Primus inter pares: con ustedes... todos los comisionados de la NFL
Hemos conocido comisionados de la NFL que revalorizaron el producto, fueron benéficos para los aficionados y protectores para los jugadores…
He visto cosas que vosotros no creeríais…esa mítica frase del replicante Roy Batty podríamos haberla dicho el maestro @jmvillelabeitia o yo mismo, quizá los que peinamos más canas de esta banda que pastorea Mariano Tovar. Nosotros hemos conocido comisionados de la NFL que revalorizaron el producto, fueron benéficos para los aficionados y protectores para los jugadores… incluso algunos que nunca ganaron 44.2 millones de dólares en bonus… Retrocedamos unas décadas y verán.
Si bien hasta 1941 no se crea de manera expresa la figura del comissioner, lo cierto es que desde los albores profesionales del gridiron hubo siempre un responsable de la competición perfectamente identificable.
Ralph Hay, primer representante de los equipos de la competición nació en Canton, Ohio, era vendedor de coches y propietario de los Canton Bulldogs. Es comprensible por tanto que el 27 de abril de 1961, esa ciudad fuese elegida como sede del Pro Football Hall of Fame. De hecho, en agosto de 1920, la primera reunión de la que germinó la American Professional Football Conference (APFC) y que dos años después se convertiría en la NFL, fue organizada por Hay en su concesionario, el Jordan and Hupmobile Auto Showroom, –en ese lugar se erige hoy el Bow Federal Building, donde una placa recuerda la histórica y fundacional reunión- con los managers de los Akron Pros, Cleveland Tigers, Rock Island Independents y Dayton Triangles, sentados en los capós de los vehículos en venta. De esa reunión embrionaria saldría Hay como «temporary secretary» hasta que se nombrara un presidente.
Y para nombrarle, Hay eligió a alguien de su confianza. A su mejor corredor. Al mítico Jim Thorpe. Y es que si lo que se pretendía era colocar en la presidencia inaugural a una figura de prestigio, en aquel gridiron no había otro de su carisma, talento y condiciones. Doble oro en decatlón y pentalón en las olimpiadas de Estocolmo de 1912; busto en Canton tras jugar entre 1915 y 1927 en siete conjuntos de la NFL; profesional del baseball con Giants, Braves y Reds. Probablemente no haya habido un deportista de la versatilidad y condiciones como Jim Thorpe en la historia, una verdadera leyenda en vida, con esa ascendencia mestiza, donde la sangre india y la caucásica se unieron en un irrepetible prodigio competitivo. En aquellos años de precariedad, su mayor logro personal como presidente de la liga fue llevar a sus Bulldogs a Nueva York para un partido contra los All-Americans, en el que los locales ganaron 7-3 ante más de 20.000 aficionados reunidos en el Polo Grounds, un éxito extraordinario para la incipiente y caótica competición. No en vano, al final de aquella primera temporada hasta cuatro equipos reclamaban el título, lo cual se resolvió en una reunión donde además de entregar la primera Brunswick-Balke Collender Cup a los de Akron, Joseph Carr, el dueño de los Columbus Panhandles, fue nombrado nuevo presidente de la liga.
En estos inestables inicios, cada uno acercaba el ascua su sardina, y de esa forma, el nuevo presidente lo primero que hizo fue trasladar la sede de la APFC a Columbus, redactando a continuación unos estatutos de la liga y programando un calendario de competición y un número mínimo de partidos de liga que debían disputarse para optar al título. Asimismo, se esforzó en dotar de estabilidad a las franquicias, cuya deriva era absolutamente imprevisible. Entre 1920 y 1932 más de cuarenta equipos transitaron por la liga, manteniéndose únicamente de los miembros originales los Bears y los Cardinals. En aquellos años, diecinueve equipos duraron un año (el Tonawanda Kardex, sólo un partido). Por ello, Carr apostó por las grandes ciudades con recursos. Y así logró que Tim Mara respaldase un equipo en la ciudad de Nueva York, así como poco después en Pittsburgh los Rooney o en Philadelphia Bell.
