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HISTORIA

La relación entre la NFL y los presidentes de Estados Unidos

Con la reciente elección de Donald Trump y su amistad hacia Brady, Belichick y los Patriots, conviene repasar a los inquilinos de la Casa Blanca.

Es de sobra conocida la amistad que une a Tom Brady, quarterback de los New England Patriots con el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Donna ConnorWireImage

Desde el pasado 20 de enero, parece que únicamente hubiera habido dos focos de atención para la prensa norteamericana y mundial: la incontenible afición del nuevo presidente por las Executive Orders y la paranormal querencia de Bill Belichick y Tom Brady por comparecer en Super Bowls…y ganarlas. Binomio informativo que no es nuevo, ni mucho menos. Desde Theodore Roosevelt hasta el propio Donald Trump, la vinculación de POTUS con el football ha sido intensa y variada.

Una de las más grandes, antiguas y legendarias rivalidades del football es el conocido como Big Game, el partido que enfrenta a los California Golden Bears de la Universidad de Berkeley y los Cardinals de la Universidad de Stanford. Desde el 19 de marzo de 1892 se disputa alternativamente en Berkeley y Stanford, acumulando ya 119 confrontaciones ¿Adivinan quién era en 1891 el director de los equipos de béisbol y football de Stanford y promotor de este partido? El joven estudiante de minas Herbert Hoover, futuro 31º presidente de los Estados Unidos.

El presidente Hoover y la primera dama saludando al inicio del Big Game de 1933.
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El presidente Hoover y la primera dama saludando al inicio del Big Game de 1933.

Mientras el aún ingeniero Hoover recorría a principios del siglo XX Australia y Sudáfrica en busca de explotaciones mineras, el inabarcable Theodore Roosevelt era el inquilino de la Casa blanca. Su vinculación con el football no deriva de los dos años que pasó en Dakota del Norte ejerciendo de cowboy, sino de la inquietud que la situación del arcaico football colegial le produjo en 1905, cuando ascendieron a dieciocho el número de muertes de jugadores universitarios sobre el emparrillado y 159 los lesionados de gravedad. Hubo voces reclamando la suspensión de la competición, pero el presidente Roosevelt intervino personalmente, convocando en la Casa Blanca a una comisión compuesta por autoridades y árbitros para decirles: «el fútbol está en entredicho. Porque creo en este deporte, quiero hacer todo lo posible para salvarlo». Esta reunión fue el primer paso hacia el establecimiento de lo que se convertiría años después en la NCAA. La reunión final del Comité de Reglas encargado de reformar el reglamento se celebró el 6 de abril de 1906, momento en el que el pase hacia adelante se oficializó, así como la desasilvestración del juego.

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En 1912, y merced a las nuevas reglas que racionalizaron la competición, el football universitario adquiere una relevancia y una atención extraordinaria. Y mucha de esa expectación es gracia a un joven absolutamente portentoso. Medalla de oro en decatlón y pentalón en los Juegos de Estocolmo de ese mismo año, el indio Jim Thorpe es un fenómeno nacional, destacando como running back, defensive back, placekicker y punter en los Carlises Indian Industries School, batiendo marcas y registros prácticamente en cada partido. Esa misma temporada, concretamente el 9 de noviembre de 1912, los Carlises se enfrentaban a los Army de West Point (gloria y admiración a nuestro Alejandro Villanueva), conjunto en el que jugaba un larguirucho cadete de origen alemán que se lesionó gravemente al placar precisamente al gran Thorpe. Ese linebacker, años después liberaría Europa de la garra nazi y se convertiría en el 34º presidente. Dwight D. «Ike» Eisenhower, en un discurso en 1961 recordaba a Jim Thorpe como el mejor futbolista que había visto en su vida.

Es asombroso advertir como a Ike le resultó más sencillo dirigir a 1.500.000 de hombres el Dia D que patear con estilo un balón de football.
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Es asombroso advertir como a Ike le resultó más sencillo dirigir a 1.500.000 de hombres el Dia D que patear con estilo un balón de football.

Como es de todo conocido, a Ike le sucedió en el cargo en 1961 John F. Kennedy. Miembro del equipo de football de Harvard, sobre su vinculación con este deporte, escribí para Mariano un largo artículo con motivo del 50 aniversario de su asesinato, por lo que ahora, únicamente reproduciré una frase maravillosa del llorado presidente: «La política es una profesión asombrosa... me ha permitido pasar de ser un miembro oscuro del equipo universitario menor en Harvard a ser miembro honorario del Salón de la Fama». Por cierto, el maletín nuclear que porta el oficial que siempre acompaña al presidente, se le denomina «Nuclear Football», así llamado por el término Dropkick, nombre en clave del plan de guerra nuclear diseñado por el Secretario de Defensa en la administración Kennedy, Robert S. Macnamara.

Esos dos soplillos que asoman en la segunda fila, tercero por la derecha, son de JFK.
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Esos dos soplillos que asoman en la segunda fila, tercero por la derecha, son de JFK.

Lyndon B. Johnson tiene la costumbre de caer siempre de pie. Prematuramente presidente en el avión que trasladaba los restos de JFK de vuelta a casa, no tuvo a bien asistir al First AFL-NFL World Championship Game de 1967, y aún así, el 7 de junio siguiente, el Comisionado Rozelle le gratificó con un pase vitalicio hecho en oro para todos los partidos de la NFL. Los hay con suerte en la vida.

¡Football gratis total!
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¡Football gratis total!

Agárrense que vienen curvas. Para haber sido un presidente que nunca destacó en los equipos de football de su colegio ni en la universidad, Nixon y la NFL ofrecen vínculos umbilicales. Siendo vicepresidente, no ocultó su admiración por renombrados head coaches como Woody Hayes de Ohio State, de quien después se valió en su campaña presidencial frente a JFK. No es tampoco ningún secreto que durante sus años como abogado en la ciudad de Nueva York, era habitual su presencia en las tenidas del apartamento de Frank Gifford, junto con Y. A. Tittle y Andy Robustelli. El ladino de Nixon, en su implacable búsqueda de votos para su segundo asalto a la presidencia, intentó reclutar para su candidatura al por entonces semidios Vince Lombardi, pretensión que se frustró al verificarse el insobornable sesgo demócrata del genio de Lambeau Field.

Su triunfo en las elecciones de 1968 y, consecuentemente, su radicación en Washington no hicieron más que acrecentar su pasión footbolistica, entablando una estrechísima relación con el head coach de los Redskins, George Allen, al punto de que corría la especie de que muchos calls de Allen eran executives orders del mismísimo presidente…tal era su obsesión por el football que, como cuenta en sus memorias Henry Kissinger, a la sazón su consejero de seguridad nacional en ese momento, empleaba constantemente términos y conceptos futbolísticos para referirse a aspectos políticos, utilizando con frecuencia metáforas y analogías: «habría que placar a ese congresista» «les hemos anotado un buen touchdown a esos malditos charlies»…

Su incidencia en este deporte no se limitó a su pasión por los Redskins. En la década de los sesenta y setenta, los canales que tenían los derechos televisivos de la competición, bloqueaban la señal del partido para los residentes de la zona donde se disputaba, de manera que su retransmisión no perjudicara la venta de entradas y la asistencia de público al estadio. En diciembre de 1972, Washington recibía en el Robert F. Kennedy Memorial a los Packers en la primera ronda de playoffs, y el presidente no paraba de recibir quejas de los aficionados del DC, lamentándose de no poder ver el encuentro en sus televisiones. Pues bien, ni corto ni perezoso, Tricky Dicky telefoneó al Fiscal General, Richard Kleindienst, para que hiciera gestiones con el comisionado Pete Rozelle, garantizándole que contaría con todo el apoyo del presidente para vetar cualquier esfuerzo del «dammed» Congreso para cancelar el apagón en los partidos de temporada regular. A pesar de las presiones, el bloqueo televisivo continuó.

Nixon saludando al DE de los Redskins, Ron McDole.
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Nixon saludando al DE de los Redskins, Ron McDole.

Tras el Watergate, Gerald Ford fue la antítesis del villano Nixon en materia futbolística. Si el trapacero Dick utilizó el deporte como medio para obtener réditos electorales y políticos, Ford llevaba el gridiron en la sangre. Center, linebacker y long snapper en los míticos Wolverines de Michigan, logró con ellos los títulos nacionales de 1932 y 1933. Durante el último año en la universidad de Michigan, los Georgia Tech Yellow Jackets se negaron a jugar un partido programado si Willis Ward, el end negro de los Wolwerines saltaba al campo. Las autoridades de Michigan se sometieron al segregacionismo de los sureños, salvo Gerald Ford, que se negó a jugar si a su compañero le discriminaban de esa forma. Al final, y sólo merced a la petición del propio Ward, Ford saltó al campo. Su categoría como jugador se vio refrendada cuando fue seleccionado en 1935 para el Chicago College All-Star Game que anualmente se disputaba en el Soldier Field contra los Bears locales. En 1994, la Universidad de Michigan retiró la camiseta con el #48 de Ford. Tras su graduación en 1935 con un Bachelor of Arts en economía, Ford rechazó ofertas de contrato de los Detroit Lions y Green Bay Packers.

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El 20 de enero de 1984 se produjo lo que se suele denominarse un alineamiento estelar. Sobre el césped del Stanford Stadium concurrían aquella tarde Don Shula, Bill Walsh, Ronnie Lott, Dwight Stepehenson, Michael Carter (primer deportista en ganar en un mismo año un anillo y una medalla olímpica) y, por supuesto, dos de los quarterbacks más grandes de todos los tiempos: Montana y Marino. Por si no fuera suficiente, y para celebrar que la cadena ABC retransmitía por vez primera un Super Bowl, se reunió a un equipo no menos sideral de comentaristas y analistas: Frank Gifford, Don Meredith, Joe Thiesmann, Al Michaels, OJ Simpson y Tom Landry. Ah! se me olvidaba, aquel domingo de Super Bowl, fue también el Inauguration Day del segundo mandato de Ronald Reagan y aprovechando que había tomado posesión y juramentado su cargo esa misma mañana, se convirtió en el primer presidente en participar en un coin toss de un Super Bowl, para lo cual se preparó una conexión vía satélite con el Despacho Oval, desde donde el recién estrenado mandatario dio suerte a los californianos, como no podía ser de otra forma lanzando la moneda quien había sido gobernador del aquel Estado durante ocho años. En 1987, el Servicio Secreto pasó un mal rato cuando el linebacker de los Giants Harry Carson, en su visita a la Casa Blanca con motivo del XXI Super Bowl, vació sobre el presidente un cubo de Gatorade…con palomitas de maíz.

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Si el actor-presidente fue el primero en intervenir en un sorteo previo de un Super Bowl de forma no presencial, George H. W. Bush sería el primero que lo haría sobre el turf, aunque cuando lanzó la moneda quien presidia la nación era su hijo. En efecto, fue el 3 de febrero de 2002, y acompañado del legendario Roger Staubach. Este Super Bowl estuvo marcado por los atentados del 11-S, aún frescos en la memoria de todos los norteamericanos. Por ello, antes del partido se emitió un video en el que jugadores leyeron párrafos de la Declaración de Independencia y antiguos presidentes como Gerald Ford, Jimmy Carter o Bill Clinton reprodujeron extractos de discursos de Abraham Lincoln. De ahí la presencia de Bush padre sobre el césped, presencia que bien podrían haberle ahorrado al fatigado presidente en el último Super Bowl de Houston, no en vano sus escasas energías al lanzar la moneda a punto estuvieron de generar otro flip coin affair.

Capitán America y Presidente América... ¿Heads or tails?
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Capitán America y Presidente América... ¿Heads or tails?

El hombre que sucedió en la Casa Blanca a Bush padre fue Bill Clinton, más interesado por el rugby en sus años en la Ivy League que por el football. Y, desde luego, mucho más proclive al tailgating previo, coetáneo y posterior que a las incidencias del juego. No puede extrañar por tanto que el Family Theatre de la Casa Blanca fuese durante los Super Bowls de 1993, 1994, 1997 y 2000 el local más concurrido de Washington, con abundancia de cerveza y nachos por doquier. En 1999 prefirió la ruralidad de Camp David para invitar a los amiguetes. En ninguna de estas fiestas consta la presencia de becaria alguna...

Go Bills, hip, Go!!
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Go Bills, hip, Go!!

Que Barack Obama es un apasionado de los deportes y que es fiel seguidor de los Bears no es ninguna novedad. Incluso su notable estilo como quarterback es meramente anecdótico. De lo que debemos estarle eternamente agradecidos a este presidente los aficionados al football es que fue él quien desagravió cuarenta años después al mejor equipo de una temporada de la historia. El 14 de enero de 1973, los Dolphins culminaron su gloriosa Perfect Season venciendo a los Redskins 14 a 7. ¿Adivinan quién era el presiente en ese momento? Sí, claro que lo saben, Richard Nixon. Fullero y Redskins hasta la médula. No es extraño por tanto que el artero presidente tuviera la descortesía de no invitar a la Casa Blanca a los verdugos de su querido equipo. Afortunadamente, cuatro décadas después, aquel irrepetible equipo tuvo su merecido homenaje en el 1600 de Pennsylvania Av. No obstante, Obama dijo que si él hubiera tenido que invitar a Green Bay como campeones, hubieran tenido que esperar también cuarenta años.

Kordell Stewart, Daunte Culpepper, Randall Cunningham, Warren Moon?... No, Barack Obama.
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Kordell Stewart, Daunte Culpepper, Randall Cunningham, Warren Moon?... No, Barack Obama.
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Y así, presidente a presidente hemos llegado al actual inquilino de la Casa Blanca. Como ya se ha escrito en este mismo lugar acerca de sus frustradas fantasías al frente de los New Jersey Generals de la efímera USFL, su también fallida adquisición de los Bills y su compulsiva afición para insultar a comisionados vía twitter o de su decisión de nombrar embajador en el reino Unido al propietario de los Jets , me limitaré ahora por tanto a felicitar a Donald Trump –y al resto de Patriotas, incluso a @Ricardoms- quien, como todo el mundo sabe, no sólo es un Patriota fanático, sino que además goza de una extraordinaria relación personal con el propietario, el head coach y el quarterback de la franquicia, quien guarda con esmero en su taquilla del Gillette Stadium una gorra con el Make America Great Again.

La taquilla de Tom Brady y la gorra roja con el lema de Donald Trump.
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La taquilla de Tom Brady y la gorra roja con el lema de Donald Trump.

Después de la descomunal proeza del último Super Bowl, son claros candidatos a altas responsabilidades en su administración. Atentos.