Tom Brady, Jimmy Garoppolo y lo que dicte el sentido común
Parece imposible que New England resuelva el rompecabezas del quarterback, pero la experiencia nos dice que conseguirán hacerlo del modo más sencillo.
Casi siempre apelamos al sentido común para intentar sortear problemas irresolubles, o justificamos cualquier decisión ridícula sentenciando que “el sentido común es el menos común de los sentidos”. Sin embargo, ese ‘sentido común’ no es tan sencillo de usar. La muestra de ello es la cantidad de veces en las que la solución parece obvia vista con la perspectiva del paso del tiempo, pero en el momento de ser tomada no resulta tan sencilla.
En el caso de los Patriots, ese ha sido casi siempre su secreto. Han hecho lo correcto en la mayor parte de los casos y con una simplicidad asombrosa. Cuando otros equipos se han metido a vislumbrar la solución en complejas fórmulas de ingeniería financiera o deportiva, ellos se han ido al mercadillo, han comprado la berenjena más gorda y se la han metido a todos sus rivales sin inmutarse por donde la espalda pierde su casto nombre. Como si fuera lo más normal del mundo.
El secreto de hacer fácil lo difícil
Sus drafts son un ejemplo de lo que os cuento. En todo el siglo XXI solo han tenido picks por encima del 16 en tres ocasiones (Richard Seymour 6-2001, Ty Warren 13-2003 y Jerod Mayo 10-2008) y algunos me diréis que eso ha condicionado su manera de enfocar el draft. Lo primero que llama la atención es el altísimo porcentaje de acierto a la hora de encontrar grandes jugadores; lo segundo, su poca urgencia para buscar que tengan impacto.
En un puñado de casos, los jugadores que eligieron en primera ronda han tenido un papel destacado desde el primer día, pero si revisamos titularidades y número de snaps disputados, también descubrimos que en la mayoría de los casos los Patriots han planteado la temporada de novato como unos meses de aprendizaje. Sin agobiar a los recién llegados con grandes cargas de responsabilidad, e incluso sin sacarles demasiado al emparrillado. La prioridad era que se adaptaran al sistema y consiguieran el poso indispensable para rendir al máximo nivel cuando realmente hiciera falta.
Presente en la agencia libre, futuro en el draft
Belichick ha preferido buscar en la agencia libre la solución a problemas inmediatos, fichando a jugadores veteranos a los que sí les podía exigir desde el primer día. Tampoco es que haya buscado siempre grandes estrellas. Cuando ha valorado que necesitaba un jugador decisivo ha sacado la chequera sin inmutarse, cuando ha creído que le bastaba alguien trabajador, también lo ha encontrado. Cuando ha pensado que un jugador era mucho mejor de lo demostrado hasta entonces, no le ha importado hacer una apuesta arriesgada. New England ha exprimido muchas veces los últimos meses de contrato de jugadores fracasados llegados vía trade que se revalorizaban tras unas sesiones de ‘do your job’ en la factoría Belichick y firmaban de inmediato un contrato jugoso con otro equipo.
Eso no significa que siempre haya acertado. Muchísimas veces se ha confundido. Con el matiz de que si un entrenador tiene tan claro el papel que tiene que adoptar cada uno de los 53 jugadores de su plantilla, se simplifica muchísimo la labor de solucionar problemas. Simplemente hay que amputar el miembro enfermo y encontrar en el mercado alguien capaz de ocupar su lugar con garantías; con la tranquilidad del que sabe que el resto de las partes de la maquinaria funciona correctamente y no se altera el rendimiento global.
Muchos novatos no tienen impacto inmediato
Por todo lo anterior es muy habitual que muchos novatos de los Patriots pasen años en la banda, o hasta en la escuadra de prácticas, casi inéditos sin que casi nadie sepa que existen salvo el entrenador de equipos especiales y el miembro del staff encargado de desarrollar su talento. Y por eso también, cuando menos se espera saltan al emparrillado joyas que nadie sabe muy bien de dónde han salido, que habían sido elegidos en el draft dos o tres años antes, o que incluso han sido rescatados del fondo de armario de otros equipos. Entonces nos echamos las manos a la cabeza y nos preguntamos por qué en el equipo original no supieron ver el diamante en bruto que tenían.
Ese sentido común que parece presidir cada decisión de New England es fácil de entender con la perspectiva que dan los años, pero durante mucho tiempo parecieron locuras de Tito Bill, siempre empeñado en sacarse conejos de la trinchera.