Otra de las obsesiones de Carr fue el de la profesionalización de la competición, para lo cual, en 1925 introdujo un contrato profesional estandarizado para el jugador, de manera que éste no pudiera abandonar inopinadamente un equipo a mitad de temporada, creando también la tan vigente figura de la agencia libre.
El primer asunto delicado al que tuvo que enfrentarse la nueva figura presidencial fue la constante alineación fraudulenta de jugadores universitarios. Y quien pagó los platos rotos fueron los Green Bay Packers, a quienes su operativa ilegal les costó la expulsión de la competición, y únicamente la aparición del mítico Lambeau logró salvar la histórica franquicia. Al hilo de las tensas relaciones entre el college y los pross, Carr fue el artífice también de una disposición que impedía a los universitarios firmar con equipos profesionales hasta después de su graduación, protegiendo así tanto al jugador como a la competencia universitaria.
A la muerte de Carr, le sustituyó en el cargo Carl Strock, ex propietario de los Dayton Triangles, quien ejerció en realidad de dirigente-puente entre la etapa presidencial y el periodo de comisionados, que se inauguraría tan solo dos años después de su llegada.
En efecto, el 17 de enero de 1941, los patrones de la NFL, siempre a remolque de la por entonces imbatible liga de baseball, modificaron sus estatutos y, tomando como modelo el Commissioner del bate y sus reforzadas atribuciones ejecutivas, eligieron para el puesto al mítico miembro de los Four Horsemen (los cuatro excepcionales jugadores de la década de los veinte de Notre Dame), Elmer Layden, firmando un contrato de cinco años con un salario anual de $ 20.000. Fue un periodo de extraordinaria dificultad para la NFL, no en vano, la II Guerra Mundial obligó a muchos equipos a fusionarse ante las bajas entre sus jugadores y las dificultades económicas (Phil-Pitt Steagles y Card-Pitt en 1944) o a cesar en sus operaciones, como fue el caso de los Cleveland Rams en 1943. La crisis económica y la aparición de una nueva competición rival, como fue All-America Football Conference (AAFC), que arrastró a franquicias históricas como los Brooklyn Dodgers de Dan Topping, llevó a la dimisión del primer comisionado de la historia de la NFL el 11 de enero de 1946.
Ese mismo día, el co-propietario de Pittsburgh Steelers, Bert Bell, fue elegido para sustituirlo, firmando un contrato de tres años a razón de 20.000 dólares anuales, que le obligó a vender su paquete accionarial de la franquicia acerera a Art Rooney. El primer deber del nuevo comisionado fue recuperar los equipos que disputaban la AAFC, lográndolo en 1949 y reestructurando la NFL en dos divisiones competitivas: la Nacional y la Americana.
Si hubiera que sintetizar en tres actos y un epílogo la trayectoria de Bell como commissioner, debería recordarse su feroz lucha contra las apuestas ilegales y la participación de jugadores en las mismas; el establecimiento de un sistema ponderado de ingresos, de manera que los equipos radicados en mercados menos competitivos económicamente no se vieran perjudicados y, desde luego, fue el responsable de los célebres blackout televisivos en las ciudades donde ese día jugara la franquicia local, en un intento de estimular la asistencia a los estadios.
En cuanto al epílogo, este hombre de football murió viendo football. El 11 de octubre de 1959 en el Franklin Field de Filadelfia, mientras asistía a un partido entre el equipo que cofundó, los Eagles y los Steelers, del que había sido copropietario de 1941 a 1946, un infarto acabó con su vida. No es mala forma de morir.
