Belichick: ni fracasó en Cleveland ni le echaron los Browns
La leyenda de, probablemente, el mejor entrenador de la NFL de la historia tiene el punto negro de su primera etapa. Pues hasta eso es cuestionable.
Hoy es el día mundial de la postración ante y adoración de Bill Belichick. Por si no nos había dejado suficientes pruebas a los largo de los últimos quince años como entrenador jefe, y general manager, de una de las dinastías más impresionantes de cualquier deporte con los New England Patriots de la NFL, resulta que ahora es capaz de ganar partidos, uno tras otro, sin Tom Brady y teniendo que recurrir al tercer quarterback de su plantilla, amén de otras bajas que de menores no tienen nada.
Lo que hace su equipo, el jugar con los hombres que sean y ser competitivos en cada fase del juego, el poder ganar con ataque, con defensa, con equipos especiales, por tierra, por aire, porque su kicker no deja a nadie empezar en la yarda 25 jamás, o porque sus muchachos menos mediáticos son capaces de recuperar dos balones en retornos, es, sencillamente, imposible de imaginar en ningún otro sitio.
Hasta el punto de que se puede plantear en otros términos uno de los debates más comunes de la era moderna en la NFL: ¿es más importante Belichick o Brady en los éxitos de los Patriots? Nada más lejos de mi intención discutir eso. Cada cual tiene su opinión basada en qué considera más importante en un equipo de football. Yo tengo clarísimo que la figura de entrenador, y la de general manager, es la más crucial; más que en cualquier otro deporte, además. Y Belichick es ambas cosas en New England. Pero, ya digo, es de un ventajismo absurdo plantear eso hoy. Cualquiera que, en el contexto actual, niegue la grandeza absoluta de Tom Brady, tiene mi desprecio. Por decirlo así, no creo que toque y es de un resultadista tan absurdo que cae por su propio peso.
Sin embargo, sí que quiero contradecir a aquellos que argumentan que Belichick no es tan perfecto entrenador, y prueba de ello es que fracasó con los Cleveland Browns, a los que entrenó a principios de los 90, y que sin Brady su historia hubiese sido diferente. Lo segundo es obvio, pero lo primero es, perdón, mentira. Ni Belichick fracasó en Cleveland, ni su trabajo estuvo exento de verdadera genialidad ni, ojo, fue despedido por los Browns. Es decir: ya era un genio entonces y, no, los Browns no cometieron entonces uno de esos errores que tanta risa nos causan en esa franquicia maldita.
Bill Belichick se impone en Cleveland
Bill Belichick firmó con los Cleveland Browns en la temporada 1991. Llegó con dos anillos de campeón conseguidos como coordinador defensivo de los New York Giants, el último de ellos en la Super Bowl XXV de la campaña de 1990. Los Giants dejaron en 19 puntos a la, entonces, imparable K-Gun offense de mis Buffalo Bills, con Jim Kelly al frente.
Los Browns, queridos todos que os habéis sumado a la NFL no hace mucho, tuvieron una década de los 80 para romper el corazón a cualquiera. Y no en el sentido actual de la franquicia, como tragicomedia, sino como enormes contendientes que se quedaban a las puertas de la Super Bowl, con tres finales de la AFC perdidas.
El fin de una era llegó en 1990, con un récord de 3-13 pero con una sensación clara de que seguían siendo grandes a pesar de las derrotas. Un mal año puntual. Estaban equivocados, pero eso no significa que las expectativas no estuviesen muy por encima de las posibilidades del equipo.
La plantilla estaba liderada por el quarterback Bernie Kosar, la mejor metáfora de los propios Browns: enorme, legendario casi, pero ya en la cuesta abajo física. En Cleveland le amaban como a pocas cosas.
En los dos primeros años de Belichick como entrenador, el equipo mejoró. Ganó seis y siete partidos. No gran cosa, pero en tendencia ascendente. Sin embargo, su relación con Kosar era un infierno. No os creeréis lo siguiente, pero Bill lo quería controlar todo. Sí, como lo oís. En ataque y en defensa, se hacía lo que el decía. Pero Bernie se veía por encima del bien y del mal, y cuestionaba a su entrenador en cada ocasión que podía.
La gota que colmó el vaso entre ambos llovió en la octava jornada de la temporada 1993. Con cinco partidos ganados de siete jugados, y unas buenas sensaciones, los Denver Broncos les pusieron contra las cuerdas. Acabando el partido, y con el mismo ya perdido, Kosar, harto de Belichick, en el huddle dibujó una jugada que no había cantado su entrenador. Fue touch down. Al día siguiente llamó al jugador a su despecho y le despidió.
Cuentan los cronistas de Cleveland que los que no vivimos aquello no nos podemos hacer idea de lo que supuso el movimiento. Dicen que fue tan impactante, si no más, como la marcha de LeBron James a los Miami Heat. La policía tuvo que hacer guardia ante la casa de Belichick toda la noche y se convirtió en una figura odiada en todo Ohio.
Sin embargo, llegó el año 1994 y Bill Belichick demostró que la decisión, durísima, había surtido efecto. Al fin se había librado de los viejos Browns, de los vicios de un vestuario acabado que aún vivía de glorias pasadas, y su jerarquía había quedado demostrada.
Y, entonces, Bill Belichick. El mismo que convirtió a una franquicia deshereadada a principios del siglo XXI en una máquina de ganar. El que vemos ahora semana a semana en los Patriots. Talento del inimitable. Con un montón de desconocidos, la defensa de los Browns fue la mejor de la NFL, con diferencia, ganaron 11 partidos y uno más en playoff.
De la nada, petroleo. Conviene apuntar, eso sí, que como coordinador defensivo tenía a su lado a un tal Nick Saban, hoy considerado el mejor entrenador de la historia del football universitario. Tener a Belichick y Saban dirigiendo una misma defensa, bueno, es como para que no extrañen esos resultados con esos jugadores.
Todo explotó en 1995. No es que comenzasen mal la temporada, 3-1, pero Art Modell, dueño de la franquicia, ya estaba moviendo los hilos para trasladarla a Baltimore. Ya habéis visto, en los Rams o en los Chargers, incluso en los Raiders, lo que eso significa para los equipos: el abandono. El vestuario se fracturó, la afición se dejó llevar por la desesperación y las rencillas internas eran el día a día. Un proyecto deportivo con esa absoluta inestabilidad social es insostenible. Porque, además, los Browns eran unos históricos y Cleveland una ciudad a la que acababan de clavar un puñal en el corazón con su equipo más querido.
Nadie podía salvar aquello.Los Browns perdieron 10 de los últimos 12 partidos de la temporada. Y se marcharon a Baltimore. Y se convirtieron en los Ravens.
Y, aunque aún no tenían ese nombre, es esa organización la que despide a Bill Belichick, no los Cleveland Browns.
Así que, ya veis, ni Bill Belichick fracasó en Cleveland, ni su primera andadura como técnico jefe en la NFL estuvo exenta de momentos especiales y de inmenso talento como entrenador, ni fueron los Browns los que echaron al que hoy es el mejor entrenador de la historia. O un candidato a ese título, por no herir susceptibilidades (aunque lo es).