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Leyenda

Derek Jeter, el eterno modelo de atleta ideal para Nueva York

Los Yankees retiran hoy el número dos de su gran capitán, un jugador que marcó toda una época y que es un icono de la gran capital del mundo.
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Derek Jeter, el eterno modelo de atleta ideal para Nueva York

Los New York Yankees retirarán hoy el número dos de Derek Jeter. Dicho así sólo parece una leyenda más que ha ganado mucho para un equipo más y, éste, le otorga el honor máximo de impedir que nadie más luzca su número. Que ya estaría bien. Sin embargo esa descripción, aún acertada, se queda lejísimos de la realidad. Y es que hoy se cierra un capítulo irrepetible de la historia del deporte y, más aún, de la historia de la ciudad que presume, con razón, con ser la capital de la civilización occidental.

Sólo por el lado deportivo, la grandeza de Jeter ya le pone en la estratosfera de la relevancia. El que ha sido el mejor shortstop que vieron Las Mayores ganó cinco títulos de las World Series (1996, 1998, 1999, 2000, 2009), fue catorce veces All Star, ganó el MVP tanto en las World Series como en el All Star en el 2000, fue rookie del año en 1996, cinco veces mejor defensor en su posición, cinco veces mejor bateador también en su posición y el jugador de la inabarcable historia de los Yankees con más hits (3465) y partidos jugados (2747).

Además, desde el año 2003 se convirtió en el capitán del equipo y de ahí pasó a ser considerado el Gran Capitán, a secas. Admirado por los suyos y respetado por los rivales, se le consideró el perfecto profesional durante los 20 años que duró su carrera. Un caballero como enemigo, un primor como compañero, un jugador intachable.

Hoy mismo, algo más de dos años tras su retirada, enfrente de los Yankees, en el gran día de Jeter, estarán los Houston Astros. Y han decidido honrar el acontecimiento con todos los honores, sombreros quitados y solemnidad máxima, a pesar de haber sido una de sus víctimas durante tantos años. Es más, fueron los propio Astros los que no escogieron a Jeter con el #1 del draft de 1992 en uno de esos errores que se cuentan durante décadas y que señalan a las franquicias perdedoras. Lo querían, pero dudaron, y los Yankees se lo quedaron con el #6.

No pudo caer en mejor sitio que Nueva York, porque Derek Jeter es el atleta perfecto para esa ciudad. Ya he resumido sus hazañas en el campo, algo imprescindible para triunfar en la urbeque más títulos profesionales tiene de toda Norteamérica, sobre todo gracias a los 27 de los Yankees, pero es la parte humana, social, casi que cultural, la que eleva su figura a icono neoyorquino.

¿Cuantas veces habéis escuchado eso de la presión, de los tabloides, de lo dificilísimo que es lidiar con todo lo que rodea a los equipos de la gran manzana? Preguntad a Carmelo Anthony, a Eli Manning, a cualquiera que esté en los Jets, preguntad a Dios por qué odia a los Mets. Para ser un héroe aquí se necesita mucho más que jugar bien a algo. Y Jeter les dio eso y más.

Durante años fue el amo de las páginas de cotilleo. Famosas fueron sus relaciones con Mariah Carey en los 90, un sinfín de modelos, de ganadoras de Miss Universo, presentadoras de televisión y una lista inabarcable de mujeres que, según los rumores, pasaron las unidades de millar y que acabaron en alguno de sus lujosos áticos de Manhattan una noche cualquiera.

Es más, la propia ciudad se inventó rumores delirantes y fascinantes sobre sus costumbres sexuales. Mi favorito siempre será ese que rezaba que, tras una noche de pasión, el Gran Capitán se escabullía y la dama, al despertar, tenía un coche de alquiler esperándola para llevarla a donde quisiera y, en el asiento de atrás, una cesta con regalos y una foto de él autografiada. Es puro Nueva York. Es pura cultura "celebritie" llevada al extremo.

Por desgracia, Derek Jeter negó que eso fuera cierto.

Esta negación no impidió, y ya nunca lo hará porque la realidad no debe impedir que las leyendas crezcan y cobren vida propia, que Derek Jeter se haya convertido en la gran leyenda deportiva de Nueva York por todo lo que significa, dentro y fuera del campo, y que sea un nuevo guiño del destino que le vayan a retirar la camiseta con el número dos los Yankees el día de la madre en Estados Unidos, justo cuando se ha casado y va a tener un bebé. Colofón de oro a la carrera neoyorquina por excelencia.