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Otra Nochebuena mágica... con las estrellas de la NFL

Anoche, una de mis hijas me dejó desolado. Me dijo que sentía mucha pena por algunos de sus compañeros de clase. “¿Por qué?”, le pregunté. “Porque no creen en los Reyes Magos”, me respondió. “Dicen que en los últimos días han visto a sus padres trayendo y llevando regalos y escondiendo paquetes”. Como veis, todo muy sospechoso.

En ese momento, y según la escuchaba, no sabía dónde meterme. La única solución que se me ocurrió fue hacerme el desinteresado. Como que estaba en otras cosas. Segui su conversación sin darle importancia y diciendo cada pocos segundos “qué peeeenaaaa”, que era como darle la razón pero sin decir nada. Vamos, esas cosas que hacemos los mayores para intentar demostrar que no somos unos idiotas.

Pero entonces mi hija dio un paso más allá que terminó por desmontarme: “papá, he estado pensando sobre el asunto todo el día y he llegado a la conclusión de que los Reyes Magos solo traen regalos a las casas en las que todos, los padres y los hijos, creen en ellos. En el resto tienen que conseguirse los regalos ellos solos”. “Te lo digo porque sé que tú y mamá creéis en ellos, así que se acordarán de nosotros durante toda la vida”.

Y oye, quizá sea una tontería, pero después de escuchar ese argumento se me cayó el alma a los pies y me entraron unas ganas tremendas de llorar. Y me tuve que ir al baño. Y me temblaban los labios de aguantarme como no había pasado hace mucho tiempo. Y cuando se me pasó, salí corriendo y le di un abrazo muy grande, y un beso, aunque ella no entendía mi reacción, porque llevaba un rato muy largo pensando en otras cosas muy importantes para ella dentro de su mundo de magia.

Sé que esta historia no os importa en absoluto. Que en realidad es mi problema, pero todo el asunto me ha hecho pensar, y tal vez recibir la Navidad con una ilusión que había perdido hace ya muchos años. Y sueño con que voy a recibir muchos regalos. ¡Claro que voy a recibirlos! Y por lo que sea, aquella disertación me ha sacado a flor de piel algo que estaba olvidando. Y siento pena por no haber puesto en casa un Belén un poco más cuidado, como hacía en mi infancia, ni contemplado al niño Jesús con la ingenuidad y fe con que lo hacía hace ya tanto tiempo.

Sí, estoy seguro de que muchos estáis ahora estupefactos, incrédulos sobre lo que estáis leyendo, incluso enfadados y pensando en dejar de leer, pero de verdad creo que no es malo volver a ser un niño de vez en cuando. Y escuchar villancicos por el simple placer de hacerlo, mientras soñamos que, aunque quizá no sea verdad, el mundo sí es un lugar bestial en el que se puede ser muy feliz.

Más allá de Villancicos, Belenes, niños Jesús y Reyes Magos, me he hecho un propósito que seguramente no pueda cumplir. Uno de esos buenos propósitos de fin de año, llegados en estos momentos en que estamos con la guardia baja. El propósito de disfrutar estos días de nuevo como antaño de mi deporte favorito: en football americano.

Porque la NFL, vestida de Reyes Magos, ha vuelto a hacernos otro regalo maravilloso. Una jornada magnífica en Nochebuena y otra en Fin de Año. Football entre Villancicos, uvas y fuegos artificiales. Partidos que veremos con otra sensibilidad, con menos malicia, rodeados de los nuestros que, como nos quieren tanto, escucharán nuestras explicaciones entre traguitos de pacharán y trozos de polvorón, como si estuvieran interesados. Tendremos la oportunidad de ver football en familia en vez de hablar de política, de disgustos y dramas, de cuñados a los que nunca vemos, pero con los que tenemos que pasar una velada como su fueran íntimos.

Y cuando pase el eco de las campanadas todos pegaremos botes sobre el asiento con esos pases imposibles, esas carreras eternas, esos héroes dotados del don de la ubicuidad. Despejes que quedan muertos en la línea de gol y patadas que entran por todo el medio desde distancias imposibles. Nieve en un estadio a un extremo del mundo y sol brillando en el otro. Fantasía sobre un césped lleno de líneas y números. Magia.

Y por un día, un solo día, no será tan importante quién gane, porque lo que de verdad nos preocupará será que todos esos que están a nuestro alrededor disfruten como nosotros, y como niños. Y claro, nos preguntarán con quién hay que ir. Y se lo diréis, y explicaréis con emoción todos los motivos por los que es absurdo no ser de los Eagles, los Steelers, los Packers o los Cowboys, los Patriots, Los Niners o incluso los Browns. Y entonces, cuando ese equipo anote un touchdown, todos se abrazarán a ti encantados. Tu equipo favorito habrá ganado un grupo de fanáticos irreductibles y tú, sin quererlo, habrás empezado a ver de otra manera al marido de tu hermana.

Dos jornadas atípicas en la que confluyen todos los astros y se decide la temporada. Con las gradas de un pequeño puñado de franquicias diciéndole a Santa Claus en cartulinas de colores que solo quieren un regalo de Navidad: que el equipo de sus amores se clasifique para playoffs. Un regalo que se desea con todas las fuerzas, que en muchos casos termina en vacío, pero que en muchos otros ilumina, más que nada en el mundo, la sonrisa de un niño.

Como veis, los Reyes Magos existen. A mi casa llegaron ayer a través de la ingenuidad de mi hija, explicándome como si fuera un niño pequeño que a nuestra casa vendrán cada año sin fallo porque creemos en ellos.

¡¡¡Feliz Navidad y próspero 2018 a todos!!!