Álvarez Moya: "Si voy a los Juegos será a pelear por todo"
El exyerno de Amancio Ortega asegura que no le queda más remedio que comprar y vender caballos "porque es un deporte caro si estás en la élite"
Sergio Álvarez Moya (7 de enero de 1985, Aviles) es un mito en El Forcón, el club avilesino donde el jinete asturiano comenzó su relación con los saltos y con los caballos. Ahora pasa por ser el mejor jinete español del momento, clasificado para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, aunque su popularidad más allá del deporte haya sido por su matrimonio y divorcio con Marta Ortega, la hija de Amancio, el dueño de Inditex, con quien tiene un hijo de tres años. El asturiano, sin embargo, prefiere evitar la prensa rosa, que tampoco le asusta, pero “ese no es mi mundo”, dice categórico. En el Gran Premio de Madrid no tuvo, precisamente, un buen concurso. En realidad, por necesidades de su deporte, se ha convertido en uno de los chalanes de más calidad del mundo de la hípica,
-¿Le presiona competir en España por aquello de que le persigan los fotógrafos de las revistas del corazón?
-No, que va. No soy un personaje de la prensa rosa, no hay fotógrafos detrás de mí, nadie me persigue. Si me sacan una foto en algún restaurante es porque están esperando a alguien famoso y coincide que paso yo por allí. Nada más.
-Los jinetes, y las amazonas, da la impresión de que tienen que ser personas de posibles, que no estamos en un deporte plebeyo
-Hay una imagen muy equivocada de nosotros, como si todos procediésemos de familias adineradas. El ochenta por ciento de los jinetes profesionales son de origen granjero, a los que un día se les cruzó un caballo y se dieron cuenta que era lo que les gustaba, y que era una forma más sencilla de ganarse la vida.
-¿Y usted cómo llegó a esto?
-A los siete años comencé a montar, y a los doce le dije a mi padre que me quería dedicar al caballo. Y menos mal que me encontré esto. Mi padre me exigió que acabase los estudios, y así que cuando termine en la escuela ya tenía decidida mi profesión.
-Da la impresión de que vive bien del caballo, de que tiene una visión espectacular para hacer negocios.
-No me quejo, pero cuando la gente habla por ejemplo de que vendes un caballo por un millón de euros, lo que no sabe es cuánta inversión hay detrás. Porque lo compras con cinco años, y lo vendes con diez, pongamos. Le has trabajado cinco años, además de todos los que se te han muerto o se han quedado por el camino.
-¿El negocio está en la compra y venta de los equinos?
-Si por mi fuese jamás vendería un caballo, pero si no los vendiese no podría dedicarme a los saltos. Es un deporte caro cuando estás en la élite, y no te queda más remedio que formarlos y luego venderlos. Hay quienes tienen un patrocinador que les cubre los desplazamientos, y viven de los premios. Si yo lo tuviese no tendría que vender.
-¿Y cuando era el yerno de Amancio Ortega no tenía usted esa facilidad?
-Mi trabajo con los caballos jamás tuvo nada que ver con lo familiar. Desde el primer momento fueron temas separados.
-Es decir, el bueno es el entrenador de los caballos.
-En los saltos los entrenadores también somos los jinetes; esto no es como en las carreras, en la que los caballos tienen sus entrenadores y luego alguien quien les monte. Ahora mismo yo tengo más de doce caballos, a los que hay que trabajar cada día. Sí, tengo personas que me ayudan porque yo viajo todas las semanas del año a competir por Europa; creo que tengo tres fines de semana libres en total. Hay veces que acabas en un concurso, subes a los caballos al camión, y hala, carretera para Suecia, por ejemplo. Sólo nosotros sabemos las horas que pasamos con los jacos estos, de sol a sol. Una vez el presidente de un comité olímpico nacional les preguntó a sus jinetes si no hacían preparación física específica, y ellos le invitaron a verles los entrenamientos diarios. Fue, les vio, y se dio cuenta que tras doce horas casi sin parar era imposible meterse en un gimnasio porque no hay cuerpo que lo aguante.
-¿Quién gana, el jinete o el caballo?
-Cuando eres un crío, lo importante es el caballo, pero cuando llegas a la élite, a competir con los mejores, te das cuenta que lo importante es el binomio, y que no hay un buen jinete que tenga malos caballos. Creo que van de la mano.
-¿Qué espera de los Juegos Olímpicos?
-Lo primero, ir, porque aún falta un tiempo y no sé qué pasará. Nosotros ganamos plaza como equipo el año pasado, e iremos cinco, de los que uno será reserva. Yo tengo tres caballos matriculados. Luego, si voy, pues a competir por todo. Unos Juegos Olímpicos es como un Gran Premio, en el que todos parten de cero, y todos tienen las mismas posibilidades, Ya estuve a punto de ganar una medalla en un Europeo, y sería muy bonito ganarla en unos Juegos.