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Seahawks 26 - Lions 6

Los Seahawks corren libres por los playoffs a costa de los Lions

El equipo de Seattle se reencuentra con su juego terrestre para avanzar en la pelea por el título. Detroit sufre por un ataque poco disciplinado y preciso.

Actualizado a
SEATTLE, WA - JANUARY 07: Thomas Rawls #34 of the Seattle Seahawks scores a 4-yard touchdown during the fourth quarter against the Detroit Lions in the NFC Wild Card game at CenturyLink Field on January 7, 2017 in Seattle, Washington.   Jonathan Ferrey/Getty Images/AFP
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JONATHAN FERREYAFP

Seahawks - Falcons en vivo

Dicen que la cabra tira al monte. Se trata de un refrán español que, sin embargo, debe tener su origen en Seattle, Washington, porque su equipo de la NFL, los Seahawks, han visto los plaayoffs de cerca y han decidido retornar a su esencia más pura: correr hasta desangrar al enemigo, incapaz de de parar la hemorragia de yardas que aporta un juego terrestre bien fundamentado.

Ganaron los Sehawks a los Lions por 26 a 6. No llama a sorpresa que lo hagan en enero y en Seattle, tampoco a este rival en concreto, que se va de la temporada sin ganar a ningún equipo de playoff. Lo que hace especial este partido es que lo hicieron tras las 161 yardas de un renacido, puede que nacido a secas, Thomas Rawls. Es bueno recalcar que, durante la temporada regular este equipo no llegó a las 100 yardas terrestres de media.

La primera mitad vio como el corredor llegaba a 107 yardas, 7,1 por intento. Esta animalada puso a la defensa de Detroit de rodillas una y otra vez. La criticada, por poderosas razones, línea ofensiva de los Seahawks se encargó de abrir océanos verdes durante esa primera parte. Especial e imparable fue el trabajo del center Britt y del rookie Ifedi. Si en la protección de pase se mostraron, como grupo, tan permeables como siempre, en el juego terrestre estuvieron de sobresaliente. Los Lions los vieron comerse el medio del campo y, como una exhalación, Rawls pasando en su acumulación de números.

Fue así como se gestó el primer touchdown del partido. En un drive en el que los Seahawks corrieron once veces sólo dos pases contaron. El segundo fue el definitivo: una preciosidad de recepción de Paul Richardson a una mano.

Se convirtió, esa magnífica jugada del receptor, en una norma del resto del encuentro. Cuando la defensa de Detroit, tras el descanso, ajustó para detener, de aquella manera, la carrera de Seattle, Russel Wilson comenzó a buscar al propio Richardson y a Doug Baldwin. Y eso nos llevó a poder asistir al gran circo del pase acrobático: a una mano, con el culo, en big plays, por izquierda y por derecha. Algunos difíciles de creer por su dificultad. Todos ellos para primeros downs cruciales que iban matando la ilusión de los Lions.

Colaboraron al espectáculo también los receptores de Detroit. Justo por lo contrario: por una serie de drops infames. Mientras en un lado cogían pelotas imposibles, en el otro los Ebron, Boldin (como lo oís) o Jones mataban drives en tercer down con manos blandas. Si le sumamos un par de penalizaciones por conducta antideportiva, también de Boldin (como lo oís, de nuevo), nos salen la mitad de los ataques en modo suicidio.

La defensa de los Seahawks, tan esencial como todo lo anterior para comprender lo que es este equipo y su capacidad para pelear por el título en el último lustro de manera ininterrumpida, aprovechó la obligatoriedad de Stafford, aquejado aún de una lesión en el dedo corazón de su mano derecha, de jugar alejado de su center para destruir cualquier sueño de poder correr de los Lions y poner el partido en manos de esos receptores dados al drop durante toda la tarde. Mal negocio ante esa secundaria, aunque falte Earl Thomas.

Llegó el partido al último cuarto con 13 a 6 a favor de los Seahawks. No era una gran diferencia, y más si tenemos en cuenta que los Lions han remontado encuentros uno tras otro durante el 2016. Nada que ver en esta ocasión, pues Seattle impuso su saber hacer, su variedad de recursos y su defensa en los momentos decisivos para no dejar respirar a sus rivales. Es más, mientras las cadenas de Detroit no se movían, Seattle sumaba dos touchdowns más al marcador.

Seattle va a jugar la semana que viene a Atlanta, donde los Falcons serán un reto bien diferente, y superior, que los Lions. Si quieren ganar allí, sin el calor de su público, tendrán que volver a demostrar que las normas básicas de su éxito siguen siendo las mismas: correr, correr, una genialidad de Wilson, una acrobacia de un receptor y la defensa en pie de guerra del primer minuto al último. Si es así, nadie está a salvo en la NFC.