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Green Bay Packers

Los Green Bay Packers disparan la última bala de Aaron Rodgers

La franquicia de Wisconsin ha acometido una reestructuración en profundidad de sus oficinas y de su equipo de entrenadores para su quarterback.

Jan 15, 2017; Arlington, TX, USA; Green Bay Packers quarterback Aaron Rodgers (12) celebrates a touchdown with head coach Mike McCarthy against the Dallas Cowboys  in the NFC Divisional playoff game at AT&T Stadium. Mandatory Credit: Matthew Emmons-US
Matthew EmmonsMatthew Emmons-USA TODAY Sports

Aaron Rodgers nació el 2 de diciembre de 1983, así que tiene 34 años. Lleva trece temporadas en la NFL y, con su talento, parece poca cosa que sus Green Bay Packers hayan estado en la Super Bowl una sola vez. Ganándola, sí. La edición XLV de la gran final de la NFL ante los Pittsburgh Steelers le otorgó el anillo que evitará que pertenezca al grupo de gigantes que nunca pudieron levantar el Lombardi Trophy.

El problema es que eso fue en la temporada 2010. Hace demasiado tiempo. Ese día el quarterback contaba con 27 años de edad y en la liga flotaba la sensación de que estábamos ante una leyenda que podría tumbar casi cualquier récord. Si nos hubieran trasladado al inicio de 2018 y nos hubieran dicho que Rodgers seguía contando con esa única presencia en la Super Bowl no nos lo habríamos creído.

Y menos aún sin mediar gravísimas lesiones, pérdida de papeles en la vida o, simplemente, un bajón inesperado en su juego. No. Bajo cualquier punto de vista que se mire, sean los objetivos datos o las subjetivas sensaciones, todas estas temporada han convertido a Aaron Rodgers en una de estas dos alternativas: el mejor QB de la liga o el mejor QB de la liga que no es Tom Brady. Nada más. Ni sus más acérrimos enemigos le pondrían más abajo. Y ha trufado la competición, incluidos los playoffs, de momentos inolvidables; que pregunten, si no, en Detroit, en Minnesota, en Arizona, en Dallas.

Su ascendencia en la franquicia de los Green Bay Packers es absoluta. Saben que están "desaprovechando" unos años que no volverán y eso les quema por dentro. Ha bastado sólo una temporada en la que Rodgers ha faltado en nueve partidos para que el edificio quesero se tambalee hasta los cimientos y el presidente, Mark Murphy, que representa a los socios propietarios del equipo (caso único en la NFL), haya decidido apretar el gatillo, destrozar el proyecto actual y montar, a toda prisa, una nueva estructura que permita aprovechar los últimos años de Aaron Rodgers en la búsqueda del anillo.

Puede no parecerlo. Puede que esta revolución esté pasando un poco por debajo del radar. Es debido a que quien continua es la persona más visible de todas: el entrenador Mike McCarthy. De hecho, se le ha extendido el contrato por un año más, que ahora terminará tras la disputa de la temporada 2019. Justo cuando también se acaba el contrato de Aaron Rodgers.

En lo demás, los Packers serán un equipo nuevo desde ya. En los nombres y, probablemente más importante, en la filosofía.

El primero en irse ha sido Ted Thompson, general manager. El hombre callado, el tipo que no daba una rueda de prensa o una explicación, porque jamás consideró que eso fuera parte de su trabajo, llegó al puesto en el año 2005 y la primera elección que hizo en el draft fue la de Rodgers. El equipo tenía a Brett Favre como QB titular, pero la caída de Aaron hasta el puesto #24 fue demasiada como para dejarle pasar. Decir que acertó, por supuesto, es quedarse muy corto.

También acertó en el seísmo que se produjo en el año 2008. Los continuos flirteos de Favre con la retirada llevaron al general manager y al entrenador, que ya era McCarthy desde el 2006, a decidir que iban a dar el equipo a Rodgers. Cuando la vieja leyenda quiso volver ya era tarde y eso llevó a una ruptura de malos modos entre los implicados. No obstante, Thompson se mantuvo firme y convirtió a los Packers en el equipo de Aaron. La transición, asunto nada fácil, se había llevado a cabo.

El problema es que se ha mostrado poco flexible a la hora de valorar la agencia libre en su justa medida y, con criterios de otras eras, ha querido construir el equipo sólo a base de draft. Y, ahí, a veces ha acertado y a veces ha fallado, lo que trae consigo el montar equipos que nunca han acabado de ser dominantes en defensa o en le juego de carrera.

Si la sucesión de Thompson fuera algo rutinario, normal, es seguro que en Green Bay seguirían los preceptos clásicos de la franquicia: buscar la promoción de algún trabajador interno. Y, sin embargo, aquí pinta a revolución. El primero que lo ha visto es Alonzo Highsmith, que bien podría aspirar a ser general manager de los Packers por llevar 19 años en las oficinas y, sin embargo, ha preferido irse a trabajar a los Cleveland Browns con John Dorsey.

El movimiento de Highsmith podría ser el primero de una serie de compañeros molestos con la dirección de la presidencia. Eliot Wolf o Brian Gutekunst, dos hombres muy respetados en la NFL, estarían pensando en seguir el mismo camino si no reciben ofertas para ser GMs en su propia casa.

Y, sin embargo ¿no es lógico que no lo sean si son tipos de confianza de Thompson y tienen pensado seguir una dirección estratégica similar? Es por eso que ganan peso nombres como los de Russ Ball, que ni es ojeador ni es entrenador, esto es, no es un "hombre de football", o, incluso, fichajes de fuera de la franquicia. Esto sería poco menos que una herejía en los Packers tal y como los conocemos y, quizás, es justo eso lo que necesitan, lo que buscan; como John Schneider, cuyo trabajo soñado está en Green Bay y que ha construido estos Seattle Seahawks míticos de la última década. Hasta el nombre de Doug Whaley, ex-GM de los Bills, ha sonado.

Tampoco es normal lo que está pasando con el equipo de entrenadores. McCarthy está a salvo, pero nadie más lo está. A estas alturas de semana ya han caído el coordinador defensivo, Dom Capers, el ofensivo, Edgar Bennett, el de linebackers, Scott McCurley, y el de línea defensiva, Mike Trgovac. La idea que surge aquí es que el estilo de juego, y no sólo la plantilla, ha de ser cambiado en profundidad para los próximos años.

Y es que esa es la gran clave: los Green Bay Packers han disparado la última bala por Aaron Rodgers. Llegará un nuevo general manager, que pinta a que será agresivo en la agencia libre y buscará hombres para ganar a corto plazo, y todo un nuevo equipo de entrenadores para Mike McCarthy, que cambiarán la forma de jugar del equipo. Porque el QB titular, uno de los mejores de la NFL, tiene 34 años y el tiempo se va acabando.

Los Green Bay Packers que vamos a ver el año que viene, aún con sus dos hombres más reconocibles, McCarthy y el propio Rodgers, en el campo, van a ser muy diferentes a los de las últimas temporadas. Ya iba siendo hora.