La "imposibilidad" de ver cuatro Super Bowls idénticas seguidas
La NBA va a vivir por cuarta temporada consecutiva unas Finales entre los mismos equipos, algo que en la NFL resulta de todo punto inimaginable.
Los Golden State Warriors y los Cleveland Cavaliers van a jugar las cuartas Finales consecutivas de la NBA. Es algo sin precedentes en su liga, en cualquier gran liga norteamericana y prácticamente en cualquier competición moderna del máximo nivel. Estar cuatro años en la cima es muy, muy difícil. Que sean dos los que lo hagan, y a la vez, uno contra otro, desobedece a todas las leyes de la competición y de la probabilidad.
En la NFL resulta algo de todo punto inimaginable. Podría incluso usarse el término "imposible" sino fuera porque a ese lo carga el diablo y el futuro está lleno de resultados impredecibles entre los que puede estar, vaya usted a saber, algo parecido. Ahora bien: es altísimamente improbable.
Los motivos de esta gran diferencia entre NFL y NBA de cara al mantenimiento de grandes dinastías y de ver siempre las mismas finales son varios.
El primero de ellos es la misma definición de cada uno de los dos deportes. El baloncesto y el fútbol americano. Para ser una estrella en el primero se necesitan unas condiciones físicas tan extraordinarias y poco replicables que permiten que la sustitución sea muy difícil. Es decir, señores de más de dos metros, una coordinación extraordinaria y una puntería soberbia no hay tantos. Sustituir a, por ejemplo, un gran linebacker o un running back en la NFL no es fácil, claro que no, pero comparado con el baloncesto no hay color; cada año salen cientos de chavales con capacidad física para ser alguien en la NFL. Esto lleva a que la rotación en las plantillas sea inmensa y a que los periodos estelares de los jugadores duren menos. Las carreras son más cortas y, de ahí, las plantillas sufren muchos más cambios de año en año.
Dentro de la estructura del deporte, en la cancha de baloncesto hay diez jugadores y en la de football veintidos. Es más, veintidos que rotan una enormidad, diferentes en ataque y defensa, con plantillas de 53 jugadores en las que entre 35 y 40 personas son cruciales. El impacto de un sólo tipo superior a los demás es mucho menor que en un partido de baloncesto, donde un jugador puede estar casi todo el partido en cancha. Eso hace que con una estrella trascendental tengas opciones de jugar la final siempre en la NBA, y no tanto en la NFL.
De la misma manera, las lesiones son mucho más comunes y devastadoras. Eso también hace que cada año sea una aventura y que no se pueda dar por descontado que tu gran estrella vaya a disputar los partidos por el título. Como la temporada es mucho más corta, perderse dos meses significa poco menos que decir adiós a las opciones, mientras que en la NBA dos meses puede ser casi hasta un descanso de mitad de temporada (ya sé que no, tmadlo como un ejemplo extremo).
La NFL, además, tiene un sistema de límite salarial estricto e inviolable, algo que no ocurre en la NBA, donde los impuestos de lujo y las excepciones salariales son norma. El resultado es una igualdad de oportunidades mayor en la primera que en la segunda.
Y, también es muy importante, los playoffs del fútbol americano son a partido único, con lo que aumenta la probabilidad de que un equipo menor elimine a otro superior, probabilidad que se ve muy matizada cuando las series son a siete partidos, como ocurre en el baloncesto.
Esto no quiere decir que en la NFL no existan dinastías o jugadores diferenciales, claro que no. Sólo que es mucho más difícil encontrarlos y mantenerlos en el tiempo, amén de poder tener una competencia menor, que en la NBA.
En lo que va de siglo, por ejemplo, sólo los New England Patriots (estos en dos ocasiones) y los Seattle Seahawks han conseguido alcanzar la Super Bowl en temporadas consecutivas. Incluso una dinastía tan incuestionable como la de los Patriots y el mejor jugador de todos los tiempos, también incuestionable, como es Tom Brady sirven para poder jugar tres finales seguidas (al menos de momento). Que alguien pueda estar ocho años consecutivos en la Super Bowl, como ha hecho LeBron James en Las Finales, es sencillamente inconcebible.
La última vez que se repitió una Super Bowl fue en el año 93, con los Buffalo Bills cayendo ante los Dallas Cowboys. Y de entonces también data el último equipo que jugó cuatro finales seguidas, los propios Buffalo Bills.
Se pueden encontrar en la historia de la NFL tres finales idénticas consecutivas y a un equipo que jugó seis veces por el título, pero hay que irse a los años 50, en la época anterior a la era de la Super Bowl. Fueron los Cleveland Browns, antaño ejemplo de franquicia ganadora (así se escribe la historia), los que no fallaron a su cita en la final entre 1950 y 1955 siendo las ediciones de 1952, 1953 y 1954 disputadas contra los Detroit Lions, que si resulta imposible de imaginar algo parecido a día de hoy en la NFL, si tenemos que hacerlo con los Browns y los Lions es que nos da la risa.
No hay nada imposible en deporte. Pero cuatro Super Bowls consecutivas entre los mismos equipos es algo que se acerca bastante a esa definición.