Lo repentino de este final supuso la llegada de otro comisionado transitorio, en este caso el que fuere tesorero de la NFL, Austin Gunsel, encargado de convocar la reunión más larga de la historia de la liga. Los propietarios fueron convocados por primera vez el 20 de enero de 1960 y tras ocho votaciones, ningún candidato alcanzó los dos tercios de votos necesarios para ser elegido. Una nueva reunión y seis votaciones después, seguía la NFL sin fumata blanca. En un intento de poner fin al bloqueo, Rooney puso sobre la mesa siete candidatos de compromiso a los propietarios; el ex congresista y subdirector de la NFL Samuel A. Weiss; Ray Benningsen, ex director general de Cleveland Rams; Chile Walsh, abogado de Filadelfia; Frank Sullivan, ex gobernador de Kentucky y comisionado de béisbol; Happy Chandler, gerente general de Detroit Pistons; W Nicholas Kerbawy, y el abogado Don Miller. Ninguno de ellos alcanzó el quórum requerido y por tercer día consecutivo los propietarios no pudieron elegir un comisionado. Y así ocurrió el cuarto, el quinto, el sexto y el séptimo día de la extenuante reunión. Al la siguiente convocatoria, los que apoyaban al candidato Leahy, Wellington Mara y Paul Brown esencialmente, advirtieron que su caballo nunca alcanzaría la confianza del resto de propietarios, por lo que se ofreció al gerente de Los Angeles Rams, Pete Rozelle, quien a la postre fue capaz de desbloquear la designación.
El contrato original de Rozelle en 1960 era de $ 50.000 anualmente por tres años. En mayo de 1962, se le concedió un bono de $ 10,000 para 1961 y un nuevo contrato de cinco años a razón de $ 60,000 por año. Empezaba la Era Rozelle. Y se inciaba con un cisma de proporciones estelares. La American Football League (AFL) no era la AAFL. Para empezar, al frente de la AFL había un tal Al Davis. La solvencia y carisma de sus franquicias, las innovaciones reglamentarias y en la indumentaria, la inteligente gestión de sus derechos televisivos o el creciente trasvase de jugadores desde la preeminente NFL a la neófita AFL (Roman Gabriel, John Brodie o Mike Ditka) eran todos ellos factores que amenazaban muy seriamente la solidez del negocio que gestionaba Rozelle. El dinero es extraordinariamente miedoso y así, los asustados propietarios de la NFL, sin el conocimiento de Rozelle, iniciaron discretas negociaciones con sus homólogos de la AFL, que tampoco dijeron nada a Davis. En otras palabras, el célebre Merger, punto de inflexión del nuevo concepto competitivo y piedra angular del Super Bowl, no fue obra de Rozelle, sino de las gestiones en la sombra de los patrones de una y otra liga, bien coordinadas por el verdadero muñidor de la fusión, que no fue otro que Lamar Hunt. Al Davis nunca perdonó a sus colegas el acuerdo de fusión, negándose a mantenerse como presidente de la AFL, al rebufo de Rozelle. (En 1981, los Oakland Raiders ganaron el Super Bowl. Como comisionado, Rozelle tuvo que entregar el trofeo a Al Davis. Dice los maledicentes, que el comisionado utilizó ambas manos para entregar el Lombardi de modo que no tuviera que estrechar la mano de su archienemigo)
