Olga Korbut consigue 200.000 euros subastando sus medallas
Tras su éxito en los Juegos de Montreal, en plena Guerra Fría, Nixon invitó a la soviética a la Casa Blanca. Ahora reside y trabaja en Arizona
Nadia Comanecci, con su 10 en Montreal, es el icono de la gimnasia por definición. Luego, su vida en Rumanía, su salida del país, aumentó su leyenda para hacerla única. Sin embargo, los conocedores de la gimnasia señalan a la soviética Olga Korbut como la auténtica renovadora de la gimnasia moderna con su actuación en los Juegos de Munich en 1972. Olga y Nadia residen ambas en Estados Unidos, pero si a la rumana la vida económica la sonríe, a la bielorrusa no le ha ido tan bien.
Este mes una casa de subastas de Estados Unidos puso a disposición de los aficionados la posibilidad de pujar por las medallas de Olga, que en 1972, con 17 años, logró tres oros y una plata olímpica, y cuatro años después un oro y una plata. Al parecer, el paquete de los metales de Korbut le reportarán a la gimnasta 217.000 euros, para tener una vida tranquila en su residencia de Scottsdale.
En realidad, el relieve de Olga Korbut fue impresionante en su momento, tanto que en plena Guerra Fría Richard Nixon invitó a la gimnasta a la Casa Blanca. Lo recordaba recientemente, a propósito de una gira deportiva: "Me llamó el embajador soviético para decirme que Nixon me quería recibir en la Casa Blanca, a las nueve de la mañana. Le contesté que no, que a esa hora teníamos entrenamientos". Pero se impuso el interés político al deportivo y Olga se convirtió en la primera deportista soviética que pisaba la Casa Blanca para destensar la situación con Moscú.
El caso es que el Gorrión de Minsk, la primera mujer en ejecutar a la perfección un mortal en la barra de equilibrios, luego se dedicó a ser embajadora de la gimnasia, a luchar para paliar el desastre de Chernobyl (1986) y al final acabó emigrando a Estados Unidos con su marido, un cantante soviético, donde trabajaría en Nueva Jersey, Georgia y ahora en Arizona. Su único hijo nació en Estados Unidos.
Dicen que ha subastado sus medallas por culpa de su situación económica, aunque ella lo ha negado en Estados Unidos. Dice que seguirá trabajando como entrenadora, como ha hecho en el último cuarto de siglos con los gimnastas estadounidenses, pero que ese dinero le dará más tranquilidad para dedicarse a lo que nunca ha podido hasta ahora, a su jardín, a sus plantas, a sus flores,