Un oro olímpico para callarle la boca al 'orco' del racismo
Rafaela Silva ha conseguido el primer oro para Brasil. En Londres, tras caer eliminada, Twitter la atacó sin piedad: "La mona debe estar en la jaula".

"Bien es cierto que Hedvig Karakas no es una gran judoka. Al menos nunca fue una de las punteras, rival asequible, a priori. Tiene 22 años, es joven, quizás aún no ha explotado, no te confíes Rafaela, no te confíes". Espiración profunda, sonora, liberando más tensión que aire en sí mismo. Colocamos las mangas, ajustamos el cinturón, vista al frente.
Entonces se abre la puerta del vestuario. "Rafaela, vamos". Y comienza a andar. Es el segundo combate en unos Juegos Olímpicos para la joven promesa del judo brasileño. Rafaela Silva, con tan sólo 19 añitos se juega meterse en octavos de final en Londres 2012 ante la húngara Hedvig Karakas, también joven aunque no tan talentosa como la perla carioca.
Era un caluroso 30 de julio de 2012 en la capital londinense y allí, en el Centro de Exposiciones ExCel comenzó todo. El silenció se apoderó de todo el pabellón justo en el momento en que Silva comenzó a gritar desconsoladamente sobre el tatami. Acababa de perder, contra pronóstico. Un alarido sobrecogedor centró la atención de miles de personas en aquel momento. De rodillas, con las manos en la cabeza liberando las gotas de tensión que no canalizó en el vestuario y que ahora se habían transformado en pura rabia.
Una ducha larga. El agua caliente cayendo sobre su nuca mientras el vaho se adueñaba de un gélido vestuario. El cuerpo de Rafaela estaba allí, su mente no. Con la mirada perdida estuvo durante más de media hora intentando asimilar que su sueño olímpico se había terminado, de momento. Cuando consiguió volver en sí cerró el grifo, se ató la toalla al cuerpo, se puso sus chanclas y caminó hasta su mochila. Sacó su móvil de la bolsa intentando buscar el mensaje que la ayudara a salir del pozo en el que se encontraba en ese momento.
Abrió Twitter y lo primero que leyó fue esto: "La mona debe estar en la jaula". La rabia se multiplicó mientras salía a borbotones por todos los poros de su piel. El carácter favelero que lleva en la sangre no le permitió controlarse tras leer la oleada racista que su país le brindaba tras su derrota: "Usted no es mejor que nadie porque es negra". Rafaela no se cortó: "Sois unos hijos de puta". El Comité Olímpico Brasileño tuvo que actuar incluso. Rafaela decidió apartarse y entrenarse con un objetivo en mente: Los Juegos de Río.
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Hoy, 4 años después de aquel trance Rafaela ha silenciado al racismo. Su país ha cambiado las críticas por elogios (¿De qué me suena eso?) cuando el himno brasileño ha sonado en su honor tras haberse convertido en campeona olímpica en la categoría de menos 57 kg. Un sueño que comenzó en la favela Ciudad de Dios, una necesidad que se convirtió en profesión (Rafaela empezó a practicar judo para defenderse de los matones de su favela) y una humildad que la ha hecho grande. Como dice uno de los tatuajes que adornan su cuerpo: "Dios sabe lo que he sufrido y lo que he hecho para llegar hasta aquí".
Neymar, uno de los muchos deportistas que felicitaron a Rafaela
