Todos de pie! Aaron Judge llegó a poner orden en la corte
Los Yankees lo vuelven a hacer con un cañonero que ilumina su futuro.
De todos los equipos del mundo, jamás pensé que los Yankees fueran a hacer uno que terminara ahorrándose 300 millones de dólares, o lo que sea que le paguen los Marlins a Giancarlo Stanton.
Por tan solo 500 mil dólares y bajo contrato hasta 2022, los Mulos de Manhattan tienen en Aaron Judge una versión mucho más barata y más joven, aunque aterradoramente parecida físicamente, del jardinero de los Marlins.
Perdón, ¿quién?
Bueno, si usted estuvo en una cueva el pasado mes, no pagó su cuenta de internet o viene saliendo de un coma provocado por ver fútbol, permítame darle un curso básico e intensivo de Aaron Judge 101.
Judge tiene más poder que el presidente (see what I did there?). Es 30 centímetros más alto que su compañero Ronald Torreyes. Tiene más home runs de los que suman Mark Trumbo, Edwin Encarnación y Todd Frazier esta campaña. Es más alto, y más pesado que Stanton y señores, el chico sabe cómo castigar a una pelota.
También es uno de los principales motivos por los que los Yankees, contra muchos pronósticos, hayan terminado abril como líderes del Este de la Liga Americana. Más importante aún, los volvió relevantes y entretenidos al reactivar, prácticamente sin ayuda, a una ofensiva que respalda a una sorpresivamente sólida labor de su pitcheo abridor.
Sí, se sabía que Judge iba a ser bueno. Muy bueno. Vamos, no tardó en demostrarlo, al desforrar una esférica en su primer turno en Grandes Ligas. Pero fuera de eso, navegó bajo la sombra de la monstruosa segunda mitad de campaña del receptor dominicano Gary Sánchez.
En 2016, Judge pasó tan desapercibido como puede pasar un tipo de 2 metros y casi 130 kilogramos. Al fin de cuentas batear para .176 y cuatro bambinazos no son números dignos para ir llamando a Cooperstown. Ya no más. Llegó el juez.
Judge junto a Gary Sánchez y Tyler Austin en Grandes Ligas, y Adam Frazier en sucursales, estaban marcados a ser el futuro de los Yankees, los pilares de una nueva dinastía. Los “Baby Bombers”. La Mafia de Nueva York. Los matones con traje a rayas.
Pero ya saben cómo son estas nuevas generaciones, siempre tan precoces e impacientes. El recuerdo de Derek Jeter y Mariano Rivera aún está fresco y estos muchachos no pueden esperar a escribir su propia historia.
La historia es ahora.
La historia de los nuevos Yankees, los que no comprar títulos a billetazo limpio. Los que dan prioridad al scouteo y trabajo en sucursales por encima de la agencia libre. Los que adquieren talento joven en canjes a cambio de veteranos y no al revés. Buena suerte si Bryce Harper les quiere sacar 400 millones de dólares a unos Yankees que no lo necesitan a ese precio.
La historia es ahora.
La historia de Aaron Judge, el tipo que escribe su nombre un jonrón a la vez. Diez en abril, para ser precisos. El doble que su coequipero más cercano y suficientes para empatar la marca para un novato en el primer mes de campaña.
Y no amigos, no son de esos cuadrangulares que caen en la primera fila. De esos de los que el jardinero cree que todavía tiene una oportunidad. No señor. La pelota sale chillando de su bate. Pega un grito que se escucha en todo el estadio. Los jardineros ni siquiera hacen como que corren para atrás. Son jonrones de Grandes Ligas.
No me crean a mí, créanle a Statcast, quien tiene uno de los macanazos de Judge como el jonrón más rápido de su historia con una velocidad de salida de 192.2 kilómetros por hora (119 mph). No, no fue un error de dedo, leyó usted bien.
Es 2017, el año del juicio y Judge es amo y señor de la corte. Es juez y verdugo. Es una autoridad en materia de poder.
Todos de pie: El juez ha entrado en el tribunal.