La 'Divina Meyer', de la gloria al abandono prematuro
Ledecky logró emular a su compatriota en México-68, cuando logró ganar el oro en los 200, 400 y 800 libres. Pero su gloria fue fugaz.


Debbie Meyer, ‘La Divina’, fue la niña prodigio de la natación en los años 60. Tan prodigiosa como frágil. Ganadora de tres medallas de oro en los Juegos de México 1968, icono de una generación exitosa para Estados Unidos, se retiró tres años después ahogada por la presión y la aparición de nuevos valores. La historia de la natación se escribe gracias a jóvenes talentos que se han lanzado de cabeza al éxito, que han devorado mitos y que luego el propio mito les ha devorado a ellos. Ahora es el turno de Katie Ledecky, quien a sus 19 años ha logrado repetir lo que logró Meyer, aunque su historia es más estable que la de la mejor nadadora de los Juegos del 68, víctima de un deporte tan sacrificado.
Su matrícula de coche (que vendió hace pocos años) todavía le recordaba sus tiempos dorados en la natación mundial: 3GOLD68. Tres oros en los Juegos Olímpicos de México, cuando apenas contaba con 16 años y miles de entrenamientos. El primer triunfo de la norteamericana fue en los 400 libres (4:31.08), batiendo el récord mundial, seguido por otra victoria con plusmarca olímpica incorporada en los 800 (9:24), y coronando, su histórica participación, con el tercer oro –nunca antes lo había logrado una mujer– en los 200, con otra marca olímpica (2:10.05). Pero la historia de ‘La Divina’ Meyer (1952, Maryland) apenas prosiguió y su libro profesional se cerró tres años después. Las frases de su adiós aún le retumban en su cabeza. “Me retiro porque quiero tener una vida tranquila. No me siento capaz de trabajar tan duramente para participar en unos Juegos. Mi espíritu me dice que me vaya, mis brazos ya no me obedecen. Estas navidades he tomado la difícil decisión de retirarme cuando comprendí lo mucho que me costaba entrenar”.
Debbie quiso huir de su pasado, hastiada de duras horas de piscina y de establecer marcas caducas. La natación de los 60 y 70, en constante evolución, no daba tregua y era habitual ver talentos exitosos que caían. La historia de la norteamericana explica el proceso que sufrió la natación estadounidense a mediados de los años 50. Australia le había quitado la hegemonía a Estados Unidos y comenzaba a ganar pruebas internacionales. Lo que provocó el despertar de la natación americana, que instauró un programa de entrenamiento ambicioso. Dividió a los niños y niñas por categorías, comprendidas entre 10 y 17 años, y estableció unos torneos alrededor del país con premios (banderines o medallas) a los ganadores. Fue ahí cuando nacieron talentos como Meyer y posteriormente Mark Spitz, cuando la natación estadounidense recuperó el dominio internacional e instauró la mentalidad ganadora a la que se refieren todos los nadadores que han entrenado allí.
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Melanie Costa, subcampeona mundial en 2013 de los 400 libre y que se formó en la Universidad de Florida, da fe de ello. “En ese país, todos se lo creen, porque el equipo es muy grande y son muy buenos. Cuando vas allí, eres tú la que tienes que cambiar. Hasta el cuarto clasificado puede optar a ser campeón del mundo”. Esa mentalidad nació en la época de Debbie. Con 20 récords mundiales obtenidos entre 1967 y 1971, y después de haber superado sus problemas de asma en la infancia, Meyer comenzó a ver cómo sus récords eran superados. Dos nombres le barrieron el paso. Primero Karen Moras y luego la australiana Shane Gould, quien precipitó su adiós. La estadounidense retrocedía en sus marcas y perdía forma. Después de los Juegos de México, decidió parar para coger aire y luego no volvió a ser la misma, por mucho que lograse batir algún récord más. En 1972 dijo adiós prematuramente.
Meyer es querida en su país. Su historia no se olvida. En 1986 entró en el Salón de la Fama Olímpica y abrió una escuela en Carmichael, California. Su historia, de abandono prematuro, es común en el mundo de la natación. Curiosamente, la australiana Gould sucedió a Meyer en el trono del mediofondo mundial. Con 15 años, consiguió tres medallas de oros en los Juegos de Múnich 1972. Su caso fue único y aún hoy ninguna otra mujer ha logrado tener en su poder los récords del mundo de todas las pruebas de estilo libre. Pero, también, con 11 récords, decidió abandonar la natación con 17 años por la presión. Dos mitos que ahora atrapa Ledecky, que además de ser una nadadora insaciable tiene la fuerza mental que les faltó a sus predecesoras.