Y si Malcolm Butler tuviera ruedas sería una bicicleta
Los rumores siguen augurando el final apocalíptico de la dinastía de los Patriots, pero entre tanto ruido no hay nada sólido que justifique dicho derrumbe.
En New England no hay medias tintas. Los que abandonan el equipo, independientemente del motivo de la marcha, salen escupiendo sapos y culebras o se despiden con una carta de amor eterno. Esas reacciones tan extremas están relacionadas con la filosofía extrema de su entrenador, Bill Belichick, que ha servido para que su equipo haya ganado cinco Super Bowls y disputado otras tres en los últimos 17 años.
Esa filosofía también ha provocado que Foxboro sea casi como Fort Knox, o como la fórmula de la Coca Cola. Nadie sabe exactamente lo que sucede puertas adentro. La famosa frase de que los trapos sucios se limpian dentro del vestuario llevada hasta las últimas consecuencias. Curiosamente, los que salen escaldados suelen salpicar sus declaraciones en los meses siguientes de insinuaciones, críticas veladas y amagos, pero casi siempre sin golpear con contundencia, sin entrar a fondo. Fuegos artificiales mojados. Y el que se atreve a golpear con dureza, como hizo Eric Mangini, no suele acabar muy bien parado.
Información es poder
Probablemente, el motivo de esa falta de detalles en las críticas estriba simple y llanamente en el desconocimiento. La famosa frase “Do your Job” no solo esconde una filosofía de trabajo, también tiene unos efectos secundarios: cada uno de los miembros de la franquicia tiene información única y exclusivamente de lo que le atañe, lo que necesita para hacer bien su trabajo. Del resto, ni idea. Belichick es el único que tiene una visión completa del bosque. Sabe que información es poder y que no es necesario que el resto de los miembros de su vestuario sepan más de lo indispensable. Así, los jugadores no abren demasiado la boca una vez han abandonado la franquicia porque no tienen demasiado que contar, y sin embargo Belichick sí podría decir mucho sobre ellos.
Aunque, si lo pensamos, tito Bill rara vez ha abierto la boca en público para hacer el más mínimo reproche a alguno de sus entrenadores o jugadores presentes o pasados. Un respeto exquisito del que deberían aprender muchos otros técnicos, que se meten en ese jardín con bastante regularidad. (Yo ya me he comprado un palco para disfrutar del ‘Show Gruden’, que no tardará en empezar si es que no lo ha hecho ya).
Por tanto, sucede que Seth Wickersham publica un artículo hace unos meses explicando unas bastante bien documentadas diferencias entre Belichick, Brady y Kraft y el mundo se paraliza. Aunque si volvemos a leer el artículo ahora, con la perspectiva que da el tiempo, veremos que no cuenta nada especialmente extraordinario que no pueda suceder en cualquier franquicia ‘escientasmil’ veces. Y más cuando el debate gira en torno al posible mejor jugador de la NFL de la historia y a su heredero perdido.
Todas las señales están contra los Patriots
La conclusión es que a día de hoy, primeros de abril de 2018, la percepción general que todos tenemos (y me incluyo), es que la dinastía de los Patriots está dando sus últimas bocanadas y que todas las noticias que llegan desde los bosques de Foxboro se interpretan como apocalípticas.
Y claro, sabiendo que Tom Brady tiene ya 40 años no es difícil ponerse apocalíptico, aunque si volvemos a recordar cómo jugó la temporada pasada antes de ser elegido MVP, quizá deberíamos ser más comedidos, que a estos tipos ya los hemos enterrado varias veces, algunas boca abajo, y siempre han sido capaces de salir de la tumba, escavando hasta el otro lado del mundo cuando ha hecho falta.
Pienso que Belichick lleva años algo desligado de los aspectos técnicos del football como juego, y hace bastante que dejó de ser ese maestro de defensas que le ha dado la vuelta a este deporte en dos décadas. Él está centrado en rodearse de sabios, de aplicar las técnicas más modernas antes de nadie y de preservar la filosofía que tanto éxito le ha dado. Lo de cantar jugadas se le ha quedado pequeño.
La explicación de McDaniels
Todo esto viene a cuento por tres sucesos que han tenido lugar en los últimos días y que explican muy bien esa filosofía que ha llevado a los Patriots a la cima.
El primero tiene que ver con McDaniels, y su tardía explicación de su interruptus a los Colts. “No podía dejar al mejor entrenador y al mejor quarterback”. Una frase vacía en el más puro estilo Patriots. McDaniels sabía mucho tiempo atrás que estaba trabajando con el mejor entrenador y el mejor quarterback. No. Ese no es el motivo. La razón queda encerrada bajo siete llaves tras una conversación de varias horas con Kraft y Belichick en la que le dijeron algo que no sabía.
Que McDaniels, teórico heredero de Belichick desde hace una década, pueda entrar en un despacho con su mentor durante varias horas y enterarse de cosas que ni sospechaba, y que le llevan a aceptar seguir siendo coordinador ofensivo en New England con un sueldo muy inferior al que habría ganado en los Colts, es una prueba más de que la mano derecha de Belichick no sabe lo que hace la izquierda. Como cuando Kraft dijo hace un par de años que sabía el momento exacto en el que Belichick iba a dejar la franquicia pero que aún no había llegado. Una profecía a lo Nostradamus que muchos aún estamos intentando descifrar.
Gronko, harto de Belichick
El segundo se refiere a una de las figuras del equipo, Rob Gronkowski, que amagó con retirarse al final de la temporada, después dijo que seguiría jugando, más tarde insistió en que aún no hay una decisión en firme y ahora parece que incluso podría ser traspasado. Gronko dice estar frustrado con Belichick y no creo que sea la típica noticia falsa del ‘April Fools’ (día de los inocentes en EEUU). Leyendo entre líneas, parece que el tight end está harto del compromiso que el entrenador exige a sus jugadores. Y eso que tito Bill ha sido especialmente paternal y comprensivo con el gigantón, permitiéndole hacer sus locuras habituales en offseason y durante la temporada, y repitiendo que podía hacer lo que quisiera mientras rindiera al máximo nivel en el campo.
Todos sabemos que Belichick no es así y que no consiente esas libertades al resto de sus jugadores. Sin embargo, parece que ese privilegio no es suficiente para Gronko, que prefiere marcharse a otro destino en el que le aten menos en corto. Una vez más, muchos han interpretado el movimiento como otro de los síntomas de la caída del imperio romano. Pero tal vez la lectura sea justo la contraria. En New England siguen sin levantar el pie del acelerador, conservan el ansia por ganarlo todo y eso incluye seguir atando en corto incluso a sus jugadores más célebres sin importar los galones. Aquí no hay excepciones.
Bulter y su enésima justificación innecesaria
El tercero es el enésimo intento de Malcolm Butler de justificarse lanzando cacota por aspersión. Por el contrario, Belichick no ha hablado mal de él, ni le ha criticado en público, desde que le dejó fuera de la Super Bowl por unas razones que nunca ha hecho públicas. Los periodistas siguen intentando sonsacarle y él se enfada y repite que es un tema cerrado. Butler debería hacer lo mismo, y centrarse en su nuevo equipo, los Titans, donde podrá demostrar cada domingo que Belichick se ha equivocado. Pero no; erre que erre, cada día dice una cosa diferente. Primero fue que no entendía por qué no había jugado la final. Luego fue que si hubiera jugado los Patriots habrían ganado. Más tarde, que estaba convaleciente de una gripe. Luego dijo que realmente no había estado suficientemente comprometido con el equipo en los días previos. Pocos días después dio marcha atrás y volvió a justificarse con problemas de salud que incluso le habían llevado al hospital. Y como en un boomerang, ahora ha vuelto a decir que con él en el campo los Pats habrían ganado porque desde la banda estaba descifrando muchas de las jugadas ofensivas de los Eagles, que Patricia no encontraba manera de parar sin él en el campo.
Belichick será todo lo bruto que se quiera, pero no es idiota. Y si de verdad hubiera pensado que sentar a Butler le iba a costar la victoria no lo habría hecho. Claro que habría rectificado si durante el descanso, cuando ya eran evidentes los problemas de la secundaria, hubiera creído que con Butler iba a darle la vuelta a la tortilla. Y también creo que Butler se está equivocando, porque la primera reacción de los aficionados de los Patriots fue enfadarse con su entrenador, pensando que por sus manías había sacrificado el sexto anillo con tal de no salirse de su filosofía, dándole una lección innecesaria a su vestuario a costa de un jugador que ya todos sabían que no iba a segur un año más. Pero la insistencia de Butler está cambiando la percepción de esos aficionados, que cada vez más apuntan al cornerback como epicentro del problema, ya sea involuntariamente por una enfermedad o voluntariamente por una falta grave de disciplina, y están hartos de tantas declaraciones contradictorias que, obviamente, solo buscan hacer daño y meter más el dedo en la llaga.
Al final, lo que podía o no haber pasado ya solo forma parte la especulación. Y si Malcolm Butler tuviera ruedas sería una bicicleta. Y por mucho que las trompetas insistan en anunciar la Apocalipsis Patriota, Mientras Tom Brady esté tras el center y Belichick en la banda con su sudadera cortada, el resto de la NFL se seguirá haciendo popó por las patas abajo.
Bueno, toda no, que en Filadelfia parecen haber encontrado el antídoto.