Superadas las turbulencias secesionistas de los años sesenta, la década siguiente fue plácida para el plenipotenciario Rozelle, expandiéndose la NFL, consolidándose el Monday Night Football como fenómeno televisivo a nivel nacional y erigiéndose el Super Bowl como el epicentro mediático-deportivo de la temporada. Las cosas, no obstante, cambiaron en los ochenta. Huelgas de jugadores, estallido de la burbuja inflacionista preñada durante la anterior década, episodios relacionados con el consume de drogas, especulación con la radicación de las franquicias, la aparición de la efímera pero incomoda United States Football League (USFL y Donald Trump con ella), todo ello llevó al eterno Pete a retirarse el 5 de noviembre de 1989, tras casi treinta años de un mandato que, con toda su densidad, nunca podrá desligarse de un hito que le marcaría durante toda su trayectoria y aún después: la gestión del duelo tras el magnicidio de Dallas. A las 14.22 EST horas del día 22, es decir, 1 hora y treinta y tres minutos después del fallecimiento del Presidente Kennedy en el Parkland Hospital, Walter Conkrite, el presentador estrella de la CBS pronunciaba la ya histórica frase: “We just have a report from our correspondent Dan Rather in Dallas, that he has confirmed President Kennedy is dead...” Por tanto, Pete Rozelle, poco antes de las 15.00 horas pudo tener conocimiento del deceso. Habida cuenta de que la mayoría de las franquicias viajaba el viernes para disputar el partido del domingo, el margen era extraordinariamente estrecho para que el comisionado de la NFL adoptara una decisión en torno a la suspensión o no de la jornada. No obstante, algunos equipos se adelantaron al propio Rozelle. Eagles y Redskins, desde el primer momento, se opusieron a jugar. Por el contrario, numerosos conjuntos de football universitario, cuyos partidos se jugaban el sábado 23, decidieron no posponer los encuentros, incluyendo instituciones tan importantes como Oklahoma, Nebraska, Florida State o Auburn. Es más, Wake Forest jugó en North Carolina State el propio viernes por la noche, mientras se practicaba la autopsia al cuerpo del Presidente en el Naval Hospital de Bethesda. Una de las primeras llamadas que realizó esa tarde Rozelle fue a su buen amigo Art Rooney, el propietario de los Steelers. The Chief fue franco con el comisionado, y le sugirió que cancelara la jornada, aunque si adoptaba otra decisión, le apoyaría igualmente.
La balanza de Rozelle se inclinó definitivamente a favor de jugar después de la conversación telefónica que mantuvo con el secretario de prensa de JFK, Pierre Sallinger. Rozelle había sido compañero de Sallinger en la Universidad de San Francisco, y mantenían por tanto una estrecha relación. El secretario de prensa, que viajaba hacia Estados Unidos desde Japón sobre las 18.00 horas del viernes 22, le imploró a Rozelle que no suspendiera la jornada: ‘Jack would say we should play,’ además, le dijo, mantener la normalidad del football, serviría para aliviar el luto de una nación devastada. La presión sobre Rozelle fue extraordinaria, más si cabe cuando la competición adversaria, la recién creada AFL, horas antes había suspendido fulminantemente la jornada en señal de respeto. La postura de Rozelle fue duramente criticada por los medios – Red Smith, del New York Herald escribió:, “In the civilized world, it was a day of mourning. In the National Football League, it was the 11th Sunday of the business year, a quarter-million dollar day at Yankee Stadium.’’-, que no comprendían como ante tamaña tragedia, se planteara siquiera la trivialidad de jugar un partido de football. Rozzelle, que el domingo por la mañana acudió a misa y luego al Giants-Cardinals en el Yankee Stadium, se limitó a contestar: “It has been traditional in sports for athletes to perform in times of great personal tragedy. Football was Mr. Kennedy’s game. He thrived on competition” Años después, Rozelle reconocería que fue la peor decisión en sus 29 años como comisionado.
