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Pepe Legrá: "Gané mucho dinero y creí que el mundo era mío"

Pepe Legrá (Baracoa, 73 años) llegó desde Cuba a España y en 1968 tumbó a Winstone para ser campeón del mundo. Un fenómeno, escurridizo, que vive alejado del boxeo. Mireia Belmonte, medalla de oro

30/12/16 BOXEO GIMNASIO BROOKLYN FITBOXING LAS TABLAS , ACTO A ALFREDO EVANGELISTA Y PEPE LEGRA
EMILIO COBOSDIARIO AS

Su nombre se anuncia en alguna velada ‘Homenaje a Pepe Legrá’, pero no aparece. Se le espera en alguna comida de sabios dispuestos a charlar de tiempos mejores. Pero no va. Un móvil suena y tras la línea, a veces, contesta una voz femenina, la de su compañera, con la que convive desde hace casi 20 años en un piso cercano a Las Ventas. “No, ha salido. Llámele dentro de un rato”. ‘Desconectado o fuera de cobertura’, escupe la máquina…

Como en el ring, Legrá se mueve como una sombra. Escurridizo, cumplirá 74 años el 19 de abril, el Puma de Baracoa parece huir de todo casi 49 años después de que en Porthwal, en Gales, acabara con Howard Winstone en el quinto asalto, y el niño nacido en el oriente de Cuba llegado a España un 14 de septiembre de 1966 “con un traje y unos zapatos de verano” se proclamara campeón del mundo del pluma para mayor gloria del deporte y del régimen franquista.

Treinta y tres años habían transcurrido del primer título mundial de Baltasar Belenguer Sangchilli, una noche en Valencia frente a La Araña Negra Al Brown… Demasiado tiempo. Tanta repercusión tuvo el bombazo de Legrá que hasta hay quien hizo negocio con un muñequito negro de juguete que lanzaba un directo cuando se pulsaba un botón.

¿Dónde se mete ahora Pepe Legrá?

Veo poco boxeo. Me invitan a veladas, pero unas veces estoy fuera porque viajo de vez en cuando a Canarias, otras no tengo ganas… en fin. Me invitan constantemente a homenajes, pero no me apetece. Y no porque saliera desencantado del boxeo. Le estoy agradecidísimo por lo que me dio.

Contesta ágil Legrá, con el deje cubano dulzón que nunca se le fue. Con la ligereza en la lengua que le convirtió en El pequeño Cassius Clay, tan rápida como esas piernas que le hicieron ya campeón de Europa en 1967 en el Palacio de los Deportes cuando una derecha firme dejó tieso a Yves Desmartes. Esa derecha, suave y con los dedos largos como sarmientos, con la que estrecha la mano del periodista. Como muchos años atrás hizo con Martin Luther King en el Madison Square Garden, Muhammad Ali, Franco o Fidel Castro. Historia de una época entre el blanco y negro y el color.

Legrá, cazadora de cuero y camiseta blanca, no luce ya esas corbatas bien anudadas. No disfruta del reconocimiento social de otros coetáneos y pioneros (Manolo Santana, Ángel Nieto, Federico Bahamontes…) y su cuenta en el banco no es precisamente boyante.

Alfredo Evangelista y Pepe Legrá.
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Alfredo Evangelista y Pepe Legrá.EMILIO COBOSDIARIO AS

¿Cómo está su economía?

Gané casi 400 millones de pesetas. Pero la inexperiencia en la vida… Creía que el mundo era mío. Gasté mucho dinero y puse negocios que fueron mal o regular. ¡No tenía ni puñetera idea! Invertí bien en negocios inmobiliarios y gané mucho, pero con el tiempo se fue fastidiando todo y se esfumó. Pero vivo bien, gracias a Dios y, sobre todo, a José María García, que se portó bien conmigo antes y ahora (el periodista, que disfrutó a su lado de su época dorada, le ayuda económicamente) y a una pensión".

148 combates, 133 victorias

No quiere lamentarse Legrá, orgulloso como todo campeón, y al que lo que ganó con los puños se le fue en los despachos. Montó también una firma de zapatillas deportivas, Legrá Sport, que se fue al garete y en su última época laboral hizo de relaciones públicas de una empresa de seguridad de un amigo, Jesús Capote. Pero no se arrimó al boxeo, que dejó en 1973 después de perder en Nicaragua frente a Alexis Argüello con 148 combates en sus carnes, de los que ganó 133, perdió 11 y cuatro acabaron en nulo.

“Después de retirarme, no me ha dado nunca por volverme a calzar los guantes en un gimnasio. Sólo lo he hecho alguna vez en Cuba. Donde nací, con mis compañeros. Me han construido un supermuseo en Baracoa. Allí está la faja de campeón del mundo, ¡porque lo fui dos veces del mundo y siete de Europa, que se dice fácil! Muchos recuerdos en una vitrina, aunque en España también conservo cosas”, explica en el gimnasio Brooklyn Fit de Las Tablas (Madrid) después de aceptar una ayuda del Consejo Mundial de Boxeo y de acceder a ponerse el cuero para las fotos.

