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Browns 13 - Patriots 33

260 días después, Tom Brady volvió y se hizo la luz

El quarterback regresó a lo grande tras su sanción y los Patriots ya no necesitaron la increíble magia de Belichick en el primer mes para ser un rodillo que destrozó sin piedad a los Browns.

260 días después, Tom Brady volvió y se hizo la luz
Scott GalvinUSA Today Sports
PERFORM

Estos solo tiene una explicación: se nos olvida. Tras 260 días no nos acordamos de lo bueno que es. Y le convertimos en un peón inflado por las circunstancias, el entorno, o lo primero que se nos ocurre.

Tal vez haya llegado el momento de que dejar de ser excluyentes. De relajarse y gozar. De no buscarle los tres pies al gato; dejarse llevar y ser feliz.

Os lo recomiendo: no penséis. No hagáis elucubraciones ni intentéis cuadrar el círculo. Brady ha vuelto y simplemente hay que disfrutar de él, porque no nos queda tanto tiempo para hacerlo. 16 años después, nos sigue dejando boquiabiertos mientras le vemos crear football americano. Como niños que tienen a un metro al tipo que adoran, y le miran de arriba abajo sin dar crédito a su buena suerte y sin atreverse a respirar.

No hay que ser pro o contra nada. Ni es necesario hacer comparaciones. Solo hay que sentarse frente a la pantalla, dejar el cerebro junto a la cerveza, y limitarse a ver pasar milagros por delante de nuestros ojos. Uno tras otro. Muertos que resucitan como si fuera lo normal, yardas que se multiplican con una sola mirada, receptores inaccesibles que reciben balones llegados de ninguna parte… ¡Magia!

Y no sé por qué, recién comenzado el tercer cuarto se me humedecieron los ojos, y caí postrado de rodillas. ¡Tom, perdóname porque he dudado! Y hasta el final ya seguí el espectáculo con remordimientos. Golpeándome el pecho contrito. ¿Cómo pude olvidar tan rápido lo bueno que eres? Porque lo curioso es que en el mismo instante que le vimos sobre el campo, volvieron a pasar por delante de nuestros ojos tantos y tantos momentos geniales que solo te pueden proporcionar dos o tres tipos excepcionales por década.

A falta de seis minutos sacaron a Brady del partido, cuando ya transitaba 33-13, para que se diera un baño de multitudes (incluido el estadio de Cleveland con las gradas en pie ovacionándole). 406 yardas totales de pase y tres touchdowns; 271 de ellas en los dos primeros cuartos, cuando los Patriots aún no habían levantado el pie. ¡Hola a todos, he vuelto!

“Vale, pero eran los Browns”, me diréis. Sí, es verdad. Los mismos Browns que son el único equipo que no conoce la victoria, pero que también había dado la cara ante todos sus rivales y está vez terminó atropellado, con Kessler fuera del partido en la misma jugada que sufrió un safety en el primer cuarto, y Whitehurst, su sustituto, también fuera tras un golpe casi al final. Los Browns, malditos, llevan ya cuatro quarterbacks lesionados en cinco partidos.

Aunque, si lo pensamos, simplemente se confirmó lo que nos temíamos. Los Patriots alinearon dos tight ends en el equipo titular, nada menos que Martellus Bennett (67 yardas y 3 touchdowns) y Rob Gronkowski (109 yardas). Y ahora, con LeGarrette Blount asentado como el hombre clave que ancla el backfield y ayuda en los bloqueos desde atrás, y con los tight end turnándose para salir a recibir o reforzar la línea ofensiva, Tom Brady tiene más tiempo que en 2015, y su OL ya no parece el coladero del año pasado. Pero por si Edelman, Gronko y Amendola no eran suficientes, ahora ha llegado Hogan (114 yardas) para destruir secundarias por sorpresa, como quien no quiere la cosa y, sobre todo, Bennett; tres recepciones para touchdown como tres soles le convierten en una nueva arma de destrucción masiva para el hacedor de milagros en su retorno.

Ahora solo queda esconderse en un bunker y esperar a que termine la guerra atómica. Bill y Tom, tanto monta, monta tanto, vuelven a estar juntos, que no revueltos. Cada uno tiene muy claro su papel, pero el objetivo es único: que Goodell se postre a sus pies mientras les entrega un quinto Santo Grial… desinflado.

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