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Jacksonville Jaguars

De hazmerreir a candidatos, así se construyeron los Jaguars

El equipo de Jacksonville pasó de seis temporadas seguidas siendo una catástrofe a pelear por jugar la Super Bowl. Los motivos son fascinantes.

De hazmerreir a candidatos, así se construyeron los Jaguars

Cinco, dos, cuatro, tres, cinco, tres. Esos son los partidos que ganaron los Jacksonville Jaguars en esta década hasta la temporada 2017. Esos son los números que resumen una época horrorosa en la que se convirtieron en uno de los hazmerreíres recurrentes de la NFL. Entre el final de la era de Jack del Río y la llegada del nuevo régimen de Doug Marrone han sucedido todo tipo de infortunios para la franquicia. ¿Cómo es posible que, de repente, se hayan convertido en contendientes a la Super Bowl? Pues porque no ha sido de repente. El viaje ha sido fascinante.

Este proyecto nació, con dolores, en el año 2013. Gene Smith, general manager hasta entonces, había gastado su última bala contratando a Mike Mularkey como sucesor de Jack Del Río. El resultado en la temporada 2012 fue de 2-14 y Shahid Khan, dueño del equipo, decidió limpiar la casa de arriba a abajo.

Se fijó en el joven Dave Caldwell, que ejercía como jefe de ojeadores en los Atlanta Falcons. Matt Ryan y Julio Jones, por ejemplo, llegaron a la franquicia de su mano. Y en la entrevista debió estar espléndido, porque el propietario no dudó a la hora de hacerle el general manager. Es más, como veremos en breve, confió en él incluso en los peores momentos.

Caldwell tomó una decisión de inicio que iba a ser crucial: apostar, claramente, por la defensa como la pata esencial de su proyecto. Es por eso que buscó a su entrenador en la mejor unidad de esos años, la defensiva de los Seattle Seahawks, y se llevó a su coordinador, Gus Bradley, como entrenador jefe. Ese fichaje resultó ser un completo fracaso y, sin embargo, la piedra fundacional que hoy les lleva a donde están.

Porque con el foco puesto en la defensa y la idea de que el draft prevalecía sobre la agencia libre, Caldwell quiso quitarse de encima el ataque gastando un #3 del draft de 2014 en Blake Bortles para convertirlo en su quarterback franquicia. En ese mismo draft, en segunda ronda, eligió a los receptores Marqise Lee y Allen Robinson. El objetivo era dejar cerrada esa parte de la plantilla de forma que el trabajo del entrenador fuera mucho más fácil y se pudiera centrar en desarrollar una defensa con, en teoría, menos talento. La diferencia la supliría Bradley con su saber hacer.

Nada de eso ocurrió. El equipo perecía a manos de Bortles, que se convirtió un especialista en no cuidar el balón lo más mínimo, y la defensa no se parecía nada a los sueños de Caldwell. Así que el general manager afrontó el 2015, el que sería el tercer año de Bradley como entrenador jefe, con una predisposición bien diferente: buscar defensas del máximo nivel y gastar más dinero en la agencia libre.

Es por eso que, con el #3 del draft, apostó por Dante Fowler y se gastó casi 50 millones de dólares (para cinco años) en sacar a Julius Thomas de los Denver Broncos, donde acababa de ganar el anillo.

El resultado no fue inmediato, ni mucho menos. De hecho, se llegó a cinco victorias pero la sensación de proyecto acabado y desesperado lo inundaba todo. Sorprendió que Gus Bradley volviera para un cuarto año.

Y el general manager redobló la apuesta por la defensa y la agencia libre: llegaron a la plantilla Jalen Ramsey y Myles Jack, vía draft, y convirtió a Malik Jackson y Tashaun Gipson en gente muy feliz con el dineral que les puso encima de la mesa para irse a jugar a Jacksonville. En cualquier análisis que se podía leer de aquella plantilla se hablaba de una defensa plagada de nombres estelares y un ataque que dependía en exceso de un quarterback, Bortles, del que si se decía "errático" se estaba diciendo un piropo, porque los calificativos iban de ese para abajo.