La retirada de un icono como Rozelle supuso una revisión del modelo directivo en la NFL, planteando la posibilidad de articular una dirección bicéfala, una encargada de supervisar la integridad del juego y otra, de los aspectos económicos y comerciales. Se constituyó un comité de selección compuesto por Wellington Mara, Lamar Hunt, Art Modell, Robert Parins, Dan Rooney y Ralph Wilson, que elaboraron una relación final de cinco aspirantes: el gerente de los Saints, Jim F. Finks y máximo favorito; el presidente y director ejecutivo de la Sports and Exposition Authority, Robert E. Mulcahy III; el ex end de Green Bay Packers y empresario Willie Davis; el ex presidente del Comité Nacional Demócrata Paul G. Kirk y el abogado de la liga Paul Tagliabue. Como ocurriese treinta años antes, el que estaba llamado a suceder a Rozelle, Finks, no logró reunir los votos necesarios en una primera votación, formándose un segundo comité integrado esta vez por Mara, Hunt, Mike Lynn, Ken Behring, John Kent Cooke y Al Davis, sin que tampoco lograran alcanzar un acuerdo. Este comité presentó a los propietarios cuatro finalistas: Willie Davis, Jim Finks, Paul Tagliabue y el ex presidente republicano del Comité Estatal de Nueva York, J. Patrick Barrett. La segunda reunión de propietarios terminó en un empate con trece votos para Finks y trece para Tagliabue. A la tercera fue la vencida y merced a la mediación de Dan Rooney, se llegó al acuerdo de elegir como comisionado al letrado Paul Tagliabue y como responsable de operaciones a Finks, el cual declinó la oferta, concentrándose de nuevo todos los poderes en el comisionado elegido.
Tras unos primeros años de mandato caracterizados por la más importante operación de expansión en décadas, con seis nuevas franquicias en otras tantas ciudades, Tagliabue tuvo también su particular Dallas, pero multiplicado por 3.000. Si Rozelle no suspendió la competición tras el asesinato de JFK, el nuevo comisionado no dudó en cancelar toda la jornada tras el 11-S, lo que supuso el traslado ya definitivo del Super Bowl al mes de febrero.
Existe cierto consenso en considerar a Tagliabue, a pesar de las reticencias que suscitó al inicio, dado su escaso pedigrí futbolistico, como el mejor comisionado que tuvo nunca la NFL, siendo incontrovertible que en su trayectoria no se produjeron ni huelgas ni cierres patronales, muy probablemente por el ecuánime reparto y el equilibrio en los ingresos de las distintas franquicias, a lo que coadyuvó sin duda los extraordinarios contratos firmados con las cadenas de televisión. La definitiva explotación de la marca NFL en el interior y en el exterior; el apoyo y financiación de programas de football juvenil; las ayudas y subvenciones para la construcción de hasta diecisiete nuevos estadios o una política decididamente intolerante con el abuso de sustancias estupefacientes, convirtieron a la NFL, durante la era Tagliabue, en la primera y mas lucrativa liga profesional estadounidense, resultando elocuente su poder disuasorio, en el sentido de que, salvo la astracanada de la XFL, ningún grupo empresarial sensato se le ocurrió competir con un producto alternativo a la todopoderosa NFL. Hoy, Tagliabue, ejerce aún como Senior Of Counsel en la prestigiosa firma Covington&Burling.
Y así hemos llegado a Roger Goodell, lacayo primero de Lamar Hunt en la AFC y protegido después de Paul Tagliabue en el sector de operaciones, el 8 de agosto de 2006 fue elegido como sustituto de su mentor, quien por su último contrato se embolsó la suma de ocho millones de dólares.
Toda vez que Goodell está actualmente In Office, sería injusto trazar un perfil concluyente de su gestión. Por ello, me limitaré, con permiso de Mariano Tovar, a reproducir un breve texto de nuestro jefe, tan acentuadamente sintético de todo lo que, hasta la fecha, representa Roger Goodell, que sería estúpido pretender añadir algo a lo que resulta inmejorable. Ojo, lo escribió en agosto de 2013, así que con toda seguridad se quedó corto.
«Así es Goodell, mi niño. El comisionado de las huelgas, de los cambios de reglamento y de solo-me-quedaba-tocarle-las-pelotas-al-público-y-ya lo-he-conseguido. Los jugadores están hartos, los árbitros están hartos, los aficionados estamos hartos y tú eres rico. Chaval, vete a gastarte la pasta y déjanos en paz de una vez.¡¡¡FIRE GOODELL!!!»
¡¡Cuidado Mariano, que nos multa!!