente y aparentemente costosa también en el plano económico.

ATAQUE: Wilson y poco más

Por lo dicho antes, la línea de Seattle quizá parezca peor de lo que es. El año pasado concedió 43 sacks y este año, solo en el primer partido, ya lleva 6. Ni Ifedi es el tackle que esperaban cuando lo eligieron en 1º ronda de 2016, ni el fichaje de Duane Brown como left tackle parece suficiente, ni el recién llegado D.J. Fluke tiene empaque para ser titular en el guard derecho, ni es lógico que Pocic siga siendo el titular en el lado izquierdo. Solo Justin Britt garantiza solidez en el center. Vale, es posible que cuando todos se compenetren la cosa mejore, pero ante Denver han transmitido todo lo contrario.

Otro de los secretos de Lynch era que sabía buscarse la vida más allá de la calidad de la OL. Todo el mundo tiene en la cabeza sus carreras interiores en los que embiste a los defensas por potencia, pero en Seattle donde de verdad era peligrosos era encontrando puertas exteriores entreabiertas que muy pocos corredores de la liga serían capaces de encontrar. Eso también le permitía percutir contra jugadores menos pesados, a los que atropellaba sin piedad. Desde su marcha nadie ha sabido trabajar así por muchos jugadores que han probado, que en un principio han sido prometedores y al final han terminado fracasando. Este año han elegido en primera ronda del draft a Rashaad Penny. Un jugador que mide y pesa exactamente lo mismo que ‘Beast Mode’, pero que hasta ahora no ha destacado precisamente por su capacidad para bloquear. Y para colmo de males se rompió un dedo del pie en pretemporada y sigue renqueante. Por ahora el titular es Chris Carson y en el equipo tienen puestas muchas esperanzas en él, pero no parece que pueda resolver el problema del backfield.

Lo mismo sucede con el grupo de receptores. Han perdido a Jimmy Graham y a Paul Richardson y Doug Baldwin se ha lesionado, quizá para bastante tiempo. Ya os he hablado del tigth end Will Dissly, que ha irrumpido a lo bestia y puede convertirse en la gran esperanza de este ataque. El resto de receptores, Tyler Lockett, un Brandon Marshall en su ocaso, Jaron Brown… no ilusionan en absoluto. Cómo será la cosa que incluso se están planteando reconvertir a C.J. Prosise en receptor.

DEFENSA: se ha marchado medio mundo

Definitivamente, la ‘Legion of Boom’ ha pasado a la historia. Y en Seattle pueden darse con un canto en los dientes. Earl Thomas sigue en el equipo, algo que antes de verano parecía casi imposible, porque quería marcharse. Kam Chancellor se ha retirado, Richard Sherman se ha ido, Jeremy Lane es agente libre y Byron Maxwell fue cortado después de lesionarse para toda la temporada. Con este panorama, Shaquill Griffin parece el único cornerback contrastado en un grupo que se completa con Neiko Thorpe, Justin Coleman y el novato de 5ª ronda Tre Flowers. En el puesto de Chancellor estará Brad McDougald que también parece un parche provisional.

La línea defensiva también ha perdido nombres ilustres. Se han marchado Michael Bennett y Sheldon Richardson, dos titulares en 2017, y Cliff Avril es agente libre. Franck Clark es un buen defensive end que el año pasado firmó nueve sacks, pero en el otro lado tendrá que jugar Quinton Jefferson y que sea lo que Dios quiera hasta que le quite el puesto Rasheem Green, elección de tercera ronda del draft. Por dentro seguirá Jarran Reed, que cumple y poco más y han fichado a Tom Johnson, que a sus 34 años difícilmente será un titular fiable cuando casi siempre ha sido un jugador de relevo.

En la línea de linebackers también tienen problemas con la lesión de K.J. Wright, que debería volver a mediados de septiembre. Eso deja bastante solo a Bobby Wagner la última gran estrella de un front seven que no hace mucho era el terror de la liga. Por ahora los titulares por fuera serán Barkevious Mingo, otro jugador de banquillo que casi nunca ha sido titular y el rookie de quinta ronda Shaquem Griffin, que ha protagonizado la historia de superación de la pretemporada, ya que le falta una mano, pero que tendrá la difícil misión de demostrar que sin ella puede competir de tú a tú con los grandes de la NFL.

CONCLUSIÓN:

Los Seahawks son un equipo en implosión. Casi todo lo bueno se ha marchado por mucho que la edad no perdone y no ha llegado tanto ni tan bueno como para suplir esas bajas. Quien tuvo, retuvo, y quizá podamos pensar que el alma de esta franquicia y el jugador número doce harán que se sobrepongan para luchar por los playoffs, pero la realidad es que su plantilla es de las peores de la NFL si exceptuamos el puesto de quarterback y algunas estrellas concretas y difícilmente harán un buen papel en 2018. Su calendario no es complicadísimo con el bye en la semana 7 y rivales como Cowboys, Raiders, Lions y Cardinals o 49ers en su propia división que también parecen inmersos en reconstrucciones, pero aunque un récord final 1-15 sí parece excesivamente pesimista, se me hace muy complicado imaginar que puedan llegar a las seis victorias, que para mí sería un exitazo. Por poner un ejemplo, cuando un grupo de aficionados del equipo se quejó en redes sociales de que hubiera publicado ese récord 1-15, les pedí que me dijeran ellos qué récord esperaban y solo uno se atrevió a responder. Dijo 9-7. Del resto, que era un buen grupo, ninguno se atrevió a hacer un pronóstico, lo que demuestra las dudas que este proyecto despierta incluso entre los propios forofos de Seattle.