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CHICAGO CUBS

Jake Arrieta parece decidido a hacernos quedar mal

El pitcher de Chicago Cubs ha comenzado de forma sensacional el año y aspira a superar su histórico 2015, en el que fue el mejor lanzador.

Jake Arrieta ha comenzado el 2016 de forma extraordinaria.
Dylan BuellAFP

La temporada pasada en las Grandes Ligas nos aportó grandes historias. El año en el que Bryce Harper se convirtió en la gran superestrella que todos los ojeadores vaticinaban, los Kansas City Royals saldando la deuda que tenían con el Clásico del Otoño e imponiéndose a los New York Mets, los Toronto Blue Jays volviendo a situarse en el mapa de la competición después de haber estado veinte años en el ostracismo más absoluto o los Chicago Cubs cumpliendo el vaticinio de Regreso al Futuro 2. Bueno, ese quizás no.

Sin embargo, la ciudad del viento en su parte norte nos ofreció una historia sin igual, más allá de la confirmación de Kris Bryant como el jugador franquicia desde el momento en el que fue escogido en el draft. No, la historia fue la coronación o confirmación (según se mire) de Jake Arrieta como referente en la rotación de los Cachorros.

Su campaña se vio recompensada con un premio Cy Young, el más prestigioso que siempre se otorga al mejor pitcher, ya sea en la Liga Nacional o en la Americana. En una lucha sin cuartel a tres bandas con Zack Greinke y Clayton Kershaw, Arrieta fue capaz de superar a los dos compañeros de los Dodgers gracias a una antológica segunda mitad de temporada que no se había visto con anterioridad. Más allá de los méritos de cada uno de ellos (que los tuvieron y en cantidades industriales), la liturgia que rodeó la marca de Arrieta justo después del parón por el All-Star fue de las que marcan época y eso fue clave para hacerse con el premio.

Su primera mitad fue excelente (10-5, 2.66 ERA), pero lo de la segunda mitad fue de absoluto escándalo. Su récord de 12-1 no lo cuenta todo. De hecho, no dice nada salvo que supo cómo ganar partidos aunque eso es ironía. Pues claro que Arrieta y los pitchers saben ganar (y perder) partidos, pero su capacidad para evitar carreras, rozando la perfección es algo que no se había visto. Su ERA, la efectividad que tiene un pitcher en base a las nueve entradas de un encuentro fue de 0.75. No, no se trata de una errata. Sólo concedió 9 carreras en algo más de 107 entradas e hizo que todas sus salidas se convirtieran en visionado obligado.

El punto álgido llegó con su no-hitter en casa Greinke y Kershaw, impidiendo que los Dodgers le hiciesen al menos un hit a lo largo del encuentro disputado el 30 de agosto.

Más allá de los partidos que completó y el uso intensivo que hicieron los Cubs de cada una de sus actuaciones, todo el cansancio acumulado se hizo notar al mismo tiempo durante la postemporada. Nunca antes en su carrera en las Grandes Ligas había superado Arrieta las 156 entradas, cifra escasa para un pitcher de primer nivel. Jake terminó la campaña regular en 2015 con 229, incrementando con creces el aumento de trabajo que siempre se recomienda, no superior a un 20% de un año para otro. No obstante, el brazo de Arrieta no es el de un churumbel, se trata de un mocetón ya formado que no ha acumulado tanto castigo como otros en este instante de su carrera deportiva.

Una de las claves (y lo es para todos los pitchers de los clubes que avanzan profundamente en octubre) es la repercusión y los efectos secundarios de ese esfuerzo extra, con especial atención a los más jóvenes o a aquellos que han pasado por una grave lesión no hace demasiado.

Este no es el caso de Jake Arrieta, un furioso seguidor del pilates y algo que ha sido clave para alcanzar el equilibrio casi perfecto del que goza en la actualidad. Tan creyente se ha vuelto del pilates, que ha intentado reclutar para su causa a uno de los recién llegados, el veterano John Lackey, que se ha excusado a la hora de seguir este plan de entrenamiento que ha sido como el día y la noche para el bueno de Arrieta.

La duda que nos han planteado a lo largo de los últimos tiempos es sencilla. ¿Será Jake Arrieta capaz de repetir lo logrado el año pasado? En ese sentido, hay que diferenciar dos aspectos. El primero es el de la temporada global (22-6, 1.77) y el de la segunda mitad ya mencionada anteriormente. La repuesta a la segunda opción es más clara. Por supuesto que resulta imposible pensar que será capaz de repetirlo. Ese nivel de dominio no ha sido alcanzado en la era moderna de este deporte salvo por el Jake Arrieta de 2015. Es inconcebible que sea capaz de repetirlo… o mejorarlo.

Para el caso de la temporada en su conjunto, sí podría darse el caso. ¿Por qué no? Alguien que se cuida con tal meticulosidad es capaz de cumplir con un aspecto crucial, el de la preparación. Ahora sólo queda por ver si los resultados de esa preparación acompañan.

Los tres primeros encuentros de Arrieta nos presentan un peligroso dilema. ¿Es capaz de mejorarse a sí mismo? Un sudor frío recorre la columna vertebral de toda la Liga Nacional por esa idea. Su balance es impresionante con tres victorias en otros tantos encuentros, una ERA de 1.23 y 20 strikeouts en 22 entradas. Tan increíble es la racha de Arrieta que lleva 23 actuaciones de calidad consecutivas (seis entradas y tres carreras o menos concedidas) y 48 entradas y dos tercios consecutivas en casa sin permitir una sola carrera. De locos. Tan impresionante es que se encuentra a tiro de piedra del récord de todos los tiempos en casa a cargo de Ray Herbert que completó 54 entradas consecutivas en el Connie Mack Stadium entre 1962 y 1963.

Los datos de velocidad y uso de los distintos lanzamientos de su arsenal (recta de cuatro costuras, sinker, cambio, slider o curva) nos dicen que no hay mucha variación más allá de un incremento de un 10% del primero respecto al Arrieta de la segunda mitad del año 2015.

La clave de todo es una palabra: confianza. La certeza que Jake Arrieta tiene de que es el que manda, que no va a permitir nada más que la mínima expresión y que los Cubs van a ganar sí o sí con él sobre la loma.

El resto de la Liga Nacional no tiene que estar nada feliz ante esta perspectiva.