Angela Nikolau: maestra del roofing; enemiga del vértigo
WARNING: no intenten hacer esto en sus casas. Ni fuera de ellas… Confórmense con ver y alucinar con lo que hace la rusa Angela Nikolau, de tejado en tejado y sin miedo alguno.
Dice el refrán que una imagen vale más que mil palabras. Pero para Angela Nikolau, la reina del roofing, parece que lo que vale una imagen son mil millones. Ese sería un motivo de altura para entender que se juegue la vida por protagonizar una foto o un vídeo más cerca de los cielos que de los suelos de todo el mundo.
Igual el nombre de Angela Nikolau no les diga mucho, pero tal vez la cosa cambie si le ponen rostro, figura y ocupación: rusa, 23 primaveras y gimnasta desde las cuatro, menuda y definida, se ha hecho famosa (o viral, que se dice ahora) por sus fotografías y vídeos, enmarcadas en el roofing, considerado deporte de alto riesgo. Así lo atestiguan sus más de 400.000 seguidores en Instagram, la galería virtual en la que expone sus obras al público. Ahí es donde comparte las arriesgadas fotos que (se) hace, también los vídeos, casi todo ello con denominador común: un escenario en altura, con peligrosa (kamikaze, más bien) exposición al imponente vacío. Donde muchos sufrirían (zonas altas de azoteas, torres, grúas, andamios, monumentos…) hasta ver pasar su vida en diapositivas, ella exhibe templanza hasta la inmortalización del paisaje. Más aún: se diría que disfruta.
Con novio, sin él; con tacones, con chándales...
Como en la variedad está el gusto, en sus creaciones hay de todo: a veces sale sola y otras, con su novio (se hace llamar Ivan Beerkus; más de 230.000 followers en Instagram); se suele acompañar de un paloselfie, si bien también la fotografían o graban; luce atuendos de diferentes estilos, superando algunos de ellos los límites de la conveniencia para las condiciones a las que se expone. Parece darle igual llevar tacones, botas, deportivas, vestidos, leggins, shorts o chándales para pararse ante el objetivo o marcarse una suerte de voltereta-pino puente en dos baldosas a cientos de metros de elevación.
Además, de cuando en cuando incluye alguna novedad, cambia de tercio y sorprende con una muestra de fotos de carácter más personal, de consideración casi íntima, en las que aparece en poses y composiciones cercanas al desnudo artístico. No todo es escalar en la vida…
Legalidad y rentabilidad
Nikolau explica que empezó “a subir a los tejados en séptimo u octavo de grado”. Y no, no se inició en esta locura contagiada por esa necesidad tan extendida hoy en día de registrar en redes sociales cada momento de la vida de uno: “En esa época, no tenía cámara; y menos un teléfono que pudiera sacar fotos”, declaró a Sputnik. El paso hacia la fijación digital de sus atrevimientos lo dio con unos acompañantes que decidieron que era buena idea predicarlo; compartir es vivir. Lo siguiente fue llegando con naturaleza: adquirió una máquina, se decidió a adentrarse en Instagram y, una vez ahí, ya no hay vuelta atrás.
Las peripecias de esta joven rusa han tenido que afrontar las diversas circunstancias con las que se ha ido topando. De ellas, destacan dos, la legalidad y la rentabilidad de sus ideas: Nikolau ha confesado en más de una ocasión que el burlar la seguridad de las construcciones a las que accede hasta su cima es una de sus motivaciones principales (de llegarle las multas a las que se expone la sensación que experimentará no será tan buena…); otro aliciente, a buen seguro, será el dinero: aunque es probable que ni lo intuyera en sus comienzos, sus fotos y vídeos han actuado de reclamos publicitarios para importantes firmas, con los beneficios monetarios que ello conlleva. No es mala excusa para entregarse a su instinto más intrépido.