NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

PELOTA

Oinatz se lleva la segunda txapela del Manomanista

Gran partido defensivo del leitzarra, la estrella de la temporada, ante el vigente campeón, Irribarria, un rival con enorme pegada, al que sometió con su juego de enredo: 18-22.

Oinatz, campeón
Oinatz, campeónMiguel ToñaEFE

Oinatz se asignó en la previa del Manomanista el papel de David para reservar a Irribarria el de Goliath, un coloso que lanza zambombazos sin reservas. Y no lo hizo con una honda y una piedra, sino a base de astucia, enredo y talento, así hizo claudicar al favorito del gran torneo de la pelota, el llamado a reeditar el triunfo del año pasado, que partía en los pronósticos con doble contra sencillo.

Bengoetxea logró la segunda txapela del mano a mano y la cuarta de un grande: 18-22. Se ha reinventado y añade así este triunfo al que obtuvo en 2008 frente a Barriola, otro ilustre veterano como quien le caló ayer la txapela a Oinatz, el gran Juan Martínez de Irujo, este recién anunciada su retirada de los frontones por una anomalía cardíaca. La ovación fue memorable. Hubo poco ambiente, eso sí: la gente echa de menos esos Aimar-Irujo. 

A sus 32 años, el leitzarra, siempre en segundo plano cuando reinaban Aimar e Irujo, ha superado el último peldaño hacia la cima. Su capacidad de sufrimiento es encomiable. Porque de inicio el colorado gozó, envió esos zurdazos indefendibles y se puso 10-5. Pero supo sobreponerse para acabar imponiendo su saque y su juego dinámico e imprevisible en los cuadros alegres.

 Primero se repuso con piernas y una defensa titánica que le permitía un paraguas ante la lluvia de pelotazos del zurdo de Arama. Luego se agarró al saque para ir variándolo, entre la pared izquierda y el ancho, salía por cualquier sector y enviaba la pelota donde le iba pareciendo. Así, arriesgando, logró comer la confianza al Goliath guipuzcoano. A medida que se le complicaban las cosas en la segunda parte, encadenó errores que no se le conocían, como un saque al colchón superior lateral. Con 10-12, Oinatz tenía grogui a su rival, pero llegó el primer descanso largo e Iker pudo rehacerse para empatar a 12. Otra tacadita roja se fue al 12-17. Y nuevo empate. Pegar y pegar, esa era la receta colorada. Aunque también tiró una dejadita curiosa o una pelota al ancho magistral. La madurez de Oinatz ahora mismo es dinamita. “Es una felicidad máxima. Me siento satisfecho y muy afortunado. Esta txapela es la más grande”, valoró el campeón.