Gus Bradley se estampó. De manera definitiva. Ese grupo de estrellas defensivas eran una banda sin cabeza ni dirección por el campo. El 18 de diciembre de 2016, al fin, fue despedido, algo que se había ganado mucho antes, y Doug Marrone, que ejercía de entrenador de la OL, tomó las riendas como interino.

Es aquí donde vemos el gran punto de inflexión del proyecto, y donde observamos que, a pesar de los resultados, Khan confiaba ciegamente en Caldwell. Porque el general manager no sólo no se fue con el entrenador, sino que condujo la búsqueda del siguiente hombre en ocupar el puesto con total libertad de manos. Tanto, que se quedó con el que quería sin importarle que la prensa y los aficionados se le echaran encima. Ante nombres mucho más sexys, ante la tentación de mandarlo todo al carajo y empezar de nuevo, Caldwell escogió a Marrone para continuar por un camino que había sido catastrófico.

Ocurrió algo, no obstante, realmente sorprendente y crucial. El 9 de enero del pasado año, la franquicia extendía el contrato al general manager pero le ponía un ayudante, quien sabe si impuesto o de mutuo acuerdo. Nada menos que Tom Coughlin, leyenda del equipo como entrenador y doble ganador de la Super Bowl con los New York Giants.

La mano de Coughlin se notó desde el principio. En el draft apostaron por el ataque terrestre, con Leonard Fournette y el OL Cam Robinson como dos primeras elecciones. Y en la agencia libre se lanzaron a pecho descubierto a por Calais Campbell, A.J. Bouye y Barry Church. Los dos primeros a precio de oro.

Además, ejercieron la opción de quinto año del contrato de Blake Bortles. Esta opción para los jugadores en contrato rookie y que hubiesen sido primera ronda sólo tiene riesgo real en caso de lesión, pues ese salario se vuelve garantizado. Y, sin embargo, fue un movimiento de riesgo, porque significaba poner el equipo en manos, de nuevo, de un quarterback que había tocado el fondo de la percepción pública; era la viva imagen del fracaso en la NFL.

El inicio de la campaña 2017, pues, era el renacer de una idea. La apuesta por la agencia libre y la defensa se mantenía, los grandes nombres estaban ahí a pesar de que nunca habían jugado como se esperaba de ellos, Bortles seguía tras el center. Sin embargo, aunque la dirección era idéntica, el empuje y la mano firme sobre el timón no.

Doug Marrone dijo, en agosto, que si por él fuera acabaría los partidos sin pasar ni una sola vez. No lo dijo en tono de broma. Coughlin desde la grada asentía con serenidad. Fournette comenzó a ser el foco del ataque. Calais Campbell se convirtió en la pieza que faltaba en el puzzle, la que daba sentido a todas las demás, Ramsey y Bouye lucieron como la mejor pareja de cornerbacks de toda la NFL, y el general manager, su asistente y el entrenador montaron un equipo. Un señor equipo.

Un equipo que llega cinco minutos antes a todas las reuniones, que no tolera indisciplinas. No olvidemos que Fournette estuvo sancionado por sus propios jefes al no ir a una sesión de fotos de grupo, que estuvo sin jugar un partido sólo como señal para el resto del vestuario. Un grupo que sale a defender a Bortles ante cada exagerado ataque y falta de respeto de los rivales, que son numerosos.

A los Jacksonville Jaguars sólo les faltaba el liderazgo. Tenían un plan, tenían nombres, tenían hombres, tenían paciencia. No tenían a Coughlin y Marrone. Ahora sí, ahora lo tienen todo y, aunque son claramente favoritos a ser eliminados por los New England Patriots este próximo domingo, han pasado de ser un hazmerreír a ser contendientes a la Super Bowl.