JUEGOS OLÍMPICOS

Así fue el regreso desde Río

Ruth Beitia y Carolina Marín, las estrellas. Bromas, caras serias en las Guerreras, los campeones olímpicos en primera y mucho, mucho sueño.

Así fue el regreso desde Río
ATLAS, AGENCIA_DESCONOCIDA
Jesús Mínguez
Nació en Guadalajara en 1973. Licenciado en Periodismo por la Complutense. En AS desde el año 2000, es redactor jefe de Más Deporte. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos y unos Paralímpicos, Grand Slams de tenis, Davis, Laureus, candidaturas olímpicas, política, dopaje o grandes combates de boxeo. Le gusta escribir de deporte y también practicarlo.
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Alegría, decepción, ilusiones cumplidas y también rotas… y cansancio, toneladas de cansancio. Todo eso viajó en el vuelo chárter de Iberia procedente de Río que aterrizó en Madrid a las 13:30 horas de hoy. Donde también viajaron buena parte de las 17 medallas y 38 diplomas que consiguió España en los Juegos. Una vuelta a casa que se demoró dos horas y media sobre el horario previsto y que alargó la espera para abrazar a los familiares, amigos o al noviete/a, para recibir los flashazos que se reparten cada cuatro años y retratan a los héroes. “Sabemos que nos espera una buena paliza", contaba Laia Palau. Es la magia que provocan unos trozos de metal que dan la posibilidad de entrar en la inmortalidad olímpica al que los conquista.

“¡Cómo me vais a sacar con estos pelos!”, exclamaba Carolina Marín, antes de declararse “fundida” y advertir que apagará el teléfono “una semana” para a continuación sacar fuerzas y y mover las caderas al ritmo del grupo de samba que despedía a las expediciones en el Aeropuerto de Galeao. Gracia de Hueva con ojeras kilométricas.

Cerca de las Guerreras de balonmano, eliminadas en cuartos y todavía cabizbajas o la sonrisa imborrable y las voces roncas de las chicas del baloncesto con sus platas. También la guasa de Carolina Rodríguez, inmensa en gimnasia rítmica con un diploma para cerrar una carrera gigante, que enseñaba a bailar el hoolahop al regatista Jordi Xammar con su aro. “¡Pero mira cómo lo domina!”.

“¡Espléndida!”, le alababan a Ruth Beitia, sonrisa eterna junto a su inseparable Ramón Torralbo. La atleta congregó más abrazos y besos que nadie. Un oro en atletismo viste mucho, y sobre todo si se es la primera española en conseguirlo.

Delante, en primera clase, casi todos los que ‘pillaron chapa’ de oro. Mireia Belmonte sin sus medallas (“me las volveré a poner en Barcelona”), el tintineo de las de Saúl Craviotto al chocar su oro y su bronce (este sí las llevaba sobre el pecho), Marcus Cooper y Cristian Toro. También delante con más espacio las más altas de las subcampeonas olímpicas de baloncesto y los tallos de la masculina (el resto iba distribuido por las salidas de emergencia, con más espacio y otros, como Pau Gasol, acompañado por su novia, viajaron a otro destino de vacaciones). El ‘business’ lo completaban Alejandro Blanco (presidente del COE) y todos los presidentes de federaciones, aunque ellos no llevaran medallas.

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Antes de salir, Chuso García Bragado, el abanderado en la clausura, contaba cómo tuvo al lado a Simone Biles. “¡Alucinante cómo le pedían selfies!”, decía. Cerca, Bruno Hortelano, la flecha del 200, que todavía no había retirado de su mochila el dorsal con su apellido y contaba a Ricky rubio cuáles eran sus planes ahora.

Pero en cuanto el avión se puso en marcha, silencio. Dormidina y sueño. Ni el mensaje del comandante Luis Rodríguez arrancó un aplauso. “Enorme felicitación. Sois los mejores de nuestro país y nos habéis hecho emocionarnos”. Había que guardar fuerzas. Madrid esperaba. Y los homenajes, pregones, besos, abrazos… La vuelta a casa.

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