Nos vemos en septiembre, Minnesota Vikings
El equipo de Mike Zimmer tiene en sus manos la posibilidad de elegir entre tres quarterbacks que les gustan, un lujo desconocido en la NFL.
Son los Minnesota Vikings el prototipo de equipo que se queda a las puertas de la gloria y que tiene la suficiente estabilidad como para que su offseason sea hasta cierto punto aburrida. Muy probablemente, tan sólo Los Angeles Rams compartan esa característica con ellos esta temporada.
Se llega a este punto por tener un equipo montado con sensatez desde hace ya varios años y por no haber caído de manera dramática, o por no haber sido objeto de unas expectativas desmedidas.
Lo que más puede ilusionar e intrigar de esta plantilla es la presencia de Dalvin Cook. El running back que escogieron el año pasado en el draft tiene una pinta de estrella de las de quitar el hipo. Se ha perdido casi toda la campaña por una lesión y cualquier fan de los Vikings, y de la NFL en general, no puede evitar pensar qué sería de este ataque con tamaño talento.
Porque Cook, eso pensamos los que le hemos visto en la universidad, es de esos capaces de hacer orbitar sobre él todo un ataque de la NFL. Por su cambio de ritmo, por su agilidad diseccionando direcciones en sus carreras, por su capacidad para atrapar balones fuera del backfield. Un arma de este calibre te hace mucho más peligroso.
Perderán los Vikings a Pat Shurmur, su coordinador ofensivo, porque se convertirá en el entrenador jefe de los New York Giants. En el anterior cambio en el puesto, de Norv Turner al propio Shurmur, salieron ganando, y ahora no está tan claro.
Lo que sucede es que todo indica que la defensa no se va a ir a ningún lado, porque están en el mejor momento de su carrera la mayoría de sus grandes protagonistas, y que con un pequeño retoque en la línea ofensiva, que ha mejorado pero aún le falta camino por recorrer, más la citada vuelta de Cook, da para imaginar un equipo muy sobrio, competitivo y duro sea quien sea su director de ataque.
Y, por supuesto, aquí nos topamos con el gran quid, quizás el único, de la offseason de los Vikings: decidir con cual de sus tres quarterbacks se quedan.
Case Keenum, Sam Bradford y Teddy Bridgewater son agentes libres. El primero ha completado una temporada excepcional, siendo parte importante de un equipo que no ha llegado a la Super Bowl por un partido; tendrá ofertas. El segundo es un jugador de nivel probado, al menos nivel de titular, en diversas situaciones, aunque no sabemos cuantas ganas tiene de seguir jugando a ésto o cómo está su rodilla; tendrá ofertas, si esos condicionales son positivos. El tercero es el futuro de la franquicia, o al menos para eso se le eligió en el draft y así jugó cuando tuvo ocasión; tendrá ofertas si su rodilla, como en el caso de Bradford, ofrece garantías.
Los Vikings tienen que quedarse con uno. Podrían forzar la máquina para fichar a dos, pero en ese caso tendrían que contentar de alguna manera al que fuera reserva, además de rezar para que el mercado no los sobrevalorase al punto de hacer imposible pagar a ambos.
Parece que Sam Bradford, por edad y por lo que los otros dos significan ahora mismo en la franquicia, tiene pie y medio fuera. Así que la duda va a estar entre Keenum y Bridgewater. Y va a ser fascinante de seguir.
No es un problema que haya surgido a menudo en la NFL, así que nos movemos en un territorio con pocos precedentes. No es un problema malo de tener, la verdad, y teniendo en cuenta todo el resto de características de la offseason de los Minnesota Vikings, estoy convencido de que estamos ante una de las franquicias que menos necesita hacer de aquí a septiembre.