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Previas MLB

Los Dodgers son amos y señores del Oeste de la Nacional

Los angelinos se han hecho con el título divisional en los últimos años, sin que eso sirva para acabar con sus demonios en octubre.

El legendario Clayton Kershaw es el principal referente de Los Ángeles Dodgers.
Getty Images

Bienvenidos al coto privado de los Dodgers. Los de Los Ángeles llevan cuatro títulos de división consecutivos y todo parece indicar que en 2017 volverán a repetir. A pesar de ser dueños y señores del Oeste de la Liga Nacional durante la temporada regular los Dodgers han sido una absoluta decepción en playoffs. Ya son 28 años sin aparecer en el Clásico de Otoño.

Todo lo contrario ha sucedido con sus rivales de San Francisco. Los Giants han tenido un rendimiento algo más irregular pero han sabido aprovechar sus oportunidades como pocos. Hasta la derrota del año pasado ante los Cubs en las Series Divisionales contaban sus anteriores tres apariciones en postemporada por victorias (recordemos a los más despistados que fueron Campeones del Mundo en 2010, 2012 y 2014).

Cuando en una división nos encontramos con dos colosos de estas dimensiones queda muy poco que repartir entre las demás franquicias. Los Padres han sido siempre el hermano pobre de California. Mientras que Dodgers, Giants, A’s e incluso Angels conseguían tocar el cielo los de San Diego han deambulado por la Liga sin rumbo fijo. Sólo un gigante como Tony Gwyn fue capaz de darles ciertas esperanzas en los ochenta y los noventa.

Rockies y Diamondbacks son dos de los equipos más jóvenes de la MLB, creados en 1993 y 1998, respectivamente. De los Rockies no hay mucho que decir. Consiguieron llegar a las World Series en 2007 pero se ha hablado más de ellos por el hecho de jugar a una milla de altura sobre el nivel del mar que por su impacto real en la competición.

Los Diamondbacks si han sido algo más interesantes. No sólo por las Series Mundiales ganadas en 2001, sino por un par de títulos de división más en 2007 y 2011. Son el único equipo que se ha atrevido a amenazar tímidamente la tiranía de Dodgers y Giants.

¿Cómo es posible que una casa de locos (con perdón) como fueron los Dodgers en 2016 pueda funcionar? ¿Cómo un equipo que el año pasado tuvo hasta 15 abridores distintos, por cuyo roster pasaron 56 jugadores diferentes y que acumuló hasta 26 piezas en la lista de lesionados fue capaz de llegar a octubre?

La única respuesta lógica la encontramos en lo económico. Los Dodgers tienen el presupuesto más grande de las Mayores. Gracias a esto gozan de una profundidad de plantilla que nadie en el mundo del béisbol posee. Llevan ya dos años siendo especialmente castigados por las lesiones y aun así han sido competitivos. Si consiguen estar sanos se puede esperar cualquier cosa de ellos.

Son tantos los jugadores que tienen en nómina que se hace difícil aventurar quienes serán los habituales. El nombre de los tres jardineros y la parte baja de la rotación es un auténtico misterio. Lo único claro es que la llegada de Forsythe apuntala un infield de lujo, que Grandal será el catcher titular y que Khershaw y Jansen empezarán y terminarán los partidos importantes.

Para luchar contra los Dodgers los Giants apuestan por la continuidad. El lineup sale casi de memoria: Posey, Belt, Panik, Crawford, Pence, Span… Lo mismo pasa con la rotación: Bumgarner, Cueto, Moore, Samardzija, Cain… Y por supuesto, Bruce Bochy en el banquillo.

Si el 2016 de San Francisco no terminó de ser satisfactorio fue porque su bullpen fue una auténtica catástrofe. Casilla, su closer, desperdició hasta nueve saves, y Javi López, el habitual en la octava entrada, tampoco estuvo bien. Estos problemas han hecho que en la agencia libre los Giants fueran como locos a por un closer. Se han hecho con Melancon, pero no han reforzado el resto de la unidad. Confían en que las prestaciones de los relevistas mejoren en 2017.

Son un equipo equilibrado, pero con ciertas carencias ofensivas. Es cierto que cuentan con una rotación solvente y en la que cada hombre cumplirá con su papel. Además parece difícil que el bullpen colapse tanto como el año pasado y logrará mejores números. Aún con esto, si quieren competir con los Dodgers necesitarán al mejor Posey y a un Pence sano.

Llega ahora el momento de dos de los que pueden ser los grandes animadores de la MLB: Rockies y Diamondbacks. Ambos ponen sobre la mesa argumentos suficientes como para dar mucha guerra aunque también generan una dudas que de confirmarse los mandaran a los puestos más bajos de la clasificación.

Si eres un novato no lo dudes. Los Rockies son tu equipo. Su lineup es una de las unidades más excitantes de las Mayores. Pegadores puros que el año pasado consiguieron promediar más de cinco carreras por partido, la segunda mejor marca de la competición.

Está claro que Arenado y compañía volverán a poner una pila de carreras en el marcador. Pero amigos, en el pecado está la penitencia. Si hay un lugar en el mundo del que un pitcher no quiere oír ni hablar es Colorado. A una milla de altura sobre el nivel del mar las bolas suben, suben y nunca bajan. Los home runs son algo a lo que en Denver están muy acostumbrados.

Para intentar luchar contra la gravedad en Colorado han conformado una rotación que tiene tendencia a conseguir bateos rodados. Su principal hándicap será la inexperiencia. Entre los cinco brazos que se perfilan para la rotación apenas llegan a las 1200 entradas lanzadas en la MLB.

Si los Rockies eran el equipo ideal para los principiantes, los Diamondbacks serán los favoritos de los nerds de la estadística avanzada. Después de años de fracasos y de traspasos fallidos que han dejado el sistema de granjas esquilmando los dueños han decidido dar un cambio radical al rumbo de la franquicia. Han asaltado los front offices de Pirates y Red Sox, dos de los más sabermétricos de la liga, y se han llevado a los ‘cerebritos’ al desierto de Arizona.

Lo primero que ha hecho la nueva dirección ha sido traer a un manager abierto a las nuevas tendencias y prescindir de algo de ataque para ganar profundidad en el pitcheo. La ofensiva reposa en Goldschmidt y Pollock, dos jugadores con pedigrí de All Star y que funcionarán. Si el resto de los jóvenes bates consiguen producir, los Diamondbacks podrían soñar con la postemporada.

El panorama de la división es francamente divertido. Un gran favorito, un gran aspirante y dos equipos con ganas de dar guerra. Ah si, se me olvidaba, también están los Padres…

Una anécdota basta para explicar la desastrosa gestión de A.J. Preller al frente de los San Diego Padres. En diciembre de 2014 intercambió a un prometedor Yasmani Grandal por un Kemp en pleno declive. A día de hoy Grandal es uno de los mejores catchers defensivos y titular en un equipo que aspira al anillo. Kemp está ahora en los Braves, pero los Padres aún le deberán pagar 8.5 millones de dólares en 2017.

Esta es solo una de las muchas chapuzas de Preller. En total los Padres deberán pagar este año unos 36 millones de dólares a jugadores que ya no están en la organización. Cantidad que resulta todavía más insultante al comprobar que el payroll del roster actual no llega a los 20 millones. Los Padres son uno de los pocos equipos que aún “desprecia” el mundo sabermétrico, así que veremos cuánto tardan en acercarse algo a él.