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ZONA ROJA NFL

Así los veo: defensa y Deshaun Watson, poción mágica de Texans

Vuelven JJ Watt y Mercilus, Tyrann Mathieu irrumpe en la secundaria y solo falta que Deshaun Watson esté sano y al nivel de 2017 para que Houston sea un gallito.

MadridActualizado a
HOUSTON, TX - OCTOBER 01: Deshaun Watson #4 of the Houston Texans celebrates with Bruce Ellington #12 and Lamar Miller #26 after scoring on a one yard run in the second quarter against the Tennessee Titans at NRG Stadium on October 1, 2017 in Houston, Texas.   Bob Levey/Getty Images/AFP
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Bob LeveyAFP

Hay previas que se escriben solas. Fluyen de los dedos al teclado con ideas claras y conceptos bastante obvios, pero otras se atascan y no acaban de arrancar. Al principio parecen sencillas, evidentes, pero cuando empiezas a escribir todo se complica, y lo sencillo se enmaraña, las ideas se mezclan y lo único que quieres es darle unos pocos muletazos al toro y entrar a matar antes de que empiecen los silbidos.

Lo curioso es que ese bloqueo me suceda con los Texans, un equipo que vive eternamente en un bloqueo similar que le impide alcanzar las expectativas casi cada año. El equipo del ‘casi’. Casi siempre es aspirante a jugar los playoffs, casi tiene un buen entrenador, casi asusta con una defensa infranqueable, casi siempre su plantilla está muy equilibrada y casi nunca terminamos de creérnoslo. Es un equipo que le cae bien a casi todo el mundo y esa es muy mala señal, porque significa que no le ha dado disgustos a casi nadie si exceptuamos a sus propios seguidores. Como veis, un empacho de ‘casis’.

Un año más llegan con muchísimas expectativas después de una temporada 2017 imposible de juzgar tras un récord 4-12 engañoso. Antes del Bye en la semana 7 llevaban un 3-3 esperanzador, pero en menos de un mes perdieron a JJ Watt y Whitney Mercilus para que su defensa quedara tocada de muerte y a Deshaun Watson para que su ataque se volviera de juguete.

Después de esas tres bajas Houston solo fue capaz de ganar un partido de diez, pero ellos estaban con la cabeza en otra cosa. Relamiéndose con la certeza de que por fin han encontrado la tuerca que le faltaba a la máquina. Deshaun Watson se lesionaría, pero su irrupción fue meteórica, salvaje. Pareció uno de esos quarterbacks con los que sueñan todos los equipos, con una visión del campo exquisita y magníficas lecturas. Por primera vez en su historia, los Texans sienten que tienen un pasador con talento para convertirse en estrella de la NFL.

Las sensaciones fueron fantásticas, pero se reducen a siete partidos que pillaron con el paso cambiado a todos sus rivales. Aparentemente no ha pasado nada para que en su regreso no confirme las expectativas, pero yo no me fiaría por ahora. Lo mejor de Watson fue su capacidad para encontrar pases dañinos, de esos que hieren de muerte a las defensas, pero necesita mejorar su precisión y sus rivales han tenido tiempo de sobra para estudiarlo. Casi siempre el segundo año es el auténtico termómetro del valor de un quarterback y seguir a Watson será otro de los deberes ineludibles de cualquier aficionado en la temporada 2018.

Por lo demás, los Texans han cargado con el lastre de no tener elecciones de primera y segunda ronda del draft, y se han centrado casi exclusivamente en dos objetivos: el primero ha sido intentar formar una línea ofensiva que mejore el quinteto espantoso que el año pasado permitió 54 sacks y 117 golpes a su quarterback, los peores números de cualquier equipo exceptuando a los Colts; el segundo ha sido mejorar una secundaria que no estuvo a la altura de sus nombres en 2017 y demasiadas veces desbarató el trabajo de un front seven 3-4 que sí rindió magníficamente pese a la baja de Watt y Mercilus.

Antes de revisar con lupa el ataque y la defensa, otra consideración. Bill O’Brien llegó en 2014 a los Texans como alumno aventajado de Bill Belichick. Desde el primer día ha intentado emular a su maestro y crear en Houston una estructura similar a la de New England. Gran parte de su staff de estos años también se formó a la sombra de Belichick con Romeo Crennel como mano derecha. Al principio eso creó muchas expectativas a su alrededor. Sin embargo, casi nunca ha sabido lidiar con los problemas de su vestuario como su maestro y, aunque no creo que su puesto peligre salvo hecatombe, ya queda muy poco del halo con el que llegó a Houston. 2018 puede ser para él un año clave.

ATAQUE: otros que son esclavos de su línea.

Por muy bueno que pueda ser Deshaun Watson, si vuelve a sufrir 19 sacks en siete partidos lo más normal es que vuelva a lesionarse y que esta vez no sea en un entrenamiento, con lo que empezará de inmediato el run-run de que sus rodillas son de cristal, por mucho que el problema pueda ser otro. Los Texans han entrado a saco en el asunto y, para empezar ya no están en el equipo Su’a-Filo y Chris Clark, con lo que el lado izquierdo titular del año pasado ha volado. De hecho, el único que parece tener el puesto asegurado es el center Nick Martin. Han fichado a Zack Fulton (G), Seantrel Henderson (RT) y Senio Kelemete (G), y han elegido en el draft a Martinas Rankin (3º ronda). Con ellos y lo poco que se salva del año pasado (quizá Julie’n Davenport y Kendall Lamm), tendrán que montar una línea en tiempo récord. Vista la calidad de los fichajes, yo solo me fiaría de Martin y si fuera Watson subiría la cuantía de mi seguro de vida.

El grupo de receptores cuenta con DeAndre Hopkins, uno de los grandes astros de la NFL actual, que el año pasado rozó las 1400 yardas pese a tener que vivir más de media temporada con Savage y Yates lanzando pizzas. Hopkins acapara lanzamientos, pero también facilita el trabajo a un Will Fuller que debe confirmar en 2017 las buenas sensaciones transmitidas en sus dos primeros años y a Bruce Ellington. El puesto de tight end también debía ser mejorado y lo han intentado en el draft con Jordan Akins.

El backfield no es deslumbrante pese a la tradición del equipo, y menos si la línea no ayuda. D’Onta Foreman (3ª ronda de 2017) debería dar ya el salto para ser el titular, pero viene de una grave lesión del tendón de Aquiles y aún no se sabe si estará al ciento por ciento en septiembre. Mientras tanto, Lamar Miller seguirá siendo el referente por tercer año, pero parece ir a menos y sus 3,7 yardas por intento en 2017 parecen un síntoma de decadencia precoz por mucho que la línea ayudara poco.

Al final, este ataque dará de sí lo que consigan Deshaun Watson y DeAndre Hopkins. Si ambos tiran del carro, todos acabarán rindiendo por encima del año pasado, pero como esa pareja falle, no parece haber nadie más que se pueda echar el equipo a la espalda.

DEFENSA: un front seven de dibujos animados

Si hubo una buena noticia para los Texans en 2017 en el aspecto defensivo fue la irrupción espectacular de Jaedeon Clowney. El número 1 del draft de 2014 se convirtió, por fin, en la bestia que todos auguraban hace cuatro años. Si a eso le sumamos que JJ Watt retornará en 2018 en el mejor estado de forma desde hace varios años, es para que los rivales se echen a temblar. Sin olvidar que Whitney Mercilus también está de vuelta completamente recuperado, y el hecho de que todos los teóricos titulares del front seven repiten, con Heath, Reader y Watt delante y Mercilus, Cunningham, McKinney y Clowney detrás. La 3-4 de Houston parece inmejorable, tremenda. Verles puede ser uno de los grandes espectáculos de la temporada y deberían volver a ser el auténtico motor sobre el que crezca todo el equipo.

Otra cosa es la secundaria, que en 2017 fracasó pese a los nombres y ha sido reforzada. Johnathan Joseph seguirá siendo el cornerback número 1 a sus 34 años, con Kareem Jackson como eterno número 2 más que fiable. El problema es que Kevin Johnson, primera ronda del draft de 15, no acaba de arrancar por culpa de las lesiones. Por eso, y para dar más profundidad a la posición, han fichado a Aaron Colvin, que seguramente ocupará el slot.

El refuerzo más importante de la secundaria, y de todo el equipo, ha llegado con el fichaje de Tyrann Mathieu, uno de los backs más espectaculares de la NFL, con una velocidad endiablada y una capacidad asombrosa de estar en todas partes y anticiparse a la jugada. Los Cardinals no pudieron retenerle y Houston encontró un chollo que debe multiplicar el octanaje de su secundaria. Además, solo tiene 26 años y estará acompañado por un sólido Andre Hal como free. En tercera ronda del draft eligieron a Justin Reid, que según muchos analistas fue uno de los robos de este año. Si rinde como se espera, los Texans podrán hacer diabluras poniendo en el campo tres safeties de relumbrón.

CONCLUSIÓN:

La defensa debe seguir siendo el alma de estos Texans en 2018. Tanto el front seven como la secundaria deberían estar entre las mejores de la NFL. El problema es que el ataque está algo cogido por los pelos pese a que parece haber encontrado el quarterback añorado durante tantos años. Aunque la AFC Sur se está complicando por momentos con Jaguars y Titans convertidos en gallitos, el calendario de Houston parece bastante sencillo a priori. Si Deshaun Watson confirma la impresión que transmitió en 2017 y se mantiene sano, pueden superar las 10 victorias y luchar por el título divisional, si el quarterback no es para tanto, creo que les faltará pegada y volverán a navegar en torno a las ocho victorias. Y entonces O’Brien tendrá que poner las barbas a remojar.