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New York Giants

La falta de disciplina vuelve a ser el cáncer de los Giants

Ben McAdoo ha intentando resucitar a los Giants con buenos fichajes y un sistema atrevido, pero no tendrá éxito hasta que no dome un vestuario desbocado.

La falta de disciplina vuelve a ser el cáncer de los Giants
Hannah FoslienAFP

Los New York Giants tienen un problema crónico de disciplina. No es un problema de ahora. Ya le costó el puesto a Jim Fassel en 2004 y fue la causa principal por la que eligieron a Coughlin, que se había hecho famoso en Jacksonville después de dirigir con puño de hierro a un vestuario que llegó a odiarle.

Y por si había alguna duda, lo primero que hizo Coughlin nada más llegar a la Gran Manzana, fue poner de patitas en la calle a los líderes de las principales facciones del vestuario, romper el orden de valores, y poner de su lado a los mejores jugadores de la plantilla para dejar muy claro quién mandaba ahí.

Sin embargo, el asunto terminó por írsele de las manos incluso al viejo gruñón. Y posiblemente esa falta de disciplina fue uno de los principales motivos por el que fue despedido tras acabar la pasada temporada. La sensación que transmitía, era la de un señor muy mayor que se paseaba por la banda sin que nadie le hiciera ni puñetero caso.

Este lunes, los Giants se enfrentaron a los Vikings, y verlos jugar transmitió cierta lástima. No por incompetencia, ni mucho menos, sino porque, una vez más, rinden muy por debajo de sus posibilidades. Huelen a equipo bueno pero el aroma se pierde entre el caos.

No voy a entrar en asuntos técnicos, ni a analizar cómo les están perjudicando las bajas en el backfield y en la secundaria. Prefiero centrarme en los errores, las penalizaciones innecesarias y la falta de concentración, que un año más les está haciendo mucho daño.

La elección de McAdoo como entrenador principal fue muy criticada por su juventud, su falta de experiencia a la hora de gestionar vestuarios, y el hecho de que fuera parte de un staff que fue incapaz de poner remedio a la indisciplina de los últimos años. Muchos analistas y aficionados preferían a un entrenador más veterano, y quizá con planteamientos técnicos menos modernos, pero con puño de hierro para atajar el problema de una vez por todas.

En el primer mes de competición McAdoo está poniendo la misma cara de despiste e incomprensión cada vez que uno de sus jugadores rompe la disciplina del equipo y decide tomarse la justicia por su mano, o anteponer su orgullo a cualquier otra consideración. La única diferencia con Coughlin es que a McAddoo no se le encienden los mofletes, ni parece que va a estallar de indignación inútil, aunque todo se andará.

Ante los Vikings el contraste fue mayor aún que en otros encuentros. Llamaba la atención la disciplina espartana y la intensidad con la que vivía cada jugada cada jugador de los Vikings, comparadas con los apagones permanentes de los Giants, cuyos errores, faltas de concentración y pataletas eran de inmediato aprovechadas por sus rivales.

A todos nos está llamando la atención Odell Beckham, que después de un debut de bajo perfil, como un jugador que no había roto un plato, sacó su lado malo la temporada pasada frente a los Panthers y no ha vuelto a ponerse la careta. El lunes vimos por primera vez cómo el ‘síndrome de la tarjeta roja’ que sufren los árbitros del balompié ha llegado a la NFL, cuando Beckham fue castigado con una falta antideportiva por encararse con un rival, y en la siguiente jugada volvía a hacer lo mismo, ante la mirada estupefacta del árbitro, que amagaba con echarle mano al pañuelo amarillo, pero se arrepentía en el último momento para evitar convertirse en el protagonista de la fiesta, y montar una tángana mayor por expulsar del partido al receptor. Pienso que quizá un referee más valiente, que se hubiera atrevido a sacarle del partido, habría abierto con fuerza este debate, y que eso habría sido bueno en el futuro para el equipo azul.

Pero el caso de Beckham no es puntual, en el partido contra los Redskins las faltas de disciplina fueron constantes por parte de muchos jugadores y a la larga les costó la victoria.

Creo que los Giants este año sí tienen plantilla suficiente para soñar con hacer una buena temporada, e incluso dar bastante guerra en enero. También creo que McAdoo puede ser un buen entrenador pese a que su ataque no está funcionando en los primeros partidos tan bien como esperábamos (más por falta de consistencia y regularidad que por capacidad para conseguir jugadas); incluso en algunos momentos la defensa ha recordado, con su capacidad para generar presión solo con los jugadores de delante, a la que ganó dos anillos de forma sorprendente en la última década.

Sin embargo, la auténtica maldición que está machacando a esta franquicia no son las epidemias de lesiones, ni la falta de buenos jugadores, ni las carencias estratégicas. Es la falta de disciplina que afecta directamente al rendimiento, a la concentración y que cuesta partidos. De hecho, los dos últimos anillos llegaron de forma sorprendente, cuando el vestuario decidió confabularse y dejarse de chorradas, para demostrar que en cuanto cada uno hacía de verdad su trabajo eran capaces de ganarle incluso a un equipo considerado perfecto.

Las pataletas de Odell Beckham son solo la punta del iceberg. La prueba del algodón de que en Nueva York hay un vestuario en el que demasiados jugadores se lo toman todo a pitorreo y que deberían aprender la lección de intensidad y disciplina que les dieron el lunes los Vikings.