Extinción masiva y sin piedad de delfines en Pittsburgh
Entre Antonio Brown y LeVeon Bell, con dos actuaciones estratosféricas, devoraron sin piedad a unos Dolphins desarbolados desde el minuto uno de partido.
De verdad que no entiendo muy bien a qué viene tanto rollo con ‘el Juego de Tronos’ y lo que hay acechando al otro lado del muro, esperando pacientemente el momento ideal para salir de sus cuevas y conquistar los Siete Reinos, las tierras allende los mares y las playas paradisíacas del Caribe. ¿Pues quién va a estar acechando? Los Pittsburgh Steelers, claro. No sé por qué tanto miedo a los spoilers y tanto debate cuando es algo tan obvio.
Vosotros seguid viendo la serie, si queréis, pero ya os aviso de que en el momento de la verdad aparecerán unos gigantes vestidos de negro y amarillo, con un casco que solo lleva la insignia del acero en el lado izquierdo, para llevarse por delante el muro, merendar dragones crudos y limpiarse los dientes con tibia de enano. Y no habrá ejército que les pare, ni reyes, ni manos ni historias. Los Señores del Acero serán una marea que se llevará por delante la serie entera con Jon Nieve, los Starks, los Lanister, los Targaryen, Greyjoy, Bolton y la madre que los parió a todos.
Porque cuando ellos aparecen en invierno, se acaban las bromas.
¿Qué por qué lo sé? Porque esa película ya la he visto antes. Y no es para menores. A algunos les causa risa, pero nerviosa, casi histérica. Y otros se meten bajo la cama para no escucharla. Es cruenta, inclemente, espantosa, brutal. Con batallas en las que no se hacen prisioneros y ojos inyectados en sangre. Y aparece Antonio Brown haciendo una carrera para touchdown de 50 yardas dos minutos después de empezar el combate, esperando con paciencia a que sus camaradas aplanen al enemigo para atravesar la llanura a galope tendido y dar por concluida la historia en la primera página. Y poco después, vuelve a aparecer Antonio Brown para cruzar la planicie en diagonal durante 62 yardas mientras sus enemigos se arrojan a sus pies pidiendo clemencia antes de ser crucificados (Lippett en concreto no merece compasión). Y luego, cuando la defensa rival se bate en retirada sin orden ni concierto, incapaz de enfrentarse a las hordas que les devoran sin piedad, aparece LeVeon Bell, para hacer por primera vez en los playoffs del siglo XXI una serie imparable sin pases, de diez carreras consecutivas para touchdown.
Superioridad insultante. Fiereza ingobernable. Los Steelers atropellaban en cada jugada a unos Dolphins inexistentes, incapaces de nadar fuera del agua, que ya en el primer cuarto miraban de reojo la puerta de salida, añorando salir de ahí cuanto antes. 20-3 en el marcador recién comenzado el segundo cuarto y las gradas enloquecidas, pidiendo sangre de delfín, y que continuara el aquelarre.
Y las bestias negras y amarillas, enardecidas por su público, sin medida ni compasión, ni siquiera levantaron el pie. Y siguieron oliendo la sangre. Con una intensidad brutal que solo puede provenir de tipos sin alma. Y si no, que se lo pregunten a Matt Moore, al que casi arrancan la cabeza. Literalmente. Bud Dupree quería un nuevo trofeo para su pared, o un nuevo cráneo en el que beber hidromiel. Incluso durante unos minutos la Wikipedia dio a Moore por muerto: “(born August 9, 1984), (Dead January 8th, 2017) was an American football quarterback....”
Daba pena observar a Yates, sustituto de Moore, que miraba de reojo la pradera mientras parecía pensar “¿de verdad tengo que salir ahí?” Y amagaba con arrancarse la coraza y huir a la carrera. Aunque por suerte para él, Matt Moore, un valiente, fue capaz de recordar su nombre y saltó de nuevo a la batalla en un acto heroico sin precedentes, para intentar salvar a sus huestes, carne de cañón, con una actuación meritoria, pero que no fue suficiente. Entre otras cosas porque el paladín Ajayi quedó anulado desde el primer minuto, incapaz de encontrar una puerta abierta primero, e inútil después cuando las urgencias por sobrevivir hacían inútil la carrera.
Hubo un instante en que la humanidad se consoló con unas gotas de esperanza. Fue antes y después del descanso, cuando los Dolphins parecieron volver a la vida, y tuvieron la oportunidad de ponerse a una sola anotación. Todo quedó en espejismo antes de la extinción. Los Steelers le robaron el balón a Moore en ambas ocasiones, Y ahí murió la última esperanza de los valedores del reino de los mares. Quedaban dos cuatros por jugarse, que no podían ser mucho más que un holocausto caníbal. Merendola de sushi. Mientras en los pueblos que se interponen en el camino de las hordas hacia la conquista del mundo, las puertas se cierran con cerrojo y las madres consuelan a sus hijos, intentando hacer más llevadero el inevitable final.
13 de 18 para 197 yardas, dos touchdowns y dos intercepciones para Big Ben.167 yardas de carrera y dos touchdowns en 29 intentos para LeVeon Bell. 124 yardas y dos touchdowns en cinco recepciones para Antonio Brown. Bueno, bonito y barato. Récords a go-go y terror en los playoffs de la NFL.
La masacre acabó con un 30-12 y los delfines varados en la playa, agonizando. No hace falta que veáis el final del Juego de Tronos. El ejército del acero emerge de detrás del muro y se come a los dragones. Con patatas.