Siempre pensando en sus quarterbacks
El otro día, hablando de football con Fernando Kallas, llegamos a la conclusión de que todos los equipos deberían elegir un quarterback en el draft al menos cada dos años. Desde que Belichick es entrenador y general manager plenipotenciario de los Patriots, la franquicia ha elegido nueve quarterbacks en el draft: Tom Brady (6ª ronda de 2000), Rohan Davey (4ª ronda de 2002), Kliff Kingsbury (6ª de 2003), Matt Cassell (7ª de 2005), Kevin O’Connell (3ª de 2008), Zac Robinson (7ª de 2010), Ryan Mallett (3ª de 2011), Jimmy Garoppolo (2ª de 2014) y Jacoby Brissett (3ª de 2016). En los 9 años que no eligieron pasador tampoco se estuvieron quietos. Por ejemplo, en 2009 ficharon a Brian Hoyer como novato no drafteado. Sorprende tanta insistencia en elegir quarterbacks si nos fijamos en que, por ejemplo, los Cleveland Browns han seleccionado el mismo número de pasadores en ese mismo periodo (siempre con rondas más altas, claro); o que los Packers o Steelers no han pasado de siete elecciones de quarterback en 18 años.
También sorprende que en New England se hayan preocupado tanto de buscar relevo para la posición teniendo a Tom Brady a los mandos del aparato. Es curioso ver cómo los que no alcanzaban las expectativas eran descartados casi de inmediato y cuando alguno parecía más prometedor (Cassell o Mallett) el equipo no volvía a elegir quarterbacks en el draft hasta tres años después. De todas las elecciones solo la de Brissett parece obligada como blindaje para los cuatro partidos de sanción que le esperaban a Brady por el deflategate.
Garoppolo, un caso especial
En el caso de Garoppolo se ha producido una rareza respecto a los años anteriores. Después de tres años, y con un buen puñado de equipos dispuestos a pagar muy caro por él, los Pats no han querido venderlo, como sí hicieron con Mallett después de tres años, y con Cassel después de cuatro. El caso de Cassel es muy distinto porque tras su tercera temporada nadie sabía quién era. Su valor llegó tras conseguir 11 victorias en 2008 cuando Brady se lesionó en el primer partido.
Como todos sabéis, la consecuencia de no haber vendido a Garoppolo es que el año que viene terminará su contrato de rookie de 4 años. Como no fue elegido en primera ronda, lo Patriots no puede optar a retenerle un año más. Será agente libre y podrá fichar por quien quiera salvo que New England lo designe jugador franquicia, algo que puede costarle al equipo en torno a 22 millones de dólares en 2018 y que hoy parece inviable.
El nuevo contrato de Tom Brady
El día después de terminar la Super Bowl se hizo público que Brady y los Patriots ya estaban negociando un nuevo contrato para el quarterback, que el 3 de agosto cumplirá 40 años. Desde entonces no se ha vuelto a hablar de ese contrato nuevo. Con el actual, Brady tendrá en 2018 un impacto de 22 millones contra el cap y dejaría 14 millones de dinero muerto en caso de ser cortado. Ese contrato terminaría en 2019 cuando su coste contra el cap también sería de 22 millones, o de 7 millones en caso de ser despedido.
A día de hoy parece un rompecabezas imposible de resolver. Si los Patriots deciden quedarse con Garoppolo y Brady en 2018, a bote pronto tendrán un impacto de 44 millones contra el cap entre los dos, algo insostenible. Si se quedan con Garoppolo y despiden a Brady, el impacto será de 36 millones, que también parece una barbaridad. Si dejan marchar a Garoppolo, Brady tendrá un impacto de 22 millones, 8 más que este año, y se quedarán sin heredero. ¿Qué narices van a hacer los Patriots para sobrevivir al dilema?
Todo queda en manos de Tom Brady
Conociendo a Belichick, y su capacidad para aplicar el sentido común como si pudiera hacer viajes en el tiempo, ver el resultado de sus acciones y volver al pasado para actuar en consecuencia, creo que la decisión ya está tomada, aunque solo sea en sus grandes líneas maestras, y dentro de doce meses los dos seguirán en el equipo. Si no han vendido a Garoppolo, y han tomado con él decisiones inéditas en Tito Bill desde que es entrenador y General Manager, es que saben cómo cuadrar el círculo para conseguir retener a los dos.
Desde la ignorancia, solo parece haber una solución: que en su nuevo contrato Tom Brady priorice los intereses del equipo sobre los suyos y sacrifique dinero a cambio de poder seguir jugando mientras el cuerpo aguante. Con Garoppolo no podrán hacer algo así porque el jugador pedirá el oro y el moro sin compasión. Y aunque ahora parezca imposible, Belichick cuadrará el círculo y dentro de dos o tres años a todos nos parecerá que lo que hizo era de sentido común…
Como cuando uno se entera de cómo saca el mago el conejo de la chistera.