Y es que el negrito simpático de los sesenta encontró en el cuadrilátero una forma de escapar de Baracoa, donde los turistas americanos le tiraban de chico monedas al mar para que las rescatara con los dientes. “Las tablas de la caja de limpiar calzado se han convertido en un trono. Era madera de campeón. El bolero oscuro y desharrapado ostenta ahora el cetro mundial de los plumas”, comenzó el maestro Manolo Alcántara la crónica de su gran noche en Porthcawl. “Usted no sabe el hambre que yo he pasado, tengo que vencer”, le había dicho el púgil de 25 años al cronista en el hall del hotel Esplanade, antes de subir al ring.

Limpiabotas y vendedor de periódicos

“Mi trabajo en Cuba era limpiar zapatos y vender periódicos. Aprendí a boxear en la calle, y como decían que pegaba mucho, montaron un ring en el pueblo y me apunté. Yo pasé mucha hambre en mi infancia. Fregué coches, vendí periódicos y ‘manises’. Padecí muchas necesidades porque mi familia era pobre. Pasé muchos trabajitos, pero luego tuve una recompensa increíble. El boxeo me sacó de la calle y me dio dinero, fama… todo lo que te puedas imaginar”, se va animando Legrá, que pierde la mirada como disfrutando por dentro de esos años en los que fue el rey.

De Baracoa a La Habana, al gimnasio de Luis Sarria, y de allí a boxear en México y Miami, donde se fijó en él el mítico preparador Angelo Dundee, que le llevó a su 5th Street Gym y donde coincidió con un chaval que venía de colgarse el oro en los Juegos de Roma. Un tal Cassius Clay. “Ali era muy fanfarrón, pero lo que decía lo cumplía. ‘¡I am the best, I am the best!', gritaba. Pero es que era el mejor de veras. Yo también era fanfarrón. Algo se me pegó de él. Los rivales subían al ring contra mí y entraban con miedo. Se les veía en la mirada”, se ríe Legrá enseñando esos dientes blanquísimos que enamoraron a tantas mujeres. “Con ellas tuve suerte siempre”, dispara pícaro. “La verdad es que tras ser campeón del mundo me hice un golferas y Alcántara y Fernando Vadillo (pluma legendaria de AS) me veían por lugares poco idóneos. Y lo criticaban, como debe ser”.

De Cuba a España

Fidel Castro prohibió el deporte profesional en Cuba y José Adolfo Legrá Utvia tuvo que buscar nuevos horizontes. Los encontró en España de la mano de Kid Tunero. “A España llegué sin nada. Comencé a entrenar en el Palacio de los Deportes y Vicente Gil, que era médico de Franco y presidente de la Federación de Boxeo, me ayudó mucho. Para hacer el campeonato de Europa debía ser español, y me arregló los papeles rápido. Cuando gané a Winstone (se preparó en Torrelodones junto a Miguel Velázquez y Pedro Carrasco) fue una locura. ¡Ave María cómo estaba el aeropuerto de gente! La policía tuvo que abrir paso y me llevaron en coche hasta mi casa, en Núñez de Balboa. Franco me regaló uno de los mejores ‘chaleses’ que he tenido en la vida y un Oldsmobile de la General Motors, un coche americano fabuloso. ¡Te pones a pensar y te vuelves loco!”.

Con su envergadura, alto para su peso, y su gran swing, un crochet abierto a la carótida como con el que cazó a Winstone, Legrá hizo fortuna. Perdió luego su cetro (“me lo robaron, nunca lo perdí”) en el Royal Albert Hall de Londres frente a Johnny Famechon en 1969, y lo recuperó en Monterrey (México) ante Clemente Sánchez en 1972.

Atrás quedó todo. Días de vino y rosas de un personaje que ahora se cruza con runners por El Retiro que no saben quién es (“sigo saliendo a correr siempre que puedo”, advierte), todavía ligero de pies. Alejado de su brillo.

¿Más golpes da la vida, señor Legrá?

¡Eso es un dicho, pero yo no puedo decirlo! La vida no me ha dado golpes, esa es la verdad. No se ha portado tan mal conmigo.

Recibió junto a Evangelista una ayuda del Consejo Mundial

"¡Hermaaaano!", Legrá se abraza a Alfredo Evangelista. A los dos les hizo mucha ilusión volver a verse. Recibieron una ayuda económica anual revisable del 'Fondo José Sulaimán' del Consejo Mundial de Boxeo para que los excampeones disfruten "de una vida digna". Evangelista aspiró dos veces al cetro de los pesados (una frente a Ali, al que aguantó 15 asaltos, en Landover en 1977) y fue cinco veces campeón de Europa. "Cuando estás arriba, todo el mundo se acuerda. Luego, te olvidan. Eso es muy de agradecer", dijo